CAPÍTULO 21

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Llegué al estudio jurídico y principalmente pasé a saludar a Teseo y Asclepio que trabajaban en el tercer piso, luego me dirigí al quinto, a la oficina de la castaña

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Llegué al estudio jurídico y principalmente pasé a saludar a Teseo y Asclepio que trabajaban en el tercer piso, luego me dirigí al quinto, a la oficina de la castaña.

—Hola de nuevo, Mandu—entré a su despacho con total confianza, colocando mi mochila en mi pecho para sacar lo guardado—. Acá está su pedido, señorita ¿cual de las dos desea?

—¿En serio? ¿Trajiste una remera tuya?

—No especificaste cuál remera de tu armario, hay mías también—elevé mis hombros—. Toma la que quieras.

Se quitó su camisa rota delante de mí y se colocó la nueva que le traje.

—¿Por qué tu camisa está rota? ¿Y por qué estoy sentada sobre un botón?—dije mirándola un poco extrañada, ya que ella solía ser bastante cuidadosa como para encontrar algo así.

—Es lo que quería decirte, gracias por la camisa, por cierto.

Recorrí el lugar detenidamente con la mirada para inspeccionarlo, casi al terminar, logré visualizar un preservativo usado recientemente sobre el piso. Me levanté a tomarlo y extendí mi brazo para alejarlo de mí al olerlo.

—¿Tuviste relaciones con un puerco o qué?

—¿Los puercos te llaman "chanchita" y llaman "pochola" a tu vagina?—reímos con desagrado—. Entonces sí.

—¿Se podría saber el nombre del puerco?—envolví el objeto con un trozo de papel para tirarlo en el cesto e ir en busca de los botones dispersos—. Digo, para no probarlo.

—Oh, seguro no lo conoces, se llama Kai, Kim Jong-in.

—¡Ja! Prefiero no conocerlo—recogí todos los botones en mi palma y se los extendí—. ¿Sabes coser?

—No, igual quiero quemar la camisa, no quiero recordar lo que sucedió—fingió una ahorcada—. Oye, ¿no fuiste a trabajar?

—No, dije que estaba enferma y me tomé el día. ¿Tienes alguna cita?

—Hasta las 15 no, podemos almorzar juntas si quieres.

Salimos a la calle en busca de comida, específicamente quesadillas para poder olvidar lo que sucedió esta mañana, tan solo imaginarlo me daban ganas de vomitar. Mientras llegábamos al lugar, conversamos sobre lo que le había pasado pero no con tantos detalles.

—No recordaba lo malo que era con los apodos y en la limpieza, recordé la razón que había dejado de atraerme cuando era adolescente.

—¿Como yo?

—Sí, sí, como tú, Lisa. Siempre tenes que ponerte de ejemplo—rodeó los ojos, posicionándonos en la fila.

—¿La tenía grande al menos?

—Esas cosas no se dicen, Lisa.

—¿Te hizo venir?

—¿Tú qué crees?—se cruzó de brazos y solté una carcajada.

Tu Misterioso Amor - JENLISA G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora