XVII

63 18 1
                                    

Las semanas habían pasado volando para Charlie, y cada día había estado marcado por la presión de completar su columna para la revista rosa. Finalmente, ese día había llegado. Rosie, con su mirada atenta y su sonrisa cálida, revisaba el manuscrito con un aire de concentración. Al terminar de leer, dejó el documento a un lado y miró a Charlie con una expresión de aprobación.
—¡Lo has logrado! —exclamó, su voz llena de entusiasmo—. Has pasado la prueba.
Un suspiro de alivio escapó de los labios de Charlie. La carga de semanas de trabajo arduo se desvaneció en un instante. Había sido un proceso extenuante, lleno de dudas y noches en vela, pero ahora, al ver la satisfacción en el rostro de Rosie, todo parecía haber valido la pena.
Rosie, aún sonriendo, se inclinó un poco hacia adelante, sus ojos brillando con complicidad.
—No puedo creer lo mucho que has evolucionado. No sólo en descripciones y narrativa, sino también en el contexto emocional y sensorial. La historia es demasiado buena y atrpante —comento y Charlie se sintió bastante orgullosa de sí misma al recibir esos elogios.
—Me honra mucho que me digas eso, me costó mucho llegar a terminarlo —admitió un poco nerviosa. Rosie colocó una mano sobre su hombro, para animarla.
—Pero todo ha salido bien —mencionó—.  Pero hay algo que me  ha estado llamando la atención sobre todo esto.
—¿Qué cosa? —pregunto curiosa.
—Dime, Charlie ¿has conseguido novio?
Los colores subieron al rostro de Charlie al escuchar la pregunta. Todo su cuerpo se estremeció y se levantó de su asiento, mirando a la editora como si hubiera sido descubierta en un tremendo ardite.
—¿P-P-Por qué lo pregunta?—tartamudeó, tratando de disimular su sorpresa.
Rosie lanzó una sutil carcajada, mirando a la escritora con confidencia.
—Bueno querida, soy unos cuantos años mayor que tú e incluso, enviude una vez, no puedes engañar a mi ojo experto —mencionó—. Además, tienes un notorio chupetón en el borde del hombro.
Se cubrió rápidamente el cuello con todo el rostro pintado de un brillante rojo ¡No podía ser posible! Entonces recordó cómo la tarde anterior Alastor y ella habían estado repasando los artículos que habían sido redactados para la revista conmemorativa, los cuales finalmente habían pasado la edición final y podían ser enviados a la imprenta. Por un momento todo fue bien, hasta que decidieron tomar un descanso. Eran siete los artículos  elaborados para la revista y ya habían revisado cinco de ellos en hora y media por lo que decidieron tomar una taza de café con unas galletas que trajo para compartir antes de retomar la revisión.
Mientras Alastor se perdía en la cocina, la escritora solo pudo recostarse del acolchado del sillón donde estaba. Había estado trabajando en su propia novela sin parar durante todas esas noches, por lo que estaba algo agotada. Esperaba que luego de toda la inspiración que había logrado en esos meses, su novela finalmente fuera aprobada para ser publicada en la revista.
No obstante, se vio sorprendida cuando dos escurridizas manos se posaron sobre sus pecho, acariciando con suavidad los montículos por encima de la ropa.
—¿Alastor? —dijo, abriendo los ojos de golpe—. ¿Qué es lo que estás haciendo? —pregunto tratando de voltearse para encararlo—. Estamos aún trabajando —le recordó. Pero el obispo no sólo continuó, sino que se burló un poco de ella cuando esta gimió al apretar un poco más la suavidad de su carne.
—Estoy tomando mi descanso como es debido, señorita Morningstar —expresó, Charlie jadeo cuando sus manos frías abrieron los botones de su blusa y masajearon la piel de sus senos de forma directa.
—No… debemos retrasarnos —menciono, pero Alastor solo dio un beso en su oído a la par que pellizcaba uno de sus pezones, haciendo oídos sordos lo que le decía.
Se tapó la boca cuando el obispo empezó a estirar la sensible piel de sus pezones, dando algunos movimientos circulares antes de volver a pellizcarlos y repetir todo de nuevo.
—Quisiera intentar algo querida —expresó de forma repentina soltando sus senos y dando un ligero segundo para que Charlie respirara. No obstante, este solo dio la vuelta para quedar arrodillado frente a ella, antes de atacar fieramente sus pechos como un animal salvaje.
No solo beso y los chupo enérgicamente, sino que también usó sus uñas para aruñarlos levemente, causando un nuevo nivel de placer que Charlie no había pensado experimentar.
—Viene… Algo viene —apenas fue capaz de decir, sus piernas estaban tensas y temblando, el interior de su núcleo estaba demasiado caliente, casi a punto de explotar. Entonces, sus dientes se afincaron en uno de los pezones ya sobreestimulados y Charlie apenas pudo afianzarse a la espalda de Alastor cuando sintió el repentino orgasmo tomarla desprevenida.
Nunca se había corrido unicamente por la estimulación de sus senos, y tenía que reconocer que había sido una experiencia gratamente placentera. Aun así…
—¡Alastor! —chillo completamente indignada de que nuevamente se hubiera distraído, aun cuando muchas veces le pidió que se concentrará para no dejar las actividades que tenían de por medio. Este intento disculparse, diciendo que la había encontrado tan tranquila que simplemente no pudo evitarlo, pero Charlie no estaba contenta, porque el tiempo seguía pasando y tenía que hacer otra tarea saliendo de ese lugar.
A regañadientes lo hizo volver a poner atención a su trabajo ya que esa misma tarde tenía que llevarlos a la imprenta, pero fue completamente en vano, no importa lo rápido que corrió, sencillamente la revista de prueba terminó siendo aplazada por una edición especial del periodico que se publico esa tarde.
Ya había sido bastante malo el tener que indicarle a su editora que la muestra se atrasaría, sino que también había notado la gran marca rojiza en su hombro por quien sabe cuanto tiempo, todo porque Alastor no pudo tener sus manos quietas.
Igualmente, la mujer de mediana edad no parecía considerar ese hecho como algo malo, simplemente lo tomó con cierta diversión, aprovechando la privacidad que tenían al no haber más nadie en la oficina esa mañana.
—Está bien tener uno, ¿sabes? —dijo Rosie, riendo suavemente—. He notado tu buen humor y esas escapadas repentinas después del horario de oficina.
Charlie no sabía qué decir. Había sido cuidadosa todo este tiempo, pero al parecer había olvidado lo perspicaz que era su editora en jefe. Respiro hondo y se sentó de nuevo, tratando de calmarse. Ella solo imaginaba que tenía novio, no sabía quién exactamente. Solo debía actuar como si nada.
—No, bueno, no diría que estoy saliendo con alguien en el sentido formal de la palabra —le dijo con un poco de pena. Era una verdad a medias, aunque llevaban casi cuatro meses interactuando y teniendo aventuras nocturnas entre ellos, al final Alastor y ella no eran nada, quizas podrian catalogarse como amantes, pero ni siquiera había certeza de que hubiera sentimientos de por medio, no al menos de parte del Obispo.
—Está bien si no quieres decir nada, no es una obligación que me cuentes, pero —hizo una leve pausa—... Me alegra mucho verte así. Es bueno estar enamorado
La calidez de las palabras de Rosie la envolvía, pero la insinuación la dejaba mucho más pensativa de lo que ya estaba. ¿Enamorada? ¿Como que estaba enamorada? El calor volvió a su rostro casi como si no estuviera dispuesto a dejarla en paz por ese día. No podía estar enamorada, eso sería un error muy grave. La relación de Alastor y ella era solo algo meramente carnal, no podía permitirse enamorarse de él.
Pero…
Con la sola mención de ese hecho su corazón se había acelerado y su mente había volado de inmediato a la deslumbrante sonrisa de aquel coqueto obispo que había estado rodeando alrededor de ella durante esos últimos cuatro meses ¿Ella amaba a Alastor? ¿Desde cuándo? ¿Era tan obvio para los demás ese hecho, o solo lo era para Rosie? La pregunta resonaba en su mente, pero antes de que pudiera profundizar en sus pensamientos, la puerta se abrió de golpe, y Alastor apareció en el umbral.
—¡Hola, señoritas! Que calurosa mañana estamos pasando, como se nota que estamos entrando en verano—saludó con su característica energía, su voz resonante llenando el espacio.
Rosie lo recibió con un alegre saludo, invitándolo a pasar.
—¡Alastor! Amigo mio —simuló darle unos besos en las mejillas, afinandose cariñosamente a su brazo—. Disculpa por hacerte venir hoy, la imprenta tardó un poco más en imprimir el modelo para la edición, así que aun no podremos discutir la muestra final de lo que será la revista conmemorativa.
Este movió la mano, despreocupado.
—No es problema en absoluto —respondió Alastor, con una sonrisa amplia—. Considerando que hemos llegado a este punto en menos de tres meses, me parece excelente que ya tengamos el modelo terminado.
Charlie observó cómo la dinámica entre Rosie y Alastor era fluida y natural. Su presencia iluminaba la habitación, y aunque la tensión anterior se disipó, una nueva incertidumbre comenzó a formarse en su interior. Al parecer eran amigos desde  hacía mucho tiempo, pero no podía precisar desde cuando. En sí mismo, ni siquiera sabía nada de Alastor más allá de lo que todo el mundo conocía y de sus interacciones secretas. Por eso, sentía que el hecho de siquiera albergar sentimientos por él era en demás incorrecto, ya se había arriesgado demasiado con su relación indecorosa ¿Ahora le sumaria a eso una relación de amor no correspondido? Podría llegar a volverse loca.
De repente, Alastor se volvió hacia ella, su mirada curiosa.
—¿Y tú, Charlie? ¿Cómo va todo?
En su sitió, la escritora saltó cuando la voz suave del obispo se dirigió a ella.  Aún seguía muy alterada por la conversación anterior, por lo que su corazón seguía aún latiendo con fuerza. No estaba actuando como debía, así que intentó calmarse. No podía dejarse en evidencia tan fácilmente. Así que solo sonrió, intentando proyectar confianza.
—Todo bien, gracias. Solo estábamos revisando una de nuestras columnas antes de enviarla a la imprenta —respondió, tratando de que no se diera cuenta de su propio temblor en el tono de su voz.
Aun así, este ladeo el rostro, mirándola confundido.
—¿Estabas escribiendo tu columna al mismo tiempo que la revista conmemorativa? —pregunto.
—¿Eh? ¿Si? —contestó ella.
Entonces, de forma cariñosa le acarició el cabello, abrazándola de lado mientras reía orgullosamente. Para ese punto, ella estaba quieta sin entender el porqué de sus acciones.
—Debo decirte, Charlie, que has hecho un trabajo increíble. No solo has liderado todo este proyecto, sino que lo has llevado al simultáneo con el resto de tus obligaciones. Estoy muy impresionado.
Los colores volvieron a subir al rostro de Charlie, y su nerviosismo se hizo evidente.
—Oh, no es para tanto... —intentó restarle importancia, sintiéndose un poco abrumada por los elogios. Después de todo, no estaba nada acostumbrada.
—¡Claro que sí! Por eso, como agradecimiento, me gustaría invitarte a cenar. —Alastor sonrió con una confianza que hacía difícil negarse.
Charlie se sonrojó aún más, mirando hacia todos lados ¿Qué es lo que le pasaba justo ese día? Estaba actuando demasiado cariñoso incluso en público ¿No le importaba lo que pensara Rosie?
—No, no, realmente no es necesario... —respondió, sintiéndose atrapada entre la cortesía y su timidez.
—Vamos, Charlie. Te lo mereces —insistió Alastor, acercándose un poco más, su tono cariñoso y persuasivo hizo que Charlie se sintiera mucho más acorralada—. ¿No crees que debes tener un ligero descanso después de tanto trabajo? ¿No piensas igual, Rosie?
—Si, pienso que sería algo genial —contestó ella.
Oh, no. Si todo seguía ese camino terminaría en una cena con cierto tono “romántico” con el obispo y Charlie estaba segura cómo podría escaparse de eso. Estaba tan nerviosa en ese momento que sentía que podía morir. No estaba segura de que haría si terminaba a solas con él luego de ese descubrimiento, estaba segura que terminaría haciendo una estupidez.
No obstante, tuvo una idea.
—Entonces ¿Iremos los tres a cenar? —pregunto de forma inocente mirando a ambos.
La sonrisa confiada de Alastor tembló ligeramente y Charlie sabía que estaba siendo un poco infantil, pero quizás era lo mejor.
Pero, como si dios la estuviera abandonando en ese momento, Rosie levantó una de sus manos, indicando que tenía algo que decir.
—Lo siento querida, recuerda que hoy tengo una reunión con nuestra querida amiga Killjoy sobre el caso de asesinato que hubo recientemente en el pueblo vecino —menciono ella rompiendo en el proceso todas sus esperanzas de no quedarse a solas con Alastor—. Pero no se preocupen por mí, vayan a disfrutar la cena sin mi —dijo antes de darle a Charlie una significativa mirada—. Es algo que te mereces cariño, has hecho un excelente trabajo, a veces es bueno que nos recompensen por ello —mencionó ella haciendo que la joven mujer no supiera cómo negarse ahora.
—Está bien, aceptaré la cena —dijo, aunque su voz temblaba ligeramente.
Alastor sonrió triunfante.
—¡Perfecto! —exclamó, su entusiasmo palpable—. Pasaré por ti a las cinco, mientras tanto las dejaré trabajar de nuevo. Nos vemos luego señoritas.
La escritora regresó a su escritorio escondiendo su rostro sin saber que hacer para evitar que su mente comenzará a sobrepensar todo ese asunto, mientras que su editora tenía su atención puesta en ella, aunque Charlie no se hubiera dado cuenta.
Hasta ese momento, Rosie había estado observando toda su interacción desde un rincón, sin decir nada. Siendo sincera, no pudo evitar sentirse sorprendida por la cercanía entre ellos. Sabía de primera que ambos habían tenido que reunirse de forma continuada en los últimos cuatro meses para conversar, planificar y realizar todos los detalles que estarían plasmados en la revista conmemorativa por los 150 años de la iglesia. Aun así, como ella solo se reunía con los dos juntos en contadas ocasiones, no pudo precisar bien hasta ese día la curiosa interacción que parecía haber entre ellos. Una tensión extraña y cargada, de algo más que estaba escondiéndose en esas sonrisas que se dedicaban. Sumado a ello el nerviosismo de Charlie ante su presencia, era demasiado sospechoso. Claro, no era raro que muchas mujeres quedaran completamente enamoradas del obispo, eso había sucedido desde mucho antes de que este siquiera hubiera considerado ingresar al seminario a la tierna edad de 16 años. Por eso, que Charlie tuviera un enamoramiento por él no sería demasiado extraño. Lo que llamaba su atención en todo el asunto era el modo en como Alastor actuaba con ella.
Desde que lo conocía, su buen amigo siempre había sido una persona bastante sociable e incluso, un poco coqueto para ser un obispo. El tipo sabía que atraía las miradas de quien lo viera y él aprovechaba ese hecho para usarlo en su favor. Ya que Rosie lo conocía desde que aún era un niño, sencillamente nunca cayó en sus juegos y terminó siendo muy transparente para ella. Por eso no le era difícil que el modo en el que actuaba con Charlie era diferente al modo en como actuaba con el resto de las personas. Tan cercano, tan risueño al punto de actuar como una especie de tonto cerca de ella, y sobre todo, el contacto fisico. Todo eso era claro para ella, pero quizás no era obvio para ambos. No sabía en qué punto estaba su relación o si siquiera había alguna, las palabras de su querida niña ahora cobraban un fuerte sentido y se sintió preocupada que todo terminara mal para ambos.
Aun así, ella no tenía la potestad para interferir en algo que solo ellos dos podían  lograr que cambiara, así que decidió mantenerse en silencio, solo para observar un poco más hacia donde iría todo.
Solo esperaba que todo fuera bien al final.

Divino pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora