CAPÍTULO 7

580 51 18
                                    

«Una verdad a medias era otra mentira disfrazada»


JOAQUÍN

Estaba recostado en una piedra, envuelto en una toalla enorme, mientras veía a Mía preparar el picnic para que todos comiéramos. Mi madre había enviado delicias al río para almorzar y que pasáramos el resto de la tarde aquí, hasta que comenzara a caer la noche.

Al fondo se escuchaba un vallenato de Diomedes Díaz que el costeño había puesto a sonar desde un parlante y lo cantaba a todo pulmón.

—¿Segura que no puedes bañarte? —le pregunté.

—El agua está muy fría para mi pierna. Prefiero no abusar de mi buena salud —respondió Mía.

Era la única que no se había metido al agua y la entendía. Los demás entraban y salían cada tanto sin problemas, pero yo prefería estar junto a ella y hacerle compañía.

—¿Qué hiciste en la ciudad toda la mañana? —me preguntó.

—Mi padre me pidió que estuviera al tanto de las reparaciones en la casa. Después del ataque de ayer, el jardín quedó destrozado. No quiere que mi madre encuentre ese desastre a su regreso de La Esperanza. Así que salí apenas amaneció.

Observó cómo quedó el pícnic listo y se reclinó entre mis piernas, bostezó y cerró los ojos. Se notaba cansada, así que tomé una de las mantas y la cubrí.

—Intenta dormir un rato —le sugerí.

—No creo que pueda con el escándalo que tiene el Costeño —dijo sonriendo.

—Una vez leí que si quieres divertirte de verdad en un paseo, debes llevar a alguien medio loco —ambos reímos.

—Con Lara y el Costeño juntos, ¿quién quiere dormir? —dice Mía, abriendo de nuevo la novela. Me quedo observando como frunce el ceño entre cada línea, concentrada en la lectura. Paso mis dedos por su cabello, apartándolo suavemente de su rostro para que no le moleste. Mía es preciosa, por dentro y por fuera.

No puedo evitar sentirme inquieto por lo que hice hoy. Desde pequeño, mi madre me decía que una verdad a medias es una mentira completa. Pero Mía no está lista para saberlo todo, y yo tampoco lo estoy para contárselo. Estoy jodido.

No sé qué diablos estoy haciendo. El miedo me paraliza, me bloquea. A veces me pregunto si algún día podré ser honesto con ella, o si siempre habrá una parte de mí atrapada en el silencio, temiendo perderla.

Es una sensación sofocante, como si una mano invisible me apretara el pecho cada vez que pienso en decirle la verdad. No es solo el temor a su reacción, sino el miedo profundo de enfrentar lo que he hecho, de mirarme en el espejo y ver quién soy realmente. Nunca me he considerado digno de Mía, seamos honestos, pero la amo y no la quiero perder.

La observo sumida en su lectura, y no puedo evitar que mis pensamientos se dirijan a la conversación que tuve con mi padre esta mañana. Me pidió que me encargara de las reparaciones, pero también me habló de cosas que me dejaron preocupado. La situación con los Sandoval se está volviendo cada vez más tensa y peligrosa. Mi padre insiste en que debemos actuar con precaución, pero no sé cuánto tiempo más podremos mantener las cosas en secreto.

Mía merece saber la verdad, pero ¿cómo se lo digo sin que me odie? ¿Cómo le explico que toda su vida ha estado ligada a un accidente que yo podría haber evitado?

Acaricio sus labios con mis dedos, y cuando se desconcentra de la lectura, me da un pequeño mordisco juguetón. Una sonrisa se dibuja en mis labios al dirigir mis caricias hacia el borde de su blusa. Retiro con cuidado el collar que le regalé y dejo que mis dedos rocen el inicio de sus pechos, sintiendo su piel suave bajo mis yemas.

Una Parte De Ti © Borrador COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora