Capítulo 22

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Luego del intenso día de ayer, en el que Rio y Agatha hicieron el amor hasta más no poder, ambas decidieron no ir a trabajar. La razón era evidente: Rio aún estaba molesta. Esa noche, no durmieron abrazadas como de costumbre, lo que dejaba claro que algo andaba mal.

Agatha se despertó primero, observando la espalda de Rio, con la luz suave del amanecer filtrándose por la ventana. Extrañaba la cercanía de su esposa, el calor de su piel contra la suya. El rítmico vaivén de su respiración le parecía un canto melódico, pero su corazón estaba pesado. ¿Por qué no podía lidiar con los celos de Rio? Quería acariciarla, sentir esa conexión que solían tener, pero también deseaba que siguiera durmiendo, pensando que tal vez había tenido un día difícil. Agatha había notado las náuseas y los malestares del embarazo había dejado de notar a Rio, y eso le dolía, había dejado a su esposa de lado.

Rio, por su parte, estaba despierta, atrapada en sus pensamientos. El recuerdo de la discusión la inquietaba, y se negaba a dar un paso para enfrentar a Agatha. Se sentía molesta por la forma en que se había sentido desplazada, como si un pequeño secreto hubiera crecido entre ellas, se cuestionaba si le había ocultado sobre otras cosas. Su mente daba vueltas, consumiéndola en un torbellino de inseguridades.

Ambas tenían puntos de vista válidos. Agatha había empezado a desarrollar una conexión con Wanda, y esa incertidumbre hacía que Rio se sintiera inestable. A pesar de que Agatha le aseguraba que era solo una amiga, el eco de la traición se aferraba a su mente, impidiéndole pensar con claridad. Rio se sentía tentada a alejarse, pensando que eso aliviaría su dolor, pero en el fondo sabía que la distancia solo intensificaría su necesidad de Agatha.

Finalmente, Agatha sintió un pequeño bufido proveniente de Rio, como si estuviera luchando con sus propios pensamientos. Con un movimiento suave, la rodeó con su brazo y le dio un beso tierno en el hombro, sintiendo la calidez de su piel.

— Amor, lo siento. Te juro que no miento cuando digo que eres lo que más amo en este mundo. Nunca voy a cambiarte por nadie. Wanda es como una especie de amiga, y digo “especie” porque aún me falta conocerla. Pero ella no me gusta como me gustas tú, te lo juro. Te amo, no podría amar a nadie más. Tú tienes mi corazón, tienes mi amor. Tendremos un hijo; pronto tendremos una familia más grande. No podría pensar en nadie más, solo me gustas tú. Y me gustaría que poco a poco fueras conociendo a Wanda; quizás se lleven bien. Pero, amor, si en verdad quieres que me aleje de ella, lo haré. Te prefiero a ti antes que cualquier otra persona. Te amo.

Agatha terminó su declaración con lágrimas en los ojos, sintiendo el peso de sus emociones. Rio, sintiendo la tensión en el aire, se dio vuelta lentamente, sus ojos profundos y decididos fijos en los de Agatha. Con un gesto suave, tomó el rostro de su esposa entre sus manos y secó las lágrimas que caían por sus mejillas.

— Corazón, no llores. Soy una tonta. Si ella te hace bien, no te alejes. Confío en ti; debo trabajar en eso. Me costará, pero trataré. Te amo, y no quiero que esto nos separe.

Rio no era de llorar, y esa fortaleza la hacía aún más especial. Con determinación, la abrazó con ternura, sintiendo la pancita de Agatha presionando contra ella. Su abrazo era firme, transmitiendo seguridad. — Nicolás, a ti también te amo. Discúlpame por ser tan terca.

— ¿Nicolás? — preguntó Agatha, sorprendida y llena de alegría.

— Sí, será un hermoso niño, y ese es su nombre.

Agatha sonrió al escuchar el nombre, sintiendo que el peso de la incertidumbre comenzaba a desvanecerse. — Me encanta, Nicolás... suena perfecto.

Ambas compartieron un momento de complicidad, la tensión del conflicto anterior desvaneciéndose poco a poco en el aire. Agatha acarició la mano de Rio, y en ese contacto, unieron sus corazones nuevamente, sintiendo cómo la confianza empezaba a renacer entre ellas.

Solo AgathaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora