Capítulo 23

14 2 0
                                    

Los días pasaban y la barriga de Agatha crecía, haciendo más evidente su embarazo. Estaba junto a Wanda en medio de una persecución policial. Mientras Wanda corría velozmente por las calles, Agatha, en un acto de precaución, volaba a su lado, evitando hacer demasiada fuerza debido a su estado. Lo que Agatha no había notado era que el enemigo la acechaba de cerca.

— Te tengo, maldita zorra. Todas las mujeres son iguales, cuando ven a un hombre de verdad, se callan. — el hombre se acercó, apuntándola con un arma — Te matare al igual que las demás, puta zorra.

Justo cuando estaba a punto de disparar, Wanda se interpuso entre Agatha y el atacante. El sonido del disparo resonó en el aire, y el cuerpo de Wanda cayó al suelo, herida de gravedad. Agatha, llena de ira y desesperación, giró hacia el hombre, alzando su mano. Sin necesidad de tocarlo, con la fuerza de su poder, le torció el cuello, acabando con su vida en un instante. Después de todo, ella era una bruja poderosa.

Agatha se arrodilló junto a Wanda, las lágrimas cayendo de sus ojos mientras veía cómo su amiga se desangraba lentamente. Justo en ese momento, Rio apareció en la escena.

— No, Rio, no lo hagas, te lo prohíbo. — Agatha habló con determinación al ver que Rio, como parca, se preparaba para llevarse el alma de Wanda. Era su deber.

Impactada, Rio se detuvo. Nunca antes Agatha le había prohibido cumplir con su misión. Con un gesto de su mano, Agatha retiró la bala de la herida de Wanda sin siquiera tocarla y selló la herida. Sus habilidades de bruja habían crecido más de lo que cualquiera imaginaba.

— Dios, Wanda, por favor, no te vayas. Vuelve a mí. — Agatha, aún desesperada, continuaba suplicando, mientras Rio la observaba en silencio, incapaz de creer lo que estaba presenciando. Su esposa estaba destrozada por esa rubia, algo que la sorprendía profundamente.

— Rio, ayúdame. Llevémosla a casa. — La voz de Agatha era casi una orden. Rio, sin decir una palabra, tomó a Wanda en sus brazos y desaparecieron juntas, teletransportándose a la casa de Wanda, donde la depositaron cuidadosamente en su cama.

Agatha se acercó a Wanda, tocando su frente y revisando su pulso. Todo parecía estar en orden.

— Estará bien, amor — dijo Rio, tomando la mano de Agatha con ternura, brindándole el apoyo que necesitaba. Aunque Rio no soportaba a Wanda, sabía que el dolor de su esposa la afectaba, y por ende, era su dolor también.

— Intentó salvarme. Fue mi culpa, no reaccioné. Tuve una visión de mi madre… no sé qué sucedió. — Agatha hablaba confundida, divagando, mientras intentaba procesar lo ocurrido.

— Amor, tranquila. Estás a salvo ahora. Te llevaré a descansar, yo me encargaré de Wanda. — Rio la alzó en brazos y la llevó a su casa, dejándola suavemente en su cama —. Prométeme que descansarás — le dijo, ofreciéndole un vaso de agua —. Usa el hechizo para dormir.

Agatha asintió, sus ojos pesados por el cansancio y las emociones. Pronunció el hechizo y bebió el agua. Rio se quedó con ella hasta que Agatha cayó en un sueño profundo, abrazándola con ternura.

Mientras Agatha dormía, Rio no podía dejar de pensar en lo que había ocurrido. La casi muerte de Wanda había afectado a su esposa de una manera que nunca había visto antes. Quizás era el embarazo, pero lo que estaba claro era que Agatha había interferido en su labor como parca. Le había prohibido llevarse a Wanda, desafiando el orden natural de la muerte.

Con cuidado, Rio se dirigió la casa de Wanda, donde la bruja rubia dormía plácidamente. Aunque no comprendía del todo cómo Wanda había llegado a ocupar un lugar tan importante en el corazón de Agatha, entendía que su esposa la necesitaba. Ya no sentía los mismos celos hacia Wanda. Podía ver que, de alguna manera, esta bruja la hacía feliz.

Solo AgathaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora