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Lord Anthony Ross, duque de Beaufort es un hombre orgulloso, vive feliz pensando que su vida no puede ser mejor, pero se da cuenta que no es así cuando es abandonado días antes de su boda por la mujer con la que pensaba...
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Después de salir del despacho de Anthony avergonzada, Evelyn había subido a su habitación, donde se encerró durante al menos quince minutos, rodeada de un lujo que aún le resultaba extraño. Se había aburrido rápido; nunca había tenido tiempo para estar quieta, y ahora se encontraba con demasiadas horas libres.
Ni siquiera podía salir y conocer más de Mayfair. Lo bueno era que ahora tendría tiempo para pintar y mostrar su trabajo al artista.
Sentada junto al ventanal, Evelyn observaba los extensos jardines de la residencia, deseando estar ocupada en alguna tarea. Pero debía esperar la llegada de la modista para tomar sus medidas y, seguramente, después Anthony le presentaría a su institutriz.
Tras suspirar profundamente, decidió que necesitaba salir a caminar para despejar su mente. Se cambió el vestido por uno más sencillo, y al estar acostumbrada a vestirse sola, lo hizo sin problemas. Luego salió de su habitación, dispuesta a recorrer los pasillos y jardines de la mansión.
Al llegar al primer piso, se encontró con algunas sirvientas ocupadas en sus labores. Entre ellas reconoció a Lydia, la sirvienta con quien siempre había tenido problemas. Ahora, la situación era completamente diferente.
Lydia, al ver a Evelyn acercarse, se tensó visiblemente. Evelyn notó la incomodidad y sonrió de manera conciliadora.
-Buenos días -saludó Evelyn con amabilidad.
-Buenos días, excelencia -respondió Lydia en voz baja y medida. Antes, le habría contestado con frialdad o incluso con desdén, pero ahora se vio obligada a hacer una reverencia respetuosa.
Evelyn notó el esfuerzo que le costaba a Lydia mantener la compostura. Era evidente que, aunque su nueva posición exigía respeto, los viejos resentimientos no desaparecían fácilmente.
Evelyn asintió con una sonrisa y continuó su camino hacia los jardines. Mientras caminaba por los senderos rodeados de flores, disfrutando de la brisa fresca y el canto de los pájaros, pensó en lo que había ocurrido en el despacho de Anthony. Si no hubieran sido interrumpidos, tal vez él habría cedido al deseo que ambos sentían.
Sonrió al recordar la primera vez que Anthony le hizo el amor. Ella había estado asustada y nerviosa, pero él había sido paciente y delicado, logrando relajarla. Esa había sido una de las mejores noches de su vida.
Era verano y una noche tranquila en Beaufort House. Evelyn, con el corazón acelerado de emoción, salió silenciosamente de su habitación y caminó con cuidado por los pasillos oscuros, guiada solo por la luz de la luna que entraba por las ventanas. Anthony le había pedido que se encontraran en el pequeño jardín de invierno de la residencia para una sorpresa.
Al llegar, Evelyn se detuvo un momento para admirar la escena. El jardín de invierno, un lugar lleno de plantas exóticas y flores, estaba iluminado suavemente por faroles de papel y velas dispuestas por todo el lugar. Conmovida por la belleza del entorno, se adentró en el jardín, siguiendo un sendero de pétalos de rosa que conducía a una manta en el suelo. Sobre la manta, había dispuesto algunos alimentos: fresas, uvas, quesos y una botella de vino.