Capítulo 10

60 3 3
                                    


Al día siguiente, en su cama dormían abrazadas, sus cuerpos entrelazados como si el universo no existiera más allá de esas sábanas. Había pasado tanto tiempo, pero nada había cambiado entre ellas, salvo la intensidad de su amor. Rio fue la primera en abrir los ojos, y con una sonrisa suave, observó a su amada Agatha durmiendo, tan apacible, con su respiración lenta y profunda.

Deslizó los dedos por su cabello largo y castaño, acariciándolo con dulzura, como si el simple acto de tocarla pudiera reafirmar el lazo que compartían. Su piel era cálida bajo las sábanas blancas, brillando suavemente bajo los primeros rayos del sol que se filtraban por la ventana. Rio besó su frente con ternura, pero de inmediato algo captó su atención, algo era diferente. Agatha había vuelto a la forma en la que era cuando la separaron de ella, hacía tantos años, justo antes de que su madre la alejara de su lado. Su rostro ahora mostraba los rasgos de una mujer de cuarenta años, fuerte, radiante, madura, como era antes.

La emoción se apoderó de Rio, quien no pudo contener la alegría y empezó a besarla suavemente por toda la cara: la frente, las mejillas, los labios, mientras Agatha se despertaba lentamente. Sus labios besables y rosados sonrieron en cuanto abrió los ojos, encontrándose con la mirada ardiente de Rio, quien la miraba con la misma intensidad de siempre, como si fuera la primera vez que la veía.

— Buenos días, corazón. — susurró Rio, su voz temblorosa de emoción.

Agatha abrió los ojos con pereza, sonriendo al ver a Rio a su lado. — Buenos días, mi amor. — respondió en un murmullo adormilado.

Rio no pudo evitar acariciar su rostro con ternura, sus dedos recorriendo las mejillas de Agatha, como si estuviera reconociéndola de nuevo.

— Agatha... te ves tan hermosa — murmuró Rio, sin apartar la mirada de ella —. Te has transformado. Pareces... como cuando tenías cuarenta años.

Agatha frunció el ceño con confusión, llevándose la mano al rostro, palpando su piel, sus facciones, como si estuviera descubriendo un reflejo que había olvidado. Al darse cuenta de lo que había sucedido, sus ojos se abrieron por completo, sorprendida.

— ¿Qué? ¿Cómo es posible? — preguntó Agatha, con una mezcla de asombro y emoción, mirándo su piel. Rio solo sonreía, fascinada.

— No lo sé, pero... es como si el tiempo te hubiera devuelto una parte de ti — dijo Rio, inclinándose para besarla con una sonrisa traviesa —. Y sigues siendo tan hermosa como siempre.

Agatha sonrió ampliamente, recuperando la confianza en sí misma. — Entonces, me ves como antes, ¿eh? — murmuró con picardía.

— Siempre te he visto hermosa, pero hoy... estás aún más radiante — respondió Rio, su voz cargada de deseo mientras sus manos recorrían lentamente el cuerpo de Agatha, sintiendo cada curva, cada rincón que la hacía suya.

Agatha, aún incrédula por su transformación, dejó que Rio la acariciara, pero no pudo resistir inclinarse sobre su amante y besarla profundamente. El beso se tornó apasionado en cuestión de segundos, con el calor de sus cuerpos elevándose bajo las sábanas. Rio, completamente entregada al momento, deslizó sus manos por las caderas de Agatha, atrayéndola más cerca, mientras sus respiraciones se aceleraban.

— Te deseo — susurró Rio entre gemidos, con sus manos recorriendo cada centímetro de Agatha.

— Entonces tómame, amor — respondió Agatha, con una sonrisa llena de lujuria, inclinándose hacia Rio para besarla nuevamente.

Sus cuerpos rápidamente comenzaron a enredarse bajo las sábanas blancas, con el calor de la mañana envolviéndolas. Rio, posicionada entre las piernas de Agatha, trazaba con su lengua un camino de deseo y devoción, mientras su amante suspiraba y gemía, sus manos aferradas a las sábanas.

Solo AgathaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora