40. Guerra

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Violet apretaba los dientes, claramente intentando ocultar el dolor que sentía. Su brazo estaba ensangrentado, y cada movimiento que hacía parecía enviarle una oleada de agonía. Axel, visiblemente afectado, no podía disimular su preocupación. Sin decir una palabra, arrancó la manga de su camisa con un tirón brusco y la envolvió con cuidado alrededor de la herida de Violet, haciendo lo posible por contener el sangrado.

—Esto debería ayudar por ahora —murmuró, aunque la incertidumbre en su voz lo delataba.

Violet intentó sonreír, pero el dolor era evidente en su rostro. Axel le apartó un mechón de cabello de la cara, su mirada llena de preocupación.

Justo en ese momento, escuchamos un leve zumbido en el aire. Keira, Lyra, King y Thea aparecieron volando en escobas sobre nosotros. Fue como un suspiro de alivio en medio del caos.

—¡Pequeña! —exclamó Keira mientras se agachaba rápidamente a su lado.

Sin perder tiempo, El largo cabello de Thea comenzó a crecer y de él brotaron pequeñas flores doradas. Cayeron al suelo y Thea las recogió. Con delicadeza, se las ofreció a Keira para que esta se las dé.

—Tómate estas, te ayudarán a sanar —dijo suavemente.

Violet la miró con una mezcla de agradecimiento y escepticismo, pero finalmente aceptó las flores y las ingirió lentamente.

—Gracias, Thea —murmuró, mientras empezaba a relajarse un poco.

Axel, aún preocupado, observaba cada pequeño cambio en su rostro.

—¿Está funcionando? —preguntó, mirando a Keira con ojos llenos de ansiedad.

—Dale tiempo —respondió ella—. Las flores curativas no son inmediatas, pero verás que en unos minutos el dolor comenzará a ceder y la herida empezará a regenerarse.

—No tienes que hacer esto —le dijo ella en voz baja, notando el peso de la preocupación que llevaba—. Estoy bien.

Axel negó con la cabeza, su mirada aún fija en la herida.

—No pienso dejarte sola en esto, Violet —respondió, decidido.

—Ya sabes cómo es, Violet —dijo con un tono suave pero burlón—. Axel no va a relajarse hasta que estés saltando de nuevo por ahí.

Violet dejó escapar una pequeña risa, aunque fue interrumpida por una punzada de dolor.

—Bueno, no es que tuviera planes de hacer eso pronto —bromeó, aunque su voz aún estaba débil.

Yo, por mi parte, observaba en silencio, sintiéndome aún culpable por todo lo que había sucedido con Venus y la explosión. Sabía que la herida de Violet era en parte por lo que yo había hecho, y la culpa me pesaba.

—Lo siento...

Mientras las flores curativas de Thea comenzaban a hacer su efecto en Violet, sentí un pequeño tirón en la pierna. Bajé la mirada y allí estaba King, el pequeño kitsune que siempre lograba hacerme sonreír, incluso en los peores momentos. Con sus tres colas ondeando suavemente, saltó hacia mis brazos, buscando consuelo.

Lo levanté, y él se acurrucó contra mi pecho, emitiendo un suave sonido que parecía casi un ronroneo. Por un momento, todo el caos y la culpa que sentía se desvanecieron un poco al tenerlo cerca.

—Ey, King —susurré, acariciando su pelaje sedoso—. Sabes cuándo aparecer, ¿eh?

Keira terminó de darle la flor a Violet, asegurándose de que el proceso de curación estaba en marcha. Pero, en lugar de interrogar inmediatamente como era su costumbre, se levantó de un salto y vino directa hacia mí, con los brazos extendidos. Antes de que pudiera reaccionar, me envolvió en un fuerte abrazo, como si fuera una madre protectora.

AmethystDonde viven las historias. Descúbrelo ahora