CAPÍTULO 16

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«Algunas personas son pasajeras en nuestra vida. Nos enseñan algo para hacernos mejores personas, pero no se quedan.»


JOAQUÍN

La abuela de Mía era mi hada madrina. Adoraba a esta mujer. Durante esos tres días, ella fue de gran ayuda para mantenerme en contacto con Mía, quien seguía sin querer verme después de la conversación que tuvimos. Gracias a ella, pudimos hablar aquel día; dejó a Mía sola en su casa.

Cuando vi su llamada en el celular, no me extrañó para nada. Pensé que iba a insultarme o a culparme por la muerte de su hija; sin embargo, pidió que nos reuniéramos y escuchó de principio a fin toda la historia. Dijo que con los años había aprendido a no juzgar sin escuchar, porque todo en la vida tiene dos caras de la misma moneda.

Le pregunté si no me guardaba una pizca de rencor, pues yo pude haber evitado la muerte de su hija y no lo hice.

La abuela de Mía me miró con una expresión serena y susurró:

—Fue un accidente. No fue tu culpa. Yo ya viví mi duelo y pasé por todas esas etapas, créeme, llegué a odiar a ese joven en algún momento. Pero el odio no tiene cabida en mi corazón. Perdonar es el acto de amor más grande que podemos hacer por nosotros mismos.

Sentí alivio y gratitud. Alivio, porque confirmé que no tenía que cargar con toda la culpa por algo que no fue completamente mi responsabilidad. Gratitud, porque esta increíble mujer había logrado superar su propio dolor y me estaba ofreciendo un acto de perdón y comprensión increíblemente generoso.

Reflexioné sobre la naturaleza del perdón y la importancia de dejar ir el odio. Me sentí inspirado por su capacidad de sanar y seguir adelante, recordando que el amor y la compasión son más poderosos que el rencor y la culpa. Sus palabras me dieron una nueva perspectiva sobre mi propia necesidad de perdonarme y de encontrar maneras de curar mis propias heridas emocionales.

Sentí un profundo respeto por la fortaleza y la sabiduría de Elena. Ella había recorrido un camino difícil y había emergido con una visión más clara y compasiva de la vida.

—Cuando somos jóvenes creemos que nada tiene solución. Que los errores nos van a pesar toda la vida, pero el tiempo y la madurez siempre hacen su tarea. Tú estás a tiempo de darle la vuelta a todo. Mi nieta y tú merecen estar juntos si es lo que quieren.

Me dijo que si quería hablar con Mía, se encontraba sola en casa en esos momentos. No pude hacer más que darle las gracias y un gran beso en la mejilla.

—Corre, corre. Que llega mi yerno y él no es tan buena persona como yo.

Cuando la vi, casi me autoflagelo de lo mal que se veía. Bueno, ella siempre está preciosa, pero la vi tan triste que me partió el corazón. Su abuela me contó que, por recomendaciones médicas, no podía usar la prótesis por un par de días, de modo que, al verla en muletas, no le pregunté nada. Que todo esto esté afectando su salud me preocupa todavía más. Si necesita tiempo, eso le daré. Todo el que necesite, esperando el momento en que decida que puede volver a confiar en mí.

Apenas nos miramos y fue suficiente para que entendiera lo difícil que estaba siendo todo para los dos, especialmente para ella. Me dolió no poder acercarme más, pero respeté su espacio.

Sigo enviándole mensajes, aunque ella no responda, en parte porque no me ha pedido que deje de hacerlo. Así que supongo que los lee y se acuerda de mí. Con eso me basta, por ahora.

En unos días se acaban las vacaciones y debo comenzar a trabajar, así que estoy tratando de recuperarme físicamente después de las golpizas que me dieron. Además, el blog lo tengo un poco abandonado y aprovecho el tiempo para editar varias fotos y subirlas. Entre esas, las de Mía en La Esperanza, del paisaje de la finca, de los animales, los cultivos e incluso fotos mías. Estas últimas, más para Mía que para el público.

Una Parte De Ti © Borrador COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora