Capítulo 32

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Agatha decidió tomarse un descanso del trabajo, incapaz de soportar la tensión interna que la atormentaba. Aunque su regreso tras el accidente había sido su escape, ahora lo único que quería era distanciarse, no solo de sus responsabilidades, sino de Rio. Sabía que si la veía de nuevo, sería imposible resistirse. No podía seguir engañando a Wanda, no después de todo lo que había pasado.

Aquella tarde, Agatha estaba sentada en el sillón del salón, cuando el sonido de la música llenó la casa. Desde la cocina, Wanda tarareaba suavemente "Good for You" de Selena Gómez, su voz entremezclándose con el ritmo sensual de la canción. Agatha levantó la vista y vio a su esposa bailando frente a la encimera, llevando puesta una de sus camisas, la cual se deslizaba ligeramente sobre su cuerpo como una segunda piel.

Los movimientos de Wanda eran lentos, deliberados, dejando que sus caderas se balancearan de un lado a otro, completamente sumergida en la melodía. Sin darse cuenta, Agatha se mordió el labio. La forma en que el cabello de Wanda caía desordenado sobre sus hombros, cómo sus piernas se movían con tanta naturalidad, y la sonrisa que se formaba en sus labios al cantar, la hipnotizaban.

Sin pensarlo, Agatha se levantó del sillón y caminó hacia la cocina. Se posicionó detrás de Wanda, envolviendo su cintura con sus brazos. Inhaló profundamente, permitiéndose disfrutar del suave aroma que emanaba del cuello de su esposa, mezclado con la calidez de su piel.

— Agatha... — susurró Wanda, deteniendo sus movimientos por un instante, pero sin girarse.

— No pares — murmuró Agatha en su oído, su aliento tibio rozando la piel sensible de Wanda —. Sigue bailando para mí.

Wanda soltó un pequeño gemido, arqueando su cuerpo hacia atrás, apoyándose contra Agatha, permitiendo que sus movimientos se volvieran más lentos y sugerentes. Agatha, completamente absorta, comenzó a besarle el cuello, sus labios apenas rozando la piel mientras sus manos se deslizaban lentamente desde la cintura hasta el vientre de Wanda. Los dedos de Agatha parecían tener vida propia, moviéndose con ansias por el cuerpo de su esposa, sintiendo cada curva, cada músculo bajo su ropa.

— Me vuelves loca — ronroneó Agatha, mientras una de sus manos se colaba bajo la camisa, acariciando el suave abdomen de Wanda. Sus dedos ascendían, rozando sus costillas, hasta que finalmente encontraron los senos de su esposa, sintiendo cómo la piel de Wanda respondía a su tacto.

Wanda dejó caer la cabeza hacia atrás, gimiendo suavemente, dejando que Agatha la controlara. Cada beso en su cuello era un incendio, y cada caricia despertaba un nuevo suspiro en sus labios. Mientras tanto, Agatha se dejaba llevar por la sensación de su cuerpo contra el de Wanda, incapaz de contenerse más. Bajó una mano por el vientre de Wanda hasta llegar al borde de su ropa interior, donde sintió la humedad.

— ¿Tan rápido…? Recién estoy comenzando. — murmuró Agatha, una sonrisa peligrosa formándose en sus labios. Su dedo índice trazaba círculos suaves por encima de la tela empapada.

— Solo tú logras esto en mí — jadeó Wanda, presionando su cuerpo más fuerte contra el de Agatha, buscando más.

El deseo que fluía entre ellas era palpable, mientras el trasero de Wanda se movía rítmicamente contra la pelvis de Agatha, al compás de la música, cada roce entre sus cuerpos avivando el fuego en ambas. La respiración de Wanda se aceleraba a medida que Agatha acariciaba su clítoris, sus dedos jugando suavemente con la humedad que sentía a través de la tela.

Agatha no pudo resistir más. Sin previo aviso, la giró hacia ella, atrapando sus labios en un beso hambriento, salvaje. Wanda respondió con igual pasión, aferrándose a los hombros de Agatha, mientras sentía cómo las manos de su esposa descendían rápidamente por su cuerpo. En un solo movimiento, Agatha la levantó y la colocó sobre la encimera. Con un gesto rápido y seguro, le arrancó las bragas, exponiéndola completamente. No dudó. Se inclinó hacia adelante y comenzó a besar el interior de los muslos de Wanda, ascendiendo lentamente, torturándola con cada suave contacto de sus labios. Wanda gemía, sus dedos deslizándose por el cabello de Agatha, tratando de guiarla hacia donde más la necesitaba.

Solo AgathaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora