Capítulo 5

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La joven bruja se encontraba durmiendo en su habitación, un lugar donde las sombras danzaban en las paredes, y el aire estaba impregnado de una extraña mezcla de hierbas y flores secas. Ni siquiera en el estado más puro de vigilia su mente podía estar tranquila; las voces de las brujas susurraban en su interior, atormentándola, mientras el eco de su madre resonaba en las penumbras de su mente, llenándola de incertidumbre.

- Corazón, despierta, solo es una pesadilla - susurró una dulce voz a lo lejos. Era mi ángel.

- ¿Rio? - murmuró Agatha, todavía atrapada entre el sueño y la realidad, sintiendo cómo la neblina de la noche comenzaba a disiparse.

- Sí, corazón - respondió Rio, su voz suave como un susurro de viento entre los árboles.

En aquel sueño, Agatha había caído por las escaleras de su casa, su cuerpo agitándose mientras luchaba por mantener el equilibrio. Pero ahora, despertó en su cómoda cama, con los primeros rayos de sol filtrándose a través de la ventana, iluminando el cuarto con un tono dorado.

Sentada a su lado, Rio la observaba con su mirada profunda y penetrante. La mujer era una visión de belleza enigmática, con una piel suave como la seda y una sonrisa que parecía esconder secretos antiguos. Agatha sentía que su presencia le otorgaba una paz inmensa, como si al estar a su lado pudiera dejar atrás las pesadillas y las voces que la atormentaban.

- Hola - susurró Agatha, apenas audible.

Rio sonrió de nuevo, y con un delicado gesto, sacó un lirio de detrás de su oreja, la flor contrastaba con el negro azabache de su cabello.

- Veo que te divertiste mucho anoche en el bosque - dijo, entregándole el lirio con una sonrisa radiante.

Agatha tomó la flor con manos temblorosas, sintiendo su fragancia dulce y embriagadora. Se la llevó a la nariz, cerrando los ojos para disfrutar de su aroma, mientras su corazón latía desbocado.

- Gracias - respondió, aun sin apartar la vista de los ojos de Rio, que reflejaban un universo lleno de estrellas y misterios.

- Hay más en ti de lo que crees, Agatha - continuó Rio, su tono ahora serio pero lleno de ternura -. La noche anterior, cuando te vi conjurar magia en el bosque, recordé lo poderosa que eres. "Mágica fluit ex animo," la magia fluye del alma.

- ¿Por qué siempre me cuidas? Y... ¿Por qué siempre que me haces sentir mejor te vas? - preguntó con voz quebrada, sus palabras resonando en la soledad de la habitación. Se giró en la cama, abrazándose a sí misma, mientras sus pensamientos la asaltaban una vez más.

Rio, que había permanecido en silencio junto a la cama sentada, sonrió suavemente. Sus ojos oscuros, llenos de misterio, brillaron con un destello enigmático.

- Siempre tan curiosa... - musitó - Solo te responderé la segunda pregunta. Me gusta cuando tus ojos me observan con ese brillo, tan intensamente morado... - sus palabras llevaban una verdad oculta, una que no estaba lista para revelar completamente, aún.

Agatha, ya con los ojos cerrados y su cuerpo luchando por mantener la conciencia, susurró entre sueños:

- No quiero que te vayas... puedes quedarte...

La petición fue apenas audible, pero suficiente para hacer que Rio se acercara a la cama, su presencia suave y protectora como una sombra envolvente. Rio se colocó frente a ella, observando cómo Agatha poco a poco se relajaba y caía en un sueño profundo. El brillo morado de sus ojos aún se reflejaba en las llamas de las velas, haciendo que la atmósfera se volviera aún más mística.

Rio la observaba en silencio, sus ojos recorriendo cada detalle del rostro de Agatha. La joven dormida a su lado irradiaba una belleza tan pura, tan delicada, que resultaba casi irreal. Su piel, pálida y luminosa, parecía brillar bajo la luz que lograba entrar a la habitación, como si fuera la única luz en un mundo de sombras. Su larga cabellera castaña, desordenada y salvaje, caía sobre la almohada en suaves ondas, dándole un aire de libertad y naturaleza indomable.

Solo AgathaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora