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Cuarta Parte: 2005


"Lo que pudo haber sido y lo que ha sido

Tienden a un solo fin, presente siempre.

Eco de pisadas en la memoria,

Van por el corredor que no seguimos

Hacia la puerta que no llegamos nunca a abrir."

T.S. Eliot, Cuatro cuartetos, Burnt Norton

Enero

tick tock tick tock tick tock tick tock


Entrar en su piso fue como entrar en una pesadilla. Draco encontró a Hermione sentada en el sofá: muy quieta, muy callada, muy tranquila.

Inquietantemente tranquila.

Sospechosamente tranquila.

Ella no le miró, sino que clavó los ojos en el ejemplar de El Conde de Montecristo que tenía sobre la mesita, que últimamente era más un adorno que material de lectura. Tiró ociosamente de un hilo suelto de un botón de mechón, enrollándolo y rodándolo entre los dedos.

El calor surgió, una columna de fuego que trepó por la columna vertebral de Draco cuando salió de la Oclumancia. Encontró sus piezas desechadas: vergüenza, culpa, miedo, evasión. Los fusionó, expulsando el frío y la niebla.

—No quise decir nada con eso, —dijo, dando un paso cauteloso hacia ella—. Sabes que no. —Se sintió orgulloso de que su última afirmación no hubiera sonado como una pregunta. Podría haberlo hecho. Hubo un tiempo en que podría haberlo hecho. Pero no. Ahora no. No cuando contaba.

—Lo sé, —dijo. Levantó el libro de la mesa y rozó la cubierta con los dedos de forma reverente y anhelante.

—¿Entonces por qué?

¿Por qué parecía tener el corazón tan roto?

¿Por qué se fue?

¿Por qué no le miraba?

Crookshanks saltó al sofá y se acomodó en su regazo mientras sujetaba el libro con una mano.

—No... no puedo hablar de ello ahora mismo.

—Hermione...

—Me voy a la cama. —Balbuceó las palabras. Sonaron dolorosas, estranguladas.

Dejó el libro a un lado, abrazó a Crookshanks y se fue al dormitorio. No lo miró ni una sola vez. Draco la observó mientras desaparecía por el pasillo, con la frustración hirviéndole en la sangre.

Pasó la siguiente hora sentado en el sofá, soldando de nuevo hasta el último fragmento que había dejado romper durante la cena, cada emoción inconveniente que había ocultado. Dejó que el calor le consumiera. Y cuando llegó al dormitorio, se sentía agotado y húmedo, cubierto de sudor por el esfuerzo físico de recomponer todas las piezas que había esparcido en su intento de sobrevivir a la ira de Lucius.

Se metió en la cama con cuidado de no molestarla, incapaz de decidir si esperaba que siguiera despierta o si ya estaba durmiendo. Ella no se movió ni reaccionó cuando él se acomodó contra la almohada. Sentía los miembros rígidos y extraños, y su lado de la cama era un ataúd claustrofóbico que lo contenía.

Beginning and End - Dramione (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora