En un pequeño pueblo de la vieja Luisiana donde las tradiciones se entrelazan con los secretos más oscuros, Charlie, una escritora de novela rosa, se encuentra atrapada en un bloqueo creativo. Desesperada por inspiración, su vida da un giro inespera...
—¡Se lo chupaste! —La voz atónita y emocionada de Ángel resonó en la pequeña habitación mientras el rostro de Charlie enrojecía. Dio unos pasos por el cuarto, como si asimilaba la información y luego se volteara a su amiga, arrodillado a su nivel—. ¿Se la chupaste? —pregunto ahora con cierta duda y bajando un poco la voz, Charlie asintió, bastante avergonzada—. ¡Sabía que eras una perra sucia! —celebró mientras la escritora se cubría el rostro. —No se como te estoy diciendo esto —admitió ella con pesar y vergüenza—. Esto no puede salir de aquí —le pidió, su querido amigo solo bufo, demasiado divertido por el asunto. —¿Que te cogiste al caliente Obispo Gallow o que solo chupaste como una verdadera zorra experimentada? —preguntó este con burla, Charlie le dio un golpe en su hombro, apartandolo de ella. —Ambas cosas —dijo—. Especialmente a Vaggie, ella no puede saber nada de esto. De todas las personas posibles, la que menos debía enterarse era su mejor amiga. —No entiendo porque tienes que preocuparte tanto por lo que hagas, eres una mujer adulta de casi 30 años —le espetó como si fuera obvio, y tenía razón, pero no era por eso que Charlie prefería guardarse esa información. —No es por el acto en si, es con quien lo hice —dijo pasando por la puerta y llegando a la sala de su departamento para preparar algo de comer—. De por sí es muy deshonroso el hecho de mantener un contacto inapropiado con un miembro de la iglesia, pero que de todos estos sea con el obispo, puede causar un gran escándalo y no quiero que se vea afectado —expresó—. Además… Desde el principio Vaggie me dijo que tuviera cuidado con él, pero no me explico porque. Sin embargo, Ángel le lanzó una mirada burlona mientras se sentaba en uno de los taburetes del comedor, recibiendo una taza de café que Charlie preparó. —Para ser justos ¿Ella confía en algún hombre? —cuestiono jocoso, y la escritora se encogió de hombros, sin saber cómo responder a eso. Desde el principio —Sea como sea, necesito que me ayudes a tapar estos chupetones, puedo usar algunos cuellos de tortuga en el trabajo pero quede de verme con Vaggie a mitad de semana para revisar los nuevos registros del orfanato y estoy segura que no van a desaparecer para ese momento —dijo. El joven de cabello lanzó una carcajada al aire, extendiendo su mano para bajar solo un poco el cuello de su camisa, dejando ver las marcas de besos y mordidas que tenía su hombro izquierdo. —Uff, ojalá ser yo, quien diría que ese escuálido Obispo sería toda una bestia sexual, aunque he visto de primera mano que los más recatados terminan siendo diablos en la cama —comentó logrando que los colores volvieran de nuevo a Charlie—. No te preocupes, tu prostituto favorito te dejará como si hubieras vuelto a ser virgen. —No digas cosas como esas, dan asco —exclamó. Fue entonces que recordó un detalles muy importante y la vergüenza volvió a consumirla, pensando bien como podría abordar ese nuevo tema tan incómodo—. Tan bien… quería ver si podías encontrar entre todos tus contactos una ginecóloga que… no haga tantas preguntas. —No hay problema muñequita, siempre es bueno cuidar la salud cuando se comienza a follar. Hay una buena amiga mía que tiene un consultorio y es legal, así que no te preocupes. —También… querría verificar que bueno… no este embarazada en este momento, aunque tome algo para evitarlo, pero es mejor corroborar todo —expresó. Ángel la miró algo extrañado, cuando su mente conectó las ideas y se levantó de su asiento, impresionado. —¡Eres toda una perra sucia! ¡Lo hicieron a pelo! —Estaba escandalizado y definitivamente Charlie quería morirse—. Por eso es que te entregué los preservativos, conozco bien las hormonas de los virgenes, no se contienen para nada ¿Buscaste al menos tomar la pildora de emergencia? —Lo hice —este suspiro aliviado. —Que bueno, más que por un escándalo social, yo me preocuparía de un embarazo no deseado —admitió este—. Se que serías buena madre, pero no creo que quieras serlo en estas circunstancias ¿Verdad? Charlie asintió. Después de todo, Alastor y ella solo estaban teniendo una relación casual, no podían desarrollar sentimientos de por medio y mucho menos, podía arriesgarse a tener un bebe en esas circunstancias. Si era sincera, en algún momento de verdad soñó con conocer a alguien, casarse y tener una relación romántica como la que tuvieron sus padres desde el inicio hasta el final. Un amor recíproco, dedicado y entregado capaz de superar todas las dificultades. Y en un momento pensó que lo podría tener, pero todo fue una vil ilusión que terminó cuando sus padres murieron. —Por el momento, te recomendaría que no hicieras nada hasta estar seguros, o al menos, lo hicieran usando los preservativos que te dí desde el principio —Charlie se encogió, era tan idílico ser regañada por Ángel cuando normalmente era al revés—. Por dios, quién diría que eras una sucia engabetada, aunque por lo que escribías debí imaginarmelo ¿Como va todo el asunto de la revista? —Sin problemas, ya complete el borrador final, mañana se lo presentaré a Rosie —expresó. Una vez que regresó a su casa dos días después de lo esperado, retomó sus escritos terminando de agregar todos los detalles e incluso nuevas escenas que enriquecieron todo el panorama de la historia. Estaba segura que esta vez sí podrían publicarla y ya tenía otros dos títulos más pensados para los siguientes números. —Casi pareciera como su varita mágica vino a resolver todos sus problemas —comentó con sorna—. Bueno, estoy actuando de forma muy envidiosa, siempre debe celebrarse cuando han cogido bien a una amiga. Pero aun así, toma tus previsiones, no quiero ser tío tan joven —y llevo sus manos sobre su cuerpo, posando como si estuviera para una revista. La escritora se rió y le agradeció profundamente por ayudarla tanto. Se despidieron luego de un rato, habiendo explicado cómo y con que debía cubrir las marcas que estaban en su hombro y cuello. Suspiro una vez se recostó en su cama, recordando todo lo que hicieron los dos días que estuvo allí. Jamas imagino que Alastor fuera tan apasionado y duro en el sexo, sentía cierto aire egocentrico cuando le veia, pero ahora sabía que si lo era, especialmente le gustaba ser un poco sadico, buscando que admitiera cuanto quería que hiciera algo aun cuando se moría de verguenza con todo lo que hacían. Miró el reloj de su pared, que marcaba las siete de la noche. Su corazón latió con expectación, sabiendo lo que pasaría en unas horas. Se dio un rápido baño con el objetivo de calmarse y acicalarse un poco, la última vez había ido sin prepararse como era debido y aunque a Alastor no pareció importarle, ella si sentía algo incomoda con el vello de su zona íntima. Nunca en su vida pensó que estarían tan pendiente de esas cosas, pero hizo lo posible por mantenerse calmada una vez salió del baño y se vistió. Esta vez si utilizo un vestido fácil de poner y quitar, para evitar los inconvenientes de los pantalones. Habían acordado verse las noches en las que los monaguillos estaban fuera de sus funciones e iban a visitar a sus familias, por lo que no habría nadie que la pudiera ver una vez llegara a la iglesia. Igualmente, decidió usar el velo que usaban todas las ancianas para ir a la misa, por si algún curioso la veía, creería que estaba pagando una penitencia por los pecados realizados, aunque lo que en realidad iba a hacer era fundirse en el pecado original. Cuando llegó la hora, respiró hondo, ya había decidido que haría esto. Aprovecho la oscuridad de la noche, bajo el manto de estrellas titilantes para avanzar con paso decidido hacia la iglesia. Con pasos acelerados, solo puede evocar un mismo nombre en su cabeza mientras siente una mezcla de nerviosismo y emoción mientras se acerca a la entrada. Al cruzar el umbral, el aroma a cera y madera envejecida la envuelve, trayendo consigo una sensación de calma. Las velas parpadean suavemente, proyectando sombras danzantes en las paredes de piedra, creando un ambiente casi místico. Su mirada se desplaza por los largos bancos de la iglesia, vacíos y silenciosos, hasta llegar al altar. Después de unos momentos de contemplación, Charlie se arrodilla ante la estatua de Cristo, su mente llena de pensamientos y sentimientos contradictorios. Cierra los ojos y, en un susurro, parece pedir perdón por lo que está a punto de suceder. La tensión en el aire es palpable, y el silencio de la iglesia se siente casi sagrado. De repente, una sonora carcajada resuena por todo el lugar, rompiendo la atmósfera reverente. Es Alastor, que ha llegado, su risa vibrante y contagiosa llenando el espacio. Charlie se sobresalta, abriendo los ojos, y una sonrisa involuntaria surge en su rostro. Allí está. Se queda un instante en su sitió, admirando su presencia, la forma en que la luz de las velas juegan en sus rasgos. Como siempre, queda prendada de cómo su postura irradia confianza y misterio, y su corazón late más rápido al contemplarlo. Camina hacía él impulsada por una fuerza invisible y se abraza a él, no puede evitarlo. No cuando estuvo añorando esos días que no pudo verlo. —¿Te parece gracioso, verdad? —dice ella, un poco avergonzada, aunque su corazón se siente ligero ante su presencia. —Solo un poco —responde él, acercándose con un brillo juguetón en sus ojos—. Eres demasiado amable incluso con una figura de cerámica vacía. —Hablas como si no fueras el obispo de esta iglesia —le dijo, no con la intensión de regañarlo, pero sí con cierto juego en sus palabras, Alastor acarició su cabello suavemente mientras Charlie disfrutaba del contacto. —Tienes razón, es justo cuando estoy contigo qué puedo olvidar un momento mi investidura —expresó—. Esto es lo que me haces, mi querida Charlie. Aquellas palabras hicieron que su corazón emocionado revoloteara en su pecho al mismo tiempo que sus muslos se frotaron con expectación. La iglesia, con su ambiente sagrado, era ahora su escenario de encuentro clandestino, donde lo prohibido y lo apasionado se entrelazan en la penumbra. Cerró los ojos cuando una de sus manos bajó por sus caderas y acarició su trasero cubierto por su falda. —Esta vez viniste con ropas adecuadas —comentó, sus labios fueron directo a su cuello, donde aspiro su dulce aroma a frutas cítricas, levantó con su otra mano el dobladillo de su falda, rozando directamente la piel de sus nalgas mientras la escritora jadeaba, gustosa. —Si —afirmo, empezando a frotarse contra él, apretando sus senos contra su pecho como había notado que le gustaba—... Estaba deseosa de verte. Su cuerpo empezó a reaccionar y ella se sintió victoriosa. Casi de inmediato, siente como su agarre se afianza en su cadera y se apodera de sus labios mientras le corresponde gustosa ¿Como iba a ser capaz de dejar aquello? Era el segundo encuentro que tenían pero sentía que no podía parar. Mucho menos cuando él dominaba su boca y consumía todo su aliento hasta dejarla jadeando por más. Sus ojos oscurecidos lograron que se estremeciera y un pensamiento loco volviera a su cabeza. Aprovechando la ligera separación luego del beso, dio unos pasos hacia atrás para luego arrodillarse a unos centímetros del obispo. Este la miró, conteniendo el aliento. —¿Puedo…. puedo tomarte en mi boca otra vez? —pregunto. Aunque había un ligero temblor de vergüenza en su voz, sus ojos brillaban de determinación por ofrecerle al menos un poco del placer del que pudo sentir de forma anterior. Noto como sus mejillas se enrojecieron ligeramente mientras una sonrisa oscura surcaba todo su rostro. Como un zorro acechando su presa, se acercó a ella y la tomó con firmeza del mentón con su mano, había puesto cierta presión para que abriera un poco su boca. La tensión empezó a sentirla nuevamente en su vientre bajo. —Eres en verdad una chica muy indecente, señorita escritora —comentó, su voz ronca hizo que Charlie se humedeciera y soltara un ligero jadeo, que solo hizo que Alastor se congraciara aún más—. Saca la lengua. De forma obediente hizo lo que le dijo, dejando su lengua a la vista mientras este se agachaba un poco para quedar casi a su altura. Había esperado que volviera a levantarse para retirar la correa y desabrochar sus pantalones, pero en lugar de eso lamió su lengua, compartiendo un baile indecoroso mientras volvía a besarla, está vez con mucha más intensidad. La beso, se alejó un poco mientras la saliva fluía de su lengua hacia ella para luego volverla a besar y repetir lo mismo mientras Charlie no podía aguantar más. Luego del último beso, Alastor la ayudó a levantarse para caminar hasta la banqueta donde la sentó en sus piernas, besandola de nuevo y abriendo sus piernas para llegar a su intimidad húmeda y apenas cubierta por la ropa interior. Introdujo dos de sus dedos, abriendolos y cerrándolos dentro de ella como tijeras mientras Charlie soltaba su boca para jadear su nombre. —Levanta un poco tus caderas querida. Asintió, tensando los músculos de sus piernas mientras veía como Alastor bajaba un poco su pantalón, masturbando un poco su pene antes de colocarse el preservativo y rozar la punta contra el borde de su entrada pero sin terminar de entrar—. Sientate sobre él —ordeno, pero está vez Charlie no pudo obedecer. —N-no puedo… no se cómo —admitió, no podía verlo bien, sus piernas temblaban demasiado y sentía que fallarían en cualquier momento. Aún así, Alastor no tuvo reparos en sostenerla, conteniendo todo su peso y ayudándola a bajar, mientras todo el cuerpo caliente y duro comenzaba a entrar dentro de ella. Su espalda se echó hacia atrás mientras todo su cuerpo convulsionaba preso de un orgasmo repentino. Estaba tan sobreestimulada por los besos que llevo a su límite demasiado tiempo. Se recostó agitada contra el pecho del obispo, mientras recuperaba el aliento. No obstante, un chillido agitado salió de sus labios cuando Alastor se movió nuevamente, esta vez tocando aquel punto sensible que había descubierto dentro de ella. —Hoy estás demasiado sensible, mi querida —comentó dichoso, las paredes internas de la escritora aún seguían apretándolo deliciosamente, pero sabia que aún podía ofrecerle mucho más—. Veamos cuánto puedes correrte antes de qué debas irte. —N-No, es demasiado —apenas pudo decir. El obispo la tenía bien sujeta de sus piernas, ayudándola a subir y bajar, permitiendo que su cuerpo cayera directamente sobre su pene y que este tocara infinitamente aquel punto que la estaba enloqueciendo. Ya si no siquiera podía diferenciar entre la fantasía y la realidad, chillo mientras más cerca estaba de un segundo orgasmo y más al escuchar los jadeos de Alastor en su oído. —Me corro, Alastor, me estoy corriendo —grito, este beso su cuello mientras seguia moviendola encima de el, la tensión en su cuerpo lo estaba llevando al limite. —Hazlo, no te contengas cariño. Ahogando otro gemido, el interior de Charlie se contrajo en un aparatoso orgasmo que pareció ser mucho más fuerte que el anterior. Gimió y lloro mientras seguia corriéndose y más cuando Alastor siguió moviéndose dentro de ella mientras se corría. A este solo le hizo falta un par de movimientos más antes de correrse también, abrazado a sus caderas mientras un escueto gemido se filtraba de sus labios. Charlie volvió a gemir, estimulada por aquel sonido que no había escuchado antes del Obispo, era tan placentero escucharlo gemir, quería seguir haciéndolo por el resto de sus días, aunque solo fuera en encuentros breves como él de esa noche. A la mañana siguiente Charlie se presentó con un terrible cansancio a la oficina mientras llevaba en su bolso el manuscrito. Había llegado pasada la una de la noche a su apartamento, tuvo bastante cuidado de no ser vista por nadie pero era innegable como su cuerpo había quedado bastante agotado por lo ocurrido previamente. Un baño caliente hizo milagros para que se durmiera casi de inmediato pero le costó mucho más levantarse de la cama en la mañana por lo mismo. Llegó al margen de la hora de entrada y sin haber desayunado nada, pero luego tomaría un descanso para comprar algo de comer. —Buenos días mi querida señorita Morningstar. El rostro de Charlie se llenó de color al verlo a tempranas horas ¡Jamás le dijo que iba a ir para su oficina al día siguiente! —¡Charlie! —la voz alegre de Rosie saltó en el aire, cantando su atención —. Justo a tiempo, Alastor ha venido para hablar con nosotras del nuevo proyecto que me comentaste el día miércoles. Me indico que ya han conversado previamente de los detalles principales —Si, tuvimos una laarga conversación y llegamos a detalles muy precisos para la creación de la revista conmemorativa. La señorita Morningstar dió todo su empeño en que quedará satisfecho con su propuesta —expreso. Los recuerdos de su primera reunión vinieron de nuevo a su mente enrojeciendo sus mejillas. Era un desgraciado, notaba en su sonrisa burlona como lo había dicho a propósito. —E-Es solo parte de mi trabajo —se limitó a decir. —Bueno, pasemos de una vez a la sala de reuniones —les dijo, llevándolos a ambos hacia el espacio. Los tres se sentaron al final de una mesa bastante alargada, con Charlie justo al frente de Alastor. Por varios minutos Alastor respondió todas las preguntas de Rosie sobre el proyecto. Luego de que todo estuviera sobre la mesa, la editora organizo las notas que tomo, mirando a su buen amigo. —Bueno, nos quedaría preparar los siguientes elementos del diseño e ir buscando las imágenes para la portada y el interior de los artículos, Alastor, tienes… De forma repentina, el obispo salto de su asiento, captando la atención de ambas mujeres. Este tenía una expresión perpleja y completamente desprevenida. —¿Qué sucedió, Alastor? ¿Pasó algo malo? —cuestionó la mujer. Este se quedó unos minutos sin decir nada, entonando su voz para volver a hablar nuevamente. —No es nada, querida. Parece que no descanse lo suficiente la noche anterior, y casi me quedo dormido —indico riendo ligeramente. Ella lo miró extrañada, eso no era común en él y que lo admitiera tan abiertamente significaba que no había dormido nada la noche anterior. —Siempre podemos reunirnos otro día, debes estar más atento a tu salud, te sobreesfuerzas demasiado —expreso con afable regalo, casi como si fuera una madre. Alastor correspondió su gesto, riendo un poco. —Tomare bien tu consejo, pero creo que es mejor afianzar los detalles que necesitan para dar inicio al proyecto, descansaré una vez retorne al convento —expreso y dió una mirada de reojo hacia Charlie, quien en un instante, le dedicó una sonrisa traviesa llena de triunfos. Alastor casi quería reírse, le había ganado. No espero que de todas las cosas posibles, aquella pequeña criatura con cara de ángel llevará uno de sus pies al borde de su cremallera en medio de una reunión donde no se encontraban solos. Subestimó su deseo de revancha y casi quiso someterla contra la mesa de ese salón y hacerle saber quién mandaba allí. Pero no importaba, siempre podía hacerlo esa misma noche en su residencia.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Lo único que puedo decir es... Te amo Ángel, eres la representación del fandom.