Capítulo 12

27 3 2
                                    

Rio y Agatha disfrutaban de una ducha relajante. Agatha había preparado un baño especial con canela, pétalos de rosa y leche, un verdadero baño de Afrodita. Sin embargo, aquel baño no solo era un capricho lujoso, sino que tenía una intención más profunda, cargada de magia. Entre besos largos, húmedos y profundos, Agatha se separó lentamente, mordiendo suavemente el labio inferior de Rio antes de volver a besarla.

— Rio, quiero que reafirmemos nuestro pacto de sangre nuevamente — murmuró Agatha con una mirada intensa.

Aquel pacto de sangre tenía un significado poderoso: si Agatha llegaba a morir, Rio tendría el poder de liberar su alma para que ella pudiera reencarnar. Era un lazo indestructible que compartían.

— Lo que quieras, amor — respondió Rio, sonriendo. Sabía que estaba locamente enamorada de esa bruja, y haría cualquier cosa por ella.

Agatha, quien estaba sentada sobre Rio en la tina, estiró la mano hacia el cuchillo que Rio siempre mantenía afilado. Con delicadeza, tomó la palma de Rio y la cortó lentamente.

— Siempre mía — dijo Agatha con una sonrisa mientras las gotas de sangre de Rio caían en el agua, mezclándose con el baño sagrado.

Rio tomó el cuchillo de la mano de Agatha y repitió el gesto, cortando suavemente la palma de su amante.

— Siempre mía — susurró, observando la sangre de Agatha unirse a la suya en el agua.

— Siempre nuestra — dijeron ambas al unísono, uniendo sus manos en el agua cálida antes de sellar el pacto con un beso apasionado.

Sus heridas comenzaron a cerrarse por sí solas, como si el universo reafirmara su vínculo inquebrantable.

El ambiente estaba cargado de una energía sensual y misteriosa después de que Agatha y Rio reafirmaran su pacto de sangre. Las heridas en sus manos se habían cerrado, pero el calor entre ellas apenas comenzaba a encenderse. Los pétalos de rosa seguían flotando alrededor, y la luz de las velas proyectaba sombras danzantes sobre sus cuerpos húmedos y desnudos.

Agatha, aún montada sobre el regazo de Rio, deslizó lentamente su mano por el pecho de su amante, dejando un rastro invisible de caricias que encendían la piel de Rio. Sus labios volvieron a encontrarse en un beso profundo, mientras el aroma del baño de Afrodita las envolvía.

— Mi bruja... — murmuró Rio entre jadeos, sus ojos entrecerrados, observando cada movimiento de Agatha. — Eres tan peligrosa como irresistible…

Agatha sonrió con picardía, y sin decir una palabra, deslizó sus manos hasta la cintura de Rio, comenzando a descender con lentitud por su cuerpo. El agua templada se movía suavemente con cada movimiento de Agatha, mientras Rio se dejaba llevar, apoyando su espalda contra el borde de la tina, sus manos descansando sobre los muslos de su amante, expectante.

— Quiero saborearte... mi amor — susurró Agatha con voz suave, casi hipnótica, mientras bajaba más, acercando sus labios al lugar que sabía que haría temblar a Rio.

Rio entreabrió las piernas instintivamente, permitiendo que Agatha se acomodara entre ellas. El calor del agua y de la piel de Agatha la envolvía, y cuando la lengua de su amante hizo el primer contacto con su clítoris, Rio soltó un gemido bajo, arqueando la espalda.

— Amor... — jadeó, sus dedos apretando con fuerza el borde de la tina. Agatha no perdió el tiempo, su lengua trazaba círculos suaves, provocando pequeñas oleadas de placer en el cuerpo de Rio. La intensidad aumentaba con cada lamida, cada caricia que Agatha proporcionaba con su boca.

El agua se movía a su alrededor, chapoteando ligeramente, pero ambas estaban completamente ajenas a todo, concentradas únicamente en el placer que se desataba entre ellas. Agatha, como la bruja que era, sabía exactamente cómo conjurar el éxtasis en Rio, con la misma devoción que ponía en sus hechizos. Su lengua se movía de forma precisa, aumentando la presión justo en los momentos en que sentía que Rio lo necesitaba.

Solo AgathaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora