CAPÍTULO 40

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«Elegir tu propia felicidad es el primer paso hacia un futuro lleno de esperanza».


MÍA

Me miraba en el espejo del baño de la clínica, lista para salir del turno de noche que había tenido. Esperaba que el resto del día y mañana estas ojeras se esfumaran de mi cara.

No me he cruzado con Sebastián en estos últimos dos días, ni habíamos hablado. He intentado llamarlo, incluso le había escrito, pero no respondía. Me dolía mucho su indiferencia. Lo quiero, puede que no como él esperaba, pero lo quiero mucho y me duele su lejanía.

Cuando salgo del baño, me lo encuentro sentado en una de las salitas de espera de hospitalización. Se sorprende al verme y se pone de pie. Luce incómodo y cansado.

No puedo evitarlo, corro hacia él y lo abrazo.

—Me has hecho mucha falta —le digo.

Él me corresponde el abrazo y se mece conmigo como si fuera una niña pequeña.

—Perdón por ignorar tus llamadas, pero necesitaba unos días para pensar.

Lo miro con vergüenza.

—Ven, toma asiento. Hablemos —me pide.

Él siempre tan educado, tan correcto y generoso. No me ha dicho una palabra y ya estoy llorando como una magdalena.

—No llores, Mía. No tienes la culpa de nada y no debes sentirte mal por mí. No elegimos a quién amamos. Parece mentira, pero es la verdad.

—Yo te quiero —le digo con sinceridad.

—Lo sé. Y yo también te quiero. Pero lo quieres más a él. Siempre ha sido así y lo intenté.

—Perdóname.

—Escucha, no se trata de elegir entre Joaquín y yo. Se trata de elegir tu felicidad, tu paz, de elegirte a ti misma por encima de cualquiera. No lo olvides nunca.

Lo abrazo fuerte porque ha sido un buen amigo. Sin él, estos años habrían sido horribles.

—Yo siempre te voy a querer —me dice.

Se levanta y dice adiós con la mano. Me quedo pensando que en la vida siempre te encuentras con personas que te curan las heridas.

—Sabes, te vi con Joaquín en la galería —dice Sebastián de repente, deteniéndose antes de salir por completo.

Me sorprendo y siento un nudo en el estómago.

—Las fotos eran bellísimas... todas —añade. Y noto que mis mejillas se encienden al recordar la foto en la que estamos desnudos.

—No te vi en el museo —le digo, tratando de calmarme.

—Compré la foto de la niña bailando ballet —me dice con una sonrisa.

—Es hermosa. Gracias por apoyarnos —le respondo, devolviéndole la sonrisa.

—Siempre estuve en desventaja, Mía. Soy consciente de que me conformé con lo poco que me ofrecías.

Me siento culpable y trato de disculparme.

—Perdóname si eso sonó feo, no quise decirlo así. Sé que me quieres, simplemente nunca me querrás como lo quieres a él.

Sus palabras son una mezcla de aceptación y resignación. Me miraba con una mezcla de tristeza y comprensión.

—Gracias por entenderlo —le digo, sin poder evitar que se me quiebre la voz.

Una Parte De Ti © Borrador COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora