CAPÍTULO 23

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«Aunque mi corazón esté roto, algún día sanará»


MÍA


Si un día nos volvemos a encontrar, recuerda, recuerda que guardo nuestro ayer en mi corazón.

Con amor, Joa.


Dejo la nota debajo de la lámpara. He pensado en tirarla a la basura con todos sus recuerdos, pero sigo leyendo cada noche sin falta.

Ha pasado una semana desde que Joaquín decidió terminar nuestra relación, y yo estoy devastada. Todo me resulta una pesadilla sin fin. En unos días, comienzan las clases en la universidad y no me siento con ánimos de nada. Mis días se han convertido en una rutina monótona de tristeza y desesperanza. No hay motivación, no hay ganas de seguir adelante. La sombra de Joaquín me persigue en cada rincón de mi mente, en cada rincón de mi casa.

Esta tarde, Lara llega a mi habitación. La veo entrar con su habitual energía, pero su rostro denota preocupación.

—Mía, ¿cómo te sientes? —pregunta, sentándose en el borde de mi cama.

—¿Cómo crees? —respondo con un suspiro—. No puedo creer que Joaquín haya decidido terminar así, de repente, después de todo lo que hemos pasado.

Lara me mira con comprensión y un toque de determinación.

—Mira, Mía, sé que esto es difícil, pero tal vez deberías ir a verlo. Después de lo que pasó hace una semana, de pronto ha tenido tiempo de pensar mejor las cosas y está más despejado.

Dudo por un momento, buscando algún sentido en todo esto. Me parece absurdo. ¿Cómo puede Joaquín simplemente dejarme así? Pero luego recuerdo todo lo que hemos pasado juntos, lo mucho que nos hemos amado, y entiendo que todo lo que ha sucedido puede haberle hecho pensar que lo mejor era alejarnos.

—¿Tú crees? —pregunto, con una chispa de esperanza.

—Sí, creo que deberías intentarlo. Hablen. Aclaren todo. —Lara me anima, tomándome de la mano.

Respiro hondo y decido dejar mi orgullo a un lado. Si de verdad queremos salvar esto, debo dar el primer paso. Me cambio y me arreglo lo mejor que puedo, tratando de ocultar las ojeras y el rostro demacrado por el llanto de estos días. Lara y yo salimos de casa, y ella me acompaña en el carro hasta el apartamento de Joaquín.

Cuando llego al Penthouse, toco la puerta con el corazón acelerado. Para mi sorpresa, abre Vivian, con su característica mala actitud.

—¿Qué haces aquí? —me pregunta con desdén, sin disimular su sorpresa.

Mi mente se llena de preguntas. ¿No se supone que Vivian está en un centro de rehabilitación? ¿Qué hace aquí, en el apartamento de Joaquín?

—Vine a hablar con Joaquín. ¿Qué haces tú aquí? ¿No deberías estar en rehabilitación? —pregunto, intentando mantener la calma.

—Salí hace unos días. Joaquín me pidió que me quedara aquí. Dice que es mejor para mi recuperación —responde, cruzando los brazos con arrogancia.

—¿Hace cuánto estás aquí? —insisto, sintiendo la rabia y la confusión mezclarse dentro de mí.

—Desde que salí. Y antes de que preguntes más, Joaquín no está. Salió a la oficina, pero llega en la noche —dice, su sonrisa maliciosa apenas oculta.

No me importa su respuesta y entro de todas formas, pasando por encima de ella. Llego hasta la habitación de Joaquín y veo la cama desordenada. Vivian se acuesta como si fuera suya, y mi estómago se revuelve.

—¿Qué haces? —exclamo, furiosa.

—Solo me relajo. ¿Por qué tanto drama? —responde, estirándose en la cama de Joaquín.

—No tienes derecho a estar aquí —le digo, mi voz temblando de rabia.

Vivian se ríe con desdén.

—¿Y tú sí? Joaquín y tú ya no son novios. ¿Qué haces aquí, buscándolo? ¿Ves? Tenía razón. Ya se quitó la culpa de encima, ya no le sirves para nada. Buscó la primera oportunidad para dejarte y regresar conmigo, como siempre hace. Acéptalo.

Sus palabras me golpean como un mazazo. Miro la habitación y me doy cuenta de que ya no están las fotos de nosotros en su mesa de noche. Ni el libro de El amor en los tiempos del cólera en su escritorio, donde siempre lo veía. El álbum de fotos que le regalé tampoco lo veo en su lugar habitual. Siento que se me rompe el corazón en mil pedazos. Con el orgullo herido y las lágrimas atascadas en la garganta, salgo de la habitación antes de derramar mis lágrimas delante de la bruja de Vivian.

Bajo rápidamente y salgo del edificio. Lara me ve llegar al carro y su expresión cambia al verme llorar desconsolada.

—¿Qué pasó? —pregunta, alarmada—. ¿Qué te dijo Joaquín?

—Sácame de aquí, por favor —respondo, sollozando mientras me meto al asiento del copiloto.

Lara no dice nada más. Arranca el carro y nos alejamos del apartamento de Joaquín.

Mientras Lara maneja, me siento más perdida que nunca. El amor que sentía por Joaquín se siente ahora como una herida abierta, un dolor que no sé cómo sanar. Me siento traicionada, como si todo lo que habíamos construido se hubiera derrumbado de la noche a la mañana.

Después de haberlo perdonado y de haberle abierto mi alma, me traiciona de esta manera.

La noche cae y, con ella, la certeza de que tengo que seguir adelante, aunque el dolor sea insoportable. El amor puede ser eterno, pero las personas no siempre lo son.

Y con eso, cierro un capítulo doloroso, sabiendo que, aunque mi corazón esté roto, algún día sanará.

Una Parte De Ti © Borrador COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora