38. La amatista es nuestra

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Axel lo hizo. En un movimiento casi imperceptible, desvió la mano hacia el bolsillo de su padre y, con una destreza que solo un dragón podía tener, extrajo las llaves. Vi cómo las guardaba rápidamente en su propia chaqueta mientras la música seguía envolviendo la sala y Jaxon y yo continuábamos con nuestro pequeño show en la pista de baile.

Cuando la canción terminó, aproveché para separarme de Jaxon con una sonrisa cómplice, sabiendo que la atención se trasladaría pronto al rey, quien iba a iniciar su discurso. Con los invitados ahora centrados en la ceremonia, Axel se acercó a nosotros, mostrándonos las llaves con una mirada de satisfacción.

—¿Soy el mejor o no soy el mejor? —dijo, con una arrogancia juguetona

—Sí, claro, campeón —le respondí con una sonrisa burlona—, el mejor... en ser un ladrón a tiempo parcial. Ahora, ¿quieres presumir un poco más o prefieres que salgamos vivos de aquí?

—Sabes, estás más guapa calladita

—Yo se que calladita me veo más bonita, pero como me encanta joder.

Era el momento perfecto para escapar. Mientras el rey comenzaba a hablar, todos en la sala estaban distraídos, concentrados en las palabras del monarca. Sin hacer ruido, nos deslizamos hacia una de las puertas laterales, abandonando la sala en dirección al despacho.

La ausencia de guardias era un alivio. Toda la seguridad estaba concentrada en la sala del evento, y eso nos daba una ventaja invaluable. Al entrar en el despacho, el aire era denso, cargado de recuerdos de la última vez que estuve allí. Sabía lo que tenía que hacer. Me acerqué a la losa en el suelo, la misma que había presionado antes, y repetí el gesto que activaba el pasadizo oculto.

Con un suave clic, la pared comenzó a deslizarse, revelando la entrada secreta que llevaba al pasillo que conducía a la puerta con el maleficio. Sabía que detrás de esa puerta estaba lo que buscábamos: la amatista.

Nos acercamos, pero el maleficio seguía allí, protegiendo la entrada. Necesitábamos el conjuro para romperlo. Miré alrededor con preocupación, pero antes de que el pánico se apoderara de mí, escuché un golpecito suave en la ventana.

Me giré para ver a Kai y Luke en miniatura, volando justo fuera del despacho con un papel entre sus pequeñas manos. Skye, con agilidad, corrió hacia la ventana y la abrió de par en par. Ellos entraron rápidamente y, sin perder tiempo, nos entregaron el papel.

—Keira nos ha dado el conjuro —dijo Luke, recuperando el aliento.

Kai asintió, aún algo agitado por la prisa, pero no sin una sonrisa en su rostro. Estábamos a un paso de romper el maleficio.

Desplegué el papel y lo leí en voz alta, mis palabras resonando en el pequeño espacio. A medida que recitaba el conjuro, sentí cómo la magia en la puerta comenzaba a desvanecerse, el aire a nuestro alrededor se volvió menos denso y, finalmente, el maleficio desapareció por completo. Estábamos a punto de entrar. La amatista estaba al alcance de nuestras manos.

La puerta estaba a punto de abrirse, el sonido de los mecanismos antiguos resonando en la pequeña cámara mientras me preparaba para avanzar. Pero justo en ese momento, algo captó mi atención. Giré la cabeza y la vi, solo por un segundo, pero fue suficiente para hacer que mi corazón se detuviera: Venus. No podía ser ella… pero lo era.

—Abrid la puerta y entrad —dije en voz baja, aunque con urgencia—. Id sin mí, os alcanzaré.

Axel me miró con duda, pero no hubo tiempo para explicaciones. Los empujé hacia la puerta mientras la figura de Venus desaparecía por uno de los pasillos. Sin pensarlo, comencé a seguirla. Ella avanzaba rápidamente, casi como si estuviera huyendo de mí. Mi respiración se aceleró, pero no podía detenerme, no ahora.

AmethystDonde viven las historias. Descúbrelo ahora