—¿Qué es lo que he hecho?
Charlie despertó en una cama que no era la suya, completamente desnuda y envuelta en sábanas suaves que se sentían extrañas contra su piel.
¿Qué hora era? La habitación estaba iluminada por la luz suave de la mañana, pero todo a su alrededor le parecía ajeno.
Se sentó lentamente, su mente aún nublada por los recuerdos difusos de la noche anterior. Sabía lo que había ocurrido; había cruzado una línea que nunca pensó que cruzaría. La mezcla de emoción y confusión la envolvía como un manto pesado.
Miró a su alrededor, buscando pistas que la ayudaran a entender dónde estaba. No había rastro de su ropa, y la vulnerabilidad de su situación la hizo sentir un escalofrío recorrer su cuerpo. Se cubrió aún más con las sábanas, tratando de ocultar su vergüenza, mientras su corazón latía desbocado. La sensación de estar expuesta la mantenía en un estado de alerta, y una oleada de ansiedad la invadió.
De repente, la puerta se abrió de golpe, y apareció Alastor, radiante y despreocupado, con una bandeja de comida en sus manos. Su sonrisa era amplia y jovial, como si todo lo que había sucedido la noche anterior no fuera más que un simple encuentro entre amigos.
—¡Buenos días, Charlie! —exclamó, su voz llena de energía—. Que buen inició de mañana. Espero que tengas hambre, porque he traído algo delicioso.
Ella se sintió como un hámster atrapado en su jaula, temblando y enrojeciendo al instante. La mirada de Alastor se paseó por su figura expuesta, y su corazón se detuvo por un momento. ¿Cómo podía actuar con tanta naturalidad luego de lo ocurrido anoche?
—Eh... —balbuceó, sin saber qué decir mientras su mente giraba en círculos—. ¿Dónde... dónde estoy?
Alastor dejó la bandeja en la mesa de noche, sin perder su sonrisa.
—Estás en mi habitación. Luego de todo el esfuerzo fisico realizado, terminaste desmayandote y como te despertabas, decidí llevarte aquí para que pudieras descansar. —dijo, como si hablara de algo trivial.
La vergüenza la inundó, y se sintió aún más expuesta. ¿Desmayada? ¿Así que eso fue lo que pasó? La confusión la envolvía, pero había algo en su tono despreocupado que la hacía sentir un poco más tranquila, aunque no menos avergonzada.
—Oh... —fue lo único que pudo articular, mientras sus ojos se desviaban hacia la bandeja. Había frutas frescas, tostadas y un café con crema humeante que parecía invitarla a comer, pero su mente estaba demasiado ocupada con la situación actual.
Alastor tenía aún su vista sobre ella. Su cuello estaba marcado por varias marcas de beso que bajaban desde el borde su cuello hasta el inicio de su clavícula. Sus senos prominentes apenas eran cubiertos por la fina tela de la sabana y sus pezones, que habían comenzado a erizarse, se veían claramente a través de la tela.
Aun así, el obispo no dijo nada. Parado cerca de la puerta con sus manos sujetas detrás de su espalda, simplemente se quedó allí sin hacer nada más.
—Puedes comer sin problemas —continuó Alastor, su voz alegre resonando en la habitación—. Y, por cierto, me tomé la libertad de recoger tu ropa. Estaba esparcida por el suelo, así que la dejé a los pies de la cama.
Charlie asintió, no sabía ni siquiera que decir.
Él estaba siendo tan amable, pero a la vez, actuaba tan despreocupado, mientras ella se sentía completamente perdida. ¿Cómo podía actuar así después de lo que había pasado? ¿No había quedado conforme con lo que hicieron? Su mente la estaba atormentando, pero ajeno a todos su abruptos pensamientos, Alastor simplemente se dió la vuelta, abriendo la puerta con intención de retirarse.
—Bueno, será mejor que tengas un poco de privacidad. Allí en esa puerta hay un baño provisto con todo lo que necesites, así que puedes usarlo sin problemas —le indicó, señalando la puerta diagonal a ella—. Ahora bien, estaré en la sala. Nos vemos cuando termines de arreglarte.
—Gracias... —dijo, su voz apenas un susurro. La confusión y la vergüenza se entrelazaban en su pecho, mientras él terminaba de salir, dejándola sola en la habitación.
Y con eso, se fue, dejándola completamente sola, confundida y abrumada. Charlie se dejó caer de nuevo sobre la cama, cubriéndose la cara con las manos. La mezcla de emociones era abrumadora: la alegría de haber compartido una noche apasionada y la intensa vergüenza de la situación actual. Sabía que tendría que enfrentarse a lo que había sucedido, y que quizás, todo sería una aventura de una única noche que comenzó por el calor del momento pero que quizas, no cumplio con las expectativas que Alastor tenía de ella. Suspiro, sintiéndose descorazonada. Tomó la bandeja de comida, tomando uno de los panecillos aún calientes mientras pensaba qué decir, aunque quizás, por ahora, lo mejor que podía hacer era dejar de pensar.
Luego de desayunar, decidió que lo mejor que podía hacer para calmarse de nuevo era darse un rápido baño con el fin de quitarse la sensación de suciedad y sudor que aún tenía sobre su cuerpo. Ingreso al baño, encontrando un gran espejo en el cual tenía podía observar todos los detalles de los estragos dejados por el apasionado encuentro del día anterior. Charlie se acercó a su reflejo, mirando con vergüenza las marcas que aún tenía sobre su cuello y hombro. Ángel iba a hacer demasiadas preguntas cuando las viera y ni con todo el maquillaje del mundo sería capaz de cubrirlas por completo.
Jamás imaginó que un obispo fuera tan apasionado, no parecía alguien que hubiera permanecido celibe desde el principio, tomándola con tan soltura y fuerza que era imposible que fuera virgen como ella. Suspiro mientras sus manos bajaban por su pecho, notando los pezones erectos y sensibles. Los acarició un poco, ya que la noche anterior no habían sido atendidos como hubiera querido, sintiendo que necesitaba mucho más.
No podía decir que no había quedado satisfecha. Una vez había probado el fruto prohibido era incapaz de permanecer demasiado lejos de él ¿Cómo haría si Alastor no quería verla nunca más? O peor, si solo se limitaba al proyecto que habían acordado la noche anterior.
Sin poder evitarlo, empezó a masajear uno de sus senos, pellizcando el hinchado pezón mientras bajaba la otra hacia su vulva. La zona exterior había empezado a lubricarse, sintiendo como los fluidos comenzaban a colarse entre sus muslos.
—Lo siento, Alastor —suspiro ella su nombre, introduciendo uno de sus dedos en su propia intimidad humedecida por su deseo—. No creo que sea capaz de alejarme tan fácil.
Sin embargo, la puerta se abrió de repente y aunque intentó voltear, un par de brazos la tomaron de forma sorpresiva, abrazándola por la espalda.
—¿A-Alastor? —chillo ella una vez se dió cuenta de que era él. No sé dió cuenta cuando entro— ¿Qué es lo que estás haciendo? —pregunto, aunque era claro el motivo por el que estaba allí.
—Habías tardado demasiado y me preocupé de que algo te hubiera pasado —le dijo mientras pegaba su rostro contra su cabello, aspirando su aroma —. Dejaste la puerta del baño abierta, y no habría entrado de no ser porque llamaste mi nombre. Eso es un truco bastante bajo, mi querida escritora.
Charlie jadeo sonoramente, sintiendo la dura erección del obispo rozarse contra su trasero desnudo.
—Yo… no lo hice a propósito —
—¿Ah, no? —preguntó él, moviendo sus caderas contra ella, afianzándose más a su cuerpo y llevando sus manos a sus senos, masajeando los dos al mismo tiempo mientras estiraba los pezones—. Siempre pareces querer seducirme, así como ese día en el nos encontramos en la biblioteca. Acercando tu indecorosa cuerpo contra mi, como si no te dieras cuenta de lo que me generas con eso.
Charlie tembló en su tacto, su cuerpo demasiado estimulado por todo lo que estaba haciéndo. Alastor hablaba demasiado cerca de su oído, haciendo que sintiera su respiración caliente y su cuello quemara por el contacto. Gimió de forma escandalosa cuando esté le mordió el cuello, dejando una notable marca de dientes que no desaparecería en semanas.
—Eres demasiado inconsciente de lo que haces, de lo que provocas con solo un movimiento de tu cuerpo o de alguna mirada que dedicas —siguió hablando, lamió la herida enrojecida de su hombro, mientras dejaba uno de sus senos para llevar su mano hacia su intimidad—. ¿Acaso este era tu plan desde el principio querida? Pareces disfrutar de tenerme a tu Merced.
La escritora no había hecho nada, no al menos con una intensión directa. Lo había deseado por tanto tiempo y de esa forma, que escucharlo admitir sus deseos por ella parecía una especie de realización personal que infló su orgullo femenino y le dejo el camino libre para responder a sus estímulos. Movió y levantó sus caderas contra este, subiendo y bajando su culo contra su paquete mientras escuchaba sisear al obispo por el contacto.
Qué glorioso era poder generar eso, y estaba deseosa de poder saber qué otras cosas podían lograr.
—Tomame —pidió, las caderas de Alastor se detuvieron en seco—. Por favor, quiero que me tomes aquí en este momento.
No supo cómo esas palabras tan osadas salieron de su boca, pero se sintió bien decirlas. Había estado aguantando tanto y había tenido tanto miedo por un momento que cuando Alastor se arrojó contra ella y la abrazo por detrás, supo que no era la única con el deseo de continuar aquella relación tan prohibida que habían iniciado.
Con rapidez, el obispo abrió la bragueta de su pantalón, dejándolos caer al suelo mientras posicionada su miembro contra los pliegues húmedos de su entrada. No tuvo que hacer mucha presión cuando esté entro por completo, logrando que ambos gimieron al unísono cuando la estrechez de su interior lo contuvo hasta que salió y entró de nuevo, en un ritmo continuo.
Charlie trataba de sostenerse contra el soporte del lavabo, tratando de evitar su propio reflejo en el espejo. No podía verse, tenía demasiada pena para ver si rostro deformado por el placer y la lujuria.
Sin embargo, la mano de Alastor llegó hasta su mentón, obligándola a mirarse mientras él se reía, aunque había un tono ahogado en su voz.
—No apartes la mirada —susurro, mientras contenía su rostro para que viera su expresión sonrojada y sudorosa, con su boca entreabierta consumida por los gemidos que no podía parar de emitir—.
¿Esa era ella? No sé reconocía…
Alguien tan corrupto, tan inmoral pero deseada a ese nivel, que no le importo lo demás que pudiera reflejar.
Gimió y cerro sus ojos, presa del placer cuando Alastor rozo aquella zona sensible en su interior, si seguía de ese modo podría volverse loca.
Aún así, el obispo pareció querer enloquecerla, masajeando sus nalgas mientras movía furiosamente sus caderas, rozando la línea divisoria entre su vagina y su ano, tomando un poco de sus fluidos para introducir uno de sus dedos en su culo, logrando que los gimiteos desesperados aumentarán de tono.
—Me vas a romper —lloriqueo ella, presa de un placer nunca antes sentido mientras Lastor jugueteaba con ella como le venía en gana sin dejar de mover sus caderas contra ella. Era demasiado el placer y sentía que estaba demasiado cerca. Se correría nuevamente a ese paso y sin poder evitarlo, deseo que se corriera nuevamente dentro de ella.
Necesitaba que lo hiciera dentro de ella, estaba tan deseosa de sentirlo que empezó a sollozar más y más mientras notaba la tensión en sus piernas y el calor a punto de explotar en su interior.
—Voy a correrme, oh por dios, voy a correrme —decía incapaz de aguantarse por más tiempo, las caderas de Alastor solo la golpearon con mas brutalidad mientras el seguía masajeando su culo sin piedad.
—Hazlo querida, correte para mí —le dijo y eso fue lo último que pudo soportar antes de dar un último chillido cuando sintió un líquido caliente derramarse dentro de ella, alcanzando la liberación al mismo tiempo que Alastor se apretaba contra ella, corriéndose bajo un jadeo en su oído mientras todo el cuerpo de Charlie temblaba hasta que no pudo más y terminó recostada contra el frío porcelanato del baño.
El sonido de sus respiraciones agotadas continuo un rato más hasta que Alastor finalmente salió dentro de ella, dejando fluir el resto de su semilla caliente entre sus piernas. Charlie suspiró antes de voltearse para verlo, quedando su respiración ahogada cuando lo encontró con todo su cabello despeinado y sus lentes abandonados en alguna parte de su cabeza.
Estaba hecho un completo desastre y era debido a ella. Aquel sentimiento hizo que se sintiera en verdad poderosa e impulsó su valentía para elevarse de puntillas y darle un beso que para su gusto fue correspondido. Al separarse, una sonrisa traviesa surcó su rostro mientras llevaba sus dos brazos por detrás del cuello de este.
—Parece que somos cómplices en este curioso trato, Obispo Gallow.
Alastor se miró un segundo sorprendido, antes de soltar una escueta carcajada y sostener a Charlie de sus caderas, acercándola más.
—Es uno de los mejores tratos que he cerrado en mi vida, señorita Morningstar —respondió y rozó nuevamente sus caderas contra ella, dejándole notar su nueva erección—. Además, quizás aún necesite un poco más de su atención en esta área.
—Bueno, aún es muy temprano, puedo irme después del almuerzo si no tiene problema —susurro, sus labios ya rozando los de él.
—Me parece perfecto.Oh, de verdad no saben lo que estoy luchando para subir cada capítulo en los días que corresponden, este es un reto personal y un placer culposo que disfruto demasiado, y sinceramente, leer sus comentarios hacen que el esfuerzo valgan la pena. ¿Saben que este fanfic nació a partir de una insólita noticia de Facebook sobre la relación entre un sacerdote de una iglesia en EEUU y una escritora de novelas gráficas para adultos? Mi mente voló y aquí está el resultado, cada día soy más feliz por esto jejeje Espero que les haya gustado y nos leemos mañana si todo va bien.
PD: Prepárense para la reacción de Ángel, nuestro confidente es la expresión pura del fandom.
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Divino pecado
أدب الهواةEn un pequeño pueblo de la vieja Luisiana donde las tradiciones se entrelazan con los secretos más oscuros, Charlie, una escritora de novela rosa, se encuentra atrapada en un bloqueo creativo. Desesperada por inspiración, su vida da un giro inespera...