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Diciembre

tick tock


Draco pasó toda la mañana de Navidad a punto de vomitar. El desayuno le revoloteaba incómodo en el estómago; la conversación con sus padres era agria, forzada, mientras intentaba no agitarse ni retorcerse en el asiento. Hacer regalos era un asunto superficial, una obligación en una lista de tradiciones que significaba muy poco cuando los regalos eran innecesarios. ¿Qué se regalaba a la gente que podía comprar lo que quisiera, cuando quisiera y, en realidad, no necesitaba nada? Al menos, nada que pudiera regalarse; la varita de Lucius no estaba debajo de un árbol, ni el estatus social de Narcissa, ni el valor de Draco.

Draco estaba sentado en silencio, tomando una sola taza de té, sonriendo cuando debía sonreír y escuchando obedientemente mientras sus padres conversaban como si nada pasara. Pero el día había perdido su magia, dejando a Draco seco e inquieto, esperando el momento en que tuviera que decirles que no se quedaría, habiéndolo pospuesto hasta el último momento posible.

Topsy apareció con un crack, anunció que el almuerzo estaba preparado y volvió a desaparecer.

Narcissa se levantó de la silla, alisándose las líneas de la túnica lavanda.

—¿Vamos? —preguntó. Lucius estaba de pie, con los hombros relajados, la postura suelta, más a gusto de lo que Draco le había visto en mucho tiempo. Ni siquiera Lucius Malfoy podía resistirse a los toques de comodidad que ofrecía el día de Navidad. Le ofreció el brazo a Narcissa, que lo aceptó con una elegante sonrisa en el rostro. Fue un momento de afecto encantador, sencillo y poco frecuente que Draco tuvo el honor de presenciar. Y él lo arruinaría todo en cuestión de momentos.

—No os acompañaré, —dijo Draco, aún sentado en su silla, con la delicada taza de té entre las manos.

Su madre se detuvo a medio paso, inclinando la cabeza en un ángulo minúsculo mientras asimilaba sus palabras.

—¿Qué quieres decir, cariño?

—Pasaré el resto del día con mi novia y su familia.

Draco vio cómo el agarre de su madre se tensaba alrededor del brazo de Lucius. Su estómago se hundió, se revolvió, se hizo trizas en un intento de escapar de su cuerpo. Tuvo que dejar el té a un lado, con las manos húmedas y sudorosas amenazando su agarre a la costosa porcelana heredada.

Algo más, algo más fuerte que sus nervios, surgió del pecho de Draco, un torrente como un incendio que lo desgarraba mientras la adrenalina se apoderaba de él y lo sacudía. Al igual que cuando disolvió su compromiso con Astoria, sintió que podía hacer cualquier cosa, ser cualquier cosa. Por fin podría tomar las riendas de algo por sí mismo.

La mandíbula de Lucius se desencajó.

—No insultarás a tu familia pasando unas vacaciones con una ramera que no conocemos.

La ira recorrió la columna vertebral de Draco. Se metió las manos en los bolsillos, ocultando cómo le temblaban. Inspiró hondo por la nariz, expiró por la boca y se cavó una tumba allí mismo, en el salón.

—Oh, la conocéis.

Narcissa soltó un pequeño grito ahogado y los brazos se le descolgaron a los lados. La mandíbula de Lucius se cerró con un chasquido de furia mientras se le encendían las fosas nasales. Confusión y traición se mezclaban en el aire entre ellos. Y también preguntas.

Draco ya había dicho mucho. También podría decir el resto. Podía hacerlo. Lo haría. Le había dicho que era real, lo suficientemente real para esto.

Beginning and End - Dramione (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora