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Septiembre

tick tock tick tock


—No recuerdo si dijimos que nos veríamos en la plaza o dentro del museo.

Draco sabía que Hermione hablaba sobre todo consigo misma, pero no pudo resistir el impulso de responder, un intento de resolver el problema. Cualquier cosa, en realidad, para acelerar su salida de la abarrotadísima plaza en medio del Londres muggle donde se encontraban, potencialmente esperando en el lugar equivocado para encontrarse con los padres de Hermione.

—¿No lo apuntaste en tu agenda?

Resopló molesta, claramente un no.

Intentó un enfoque diferente.

—Bueno, si no los vemos, ¿podríamos ir al museo? Hay mucha gente por aquí.

—Es un destino un poco turístico y estamos, —exhaló un suspiro, cambiando de peso mientras giraba la cabeza—, bueno, estamos en una zona muy céntrica. Oh, los veo al otro lado... sí, se dirigen al museo...

Le agarró de la mano y tiró de él a través de la multitud, cruzando los pasos de peatones, lo que se sintió un poco como engañar a la muerte por los pelos, y hacia el museo de arte donde Hermione quería pasar la tarde de su cumpleaños con sus padres.

Los espacios muggles no desorientaban a Draco tanto como solían hacerlo, pero había ocasiones, como esta, en las que la enorme cantidad de gente hacinada en un espacio público parecía imposible, o al menos improbable. Le recordaba a sus primeros días en Hogwarts; ningún conocimiento que hubiera tenido antes de ir al colegio podía prepararlo realmente para todas las complejidades de las escaleras cambiantes, las puertas trucadas y las laberínticas elecciones arquitectónicas.

Navegar entre la enorme cantidad de gente que había en el Londres muggle se parecía un poco a eso. Si ponías a Draco en un salón de baile abarrotado de una propiedad de los Sagrados Veintiocho, sabría qué escaleras podían tener peldaños falsos y qué retratos escondían pasadizos secretos. No conocía esos secretos sobre cómo funcionaba el mundo muggle.

Una vez resuelto el misterio de dónde encontrarse con los padres de Hermione, y cuando el bullicio de la plaza se desvaneció tras ellos, Draco pudo admitir que la elección de Hermione como entretenimiento vespertino no carecía de méritos.

Le gustaba el arte. La Mansión Malfoy tenía muchas obras decorando sus paredes y pasillos. Sin embargo, decidió que le gustaba más ver a Hermione disfrutar del arte que el arte en sí. Ella jadeaba mucho, se le escapaban ruiditos de los labios cuando algo le robaba literalmente el aliento. Ni siquiera se dio cuenta de que lo hacía; la primera vez que él sacó el tema, ella simplemente le dio un manotazo en el brazo y le dijo que no le estaba permitido burlarse de ella en su cumpleaños.

Draco pasó buena parte de la tarde paseando con la señora Granger mientras iban detrás de Hermione y su padre.

—¿El arte no es de tu preferencia? —preguntó Draco mientras observaban a sus respectivos Grangers contemplar una obra particularmente vibrante.

—Lo disfruto tanto como el promedio de la gente, supongo. —Señaló con la cabeza a Hermione y al señor Granger—. A esos dos, sin embargo, todo les interesa. Aún no han encontrado el límite de lo que quieren aprender o de cuánto pueden amar.

La señora Granger echó un vistazo a una estatua que se alzaba cerca. Draco supuso que había sido esculpida con una habilidad excepcional, que tenía cualidades de arte, objetivamente hablando. Pero no vio nada digno de admiración más allá de una primera mirada.

Beginning and End - Dramione (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora