CAPÍTULO 14

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«A todos nos rompen el corazón. Al menos una vez.»


MÍA

Me dolía el alma, un dolor visceral que traspasaba la piel, los músculos y llegaba hasta los tuétanos. ¿Cómo pudo hacerme esto? ¿Qué clase de persona era el hombre con el que estaba? Es uno de los culpables del accidente. Siempre lo había sabido y nunca me lo dijo. Permitió que me enamorara más de él cada día, a pesar de esta terrible verdad. Era el mentiroso más grande del mundo.

Pienso en el comportamiento de Joaquín este último mes, tratando de entender las señales que tal vez pasé por alto. Él siempre fue atento, cariñoso y detallista, pero ahora veo que esa dedicación tenía un trasfondo oscuro. Recuerdo sus miradas evasivas en ciertos momentos, la manera en que cambiaba de tema cuando hablábamos del pasado, como si algo lo atormentara.

¿Cómo iba a saberlo? Ni en mis peores pesadillas podría haber imaginado que el hombre al que le entregué mi corazón guardaba un secreto tan devastador para mí. ¿Por qué me hizo esto? Es la pregunta que me he hecho toda esta semana de horror.

Había salido de la clínica al día siguiente de despertar. Desde entonces, mantenía encerrada en mi habitación. No comía, ni dormía, apenas me había bañado. La prótesis estaba a un lado de la cama sin usar. Era un despojo humano. Así me sentía, traicionada, engañada de la forma más vil, con el corazón destrozado.

Lo peor de todo es que lo extraño. Varias veces he deseado nunca haberme enterado de nada. Eso era lo que más rabia me daba. Quería odiarlo con todo mi ser, pero no podía.

Hoy es treinta y uno de diciembre. A esta hora debería estar abajo cenando con mi padre, la abuela y unos cuantos familiares, como todos los años. Sin embargo, estoy con la misma pijama de hace dos días, con el cuarto a media luz, tumbada y arropada hasta el cuello. Nunca me había sentido así.

Deseaba estar aislada de todos, pero era una misión imposible. Los medios todavía seguían indagando más a fondo en el caso. Los periodistas paseaban a diferentes horas por la casa haciendo preguntas. Mi padre estaba desesperado, mi abuela se había instalado en la casa para cuidar de mí, y Lara y Andrés venían diariamente a hacerme compañía. No entendían que quería estar sola.

Sabía lo que pensaban, que atentaría contra mi vida o me haría daño de alguna forma. Y en verdad lo deseaba; quería desaparecer.

Joaquín no paraba de llamar, de enviarme mensajes, los cuales leía todos. Me pedía que hablara con él, que todo tenía una explicación, que no era como yo pensaba. Con un «Te amo» finalizaba siempre. Me daba los buenos días y las buenas noches. Una noche lo escuché llamarme por el balcón, pero me cubrí los oídos y lo ignoré. Sabía que debíamos hablar tarde o temprano, pero no era capaz de verlo a la cara sin desmayarme de nuevo.

Mi abuela entra en la habitación con un plato en la mano.

—Tengo que salir, surgió algo urgente. Te traje esta fruta dulce para que comas algo.

Me hago la dormida.

—Sé que estás despierta. Solo mírame y dime que sí.

Suspiro y abro los ojos. Ella está tan espectacular como siempre: elegante, maquillada y perfumada.

—Sí, abuela.

Se le iluminan los ojos al oírme. Sé que no es justo para ellos, lo mal que la están pasando por mi culpa.

—Regresaré pronto. Date un baño y luego come. ¿Lo prometes?

—Sí, abuela.

Hace varios minutos que se fue y todavía estoy acostada. Me duele el cuerpo; la falta de actividad me tiene entumecidos los músculos, y el muñón y la pierna ya comienzan a dolerme. Debo levantarme, así que reúno fuerzas y me siento en la cama. Salto hasta el baño sin la prótesis y me siento en mi silla adaptada.

Una Parte De Ti © Borrador COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora