Perdóname, padre, porque he pecado.
Eran los pensamientos de Charlotte Morningstar en ese momento. Ella no podía catalogarse como una mujer purista y devota, aunque sí bastante creyente. Criada en el seno de una familia liberar y agnóstica, fueron siempre la vergüenza de la familia extendida de su padre, quien era rico de cuna, pero abandonó todo para casarse con su madre quien era la cantante de un bar clandestino, en los barrios viejos de New York. Eso los obligó a escapar para luego casarse en otro estado e irse moviendo de lugar en lugar hasta que finalmente se establecieron en el sur de Luisiana, donde la vida era más austera y nadie los conocía. Estaban en un lugar místico y colorido, diferente al gris y rígido New York donde ambos se criaron. Pero fue esa nueva libertad lo que les dio la oportunidad de crecer y criar a su hija con amor y pensamientos liberales, tan diferentes a los de su época. Que triste el destino que se los llevó tan pronto, con Charlotte siendo apenas una joven en prácticas para participar como asistente dentro del periodico local. La tristeza la desconsolo mucho tiempo, pero también obtuvo una especie de iluminación, queriendo afrontar y pasar los límites que por mucho tiempo se había autoimpuesto: ella quería ser escritora. Quería escribir cuentos y novelas para mujeres de todas las edades, donde pudieran expresar con libertad sus sentimientos más profundos, sin el temor de ser juzgadas. Y no tuvo mala recepción, su editora en jefe, Rosie McGregor, era una viuda muy entusiasta y con ideas bastante jocosas puesto que ella era la escritora en jefe de la columna de chismes del pueblo, por lo que ambas se divertían mucho con eso. El problema surgió cuando empezó a perder inspiración. Hiciera lo que hiciera no lograba dar con las ideas para el siguiente número de su columna, pidió incluso un poco de ayuda a su mejor amigo Anthony, quien era mejor conocido como Ángel Dust gracias a sus actos nocturnos en el cabaret de Lady Minzy al sur de la calle principal. No obstante, este halló el hecho un poco divertido, haciendo alusión a su nula experiencia sexual.
—Quizás deberías encontrar a alguien con quien follar para iluminarte un poco —fue lo que le dijo, y Charlie supo que estaba perdida.
Un día de repente, la molesta Katie Killjoy de la sección de noticias pasó por su escritorio lleno de novelas buscando algún tipo de pelea. Ambas siempre habían tenido una especie de choque desde que Charlie entró a trabajar en el periodico local. Fue bastante bien recibida gracias a que el principal inversor del periodico, Sir Pentious, era un viejo amigo de su padre. Eso fue todo para que los comentarios desdeñosos y sórdidos de la reportera comenzarán a llegar día a día, y aunque intentó esquivarlos siempre, esta vez sencillamente no hubo forma de pararla.
—Parece que se te han acabado las cochinas ideas para tu columna de mierda, quizás sea momento de que consigas otro empleo, Morningstar —expresó rodeando el escritorio, tomo uno
—Por favor vete, estoy muy ocupada —respondió tomando el libro de vuelta, Katie hizo una mueca con sus labios para luego acercarse más a ella.
—Dios te está castigando por tu indecorosa forma de escribir, deberías intentar confesarte a ver si esto te ayuda, aunque sinceramente no creó que eso pueda suceder —respondió burlona antes de irse de la oficina. Rosie, quien iba llegando, la miró con mala cara antes de llevar una taza de té al escritorio de una agotada Charlie.
—¿Todo bien cariño? —le pregunto con preocupación en su voz, pero la joven escritora esbozó una sonrisa, moviendo su mano para aminorar la situación.
—Todo está bien, no hay problema —respondió.
Pero si había un problema. Uno muy grande y que si no lo resolvía pronto, tendría que cerrar la columna para siempre y darle el espacio a alguien más. Fue entonces que volvió a su cabeza la frase dicha por Katie ¿esto era una especie de castigo divino por sus deshonrosas palabras? A ese punto ya estaba demasiado desesperada por lo que decidió optar por lo único que le quedaba que fue ir a la misa para despejar su mente y admitir sus pecados. Quizás si tenía suerte, el cielo o el infierno le darían una especie de recompensa para así seguir escribiendo.
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Divino pecado
FanfictionEn un pequeño pueblo de la vieja Luisiana donde las tradiciones se entrelazan con los secretos más oscuros, Charlie, una escritora de novela rosa, se encuentra atrapada en un bloqueo creativo. Desesperada por inspiración, su vida da un giro inespera...