Capítulo 33

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Bajo el suave manto de la noche, Agatha tenía sus brazos envueltos alrededor de la cintura de Wanda, disfrutando de la cercanía de su esposa, quien se encontraba de espaldas, su cabello pelirrojo cayendo en cascada por su espalda. Sin embargo, la tranquilidad se vio interrumpida cuando una pesadilla recurrente atravesó el sueño de Agatha. En su mente, la imagen de su esposa se tornó oscura y poderosa; Wanda vestía un traje extravagante de tonos rojos y negros, levitando en el aire con llamas danzantes entre sus manos. Sus ojos brillaban con un rojo intenso, pero, a pesar de la oscuridad, había amor en su mirada.

Despertando de aquel sueño, Agatha sintió un fuego encenderse dentro de ella. La realidad se volvió clara: tenía a la mujer perfecta a su lado. Se mordió los labios, incapaz de resistir la necesidad que la consumía. Se apretó más contra Wanda, el calor de su cuerpo avivando su deseo.

— ¿Estás dormida? — susurró Agatha, su voz llena de anhelo. Un suave gruñido escapó de los labios de Wanda, que la hizo estremecerse. — Te necesito… — la confesión salió de su boca, desnudando la urgencia que la invadía. Era un grito silencioso, una demanda que resonaba en su cuerpo. El aroma de Wanda, tan dulce y femenino, impregnaba el aire, llenando a Agatha de una necesidad primitiva.

— Agatha… — susurró Wanda, manteniéndose en la misma posición, como si respondiera a un llamado oculto.

— ¿Eres mi esposa, no? — La pregunta se convirtió en una súplica, y Agatha comenzó a moverse suavemente, presionando su pelvis contra el trasero de Wanda, sintiendo la calidez de su piel.

— Claro que sí. — La respuesta de Wanda fue firme, una confirmación que encendió aún más la llama del deseo en Agatha.

— Entonces, arregla el caos que has creado entre mis piernas ahora mismo. — La urgencia era palpable, el tono de su voz un susurro cargado de lujuria.

Wanda giró lentamente, encontrando los ojos de Agatha, y esta no pudo resistir más. La atrajo hacia ella, sellando sus labios en un beso lleno de deseo, sus manos explorando la suavidad de su rostro. Ambas estaban desnudas, y la falta de ropa hacía que la conexión se sintiera aún más intensa y cruda.

Wanda deslizó una mano delicadamente hacia el sexo de Agatha, acariciando su piel con suavidad, dejando un rastro de fuego por donde pasaba. Luego, en un movimiento lento y deliberado, insertó dos dedos en su intimidad, mientras sus ojos se mantenían fijos en el rostro de Agatha, observando cada expresión que pasaba por su mente.

— Apretada… ¿así de mojada y lista me esperas? — El tono de Wanda era seductor, y Agatha, incapaz de contenerse, dejó escapar un gemido mientras su cuerpo se arqueaba ante la deliciosa presión.

Wanda se inclinó sobre ella, su boca descendiendo por el cuerpo de Agatha, dejando un rastro de besos ardientes. Se acomodó entre los muslos de su esposa, comenzando a devorar su clítoris con una mezcla de pasión y devoción. Cada movimiento de su lengua era un canto a la intimidad que compartían, un regalo de placer que Wanda se deleitaba en ofrecer.

Agatha se perdió en la sensación, sus gemidos aumentando en intensidad, cada contacto enviando ondas de placer a través de su cuerpo. Wanda no se detenía; su boca trabajaba con una maestría que la llevaba al borde de la locura, haciendo que el mundo se desvaneciera y solo quedara la conexión ardiente entre ellas.

El aire estaba impregnado de un deseo palpable mientras Wanda continuaba su exploración. Con cada roce de su lengua, Agatha se entregaba más a la sensación, su cuerpo temblando de placer. La combinación de la suavidad de los labios de Wanda y la habilidad con la que acariciaba su clítoris la mantenía en un estado de euforia constante.

— Wanda… — gemía Agatha, su voz un susurro entrecortado, una mezcla de súplica y adoración. Cada vez que su esposa la miraba con esos ojos llenos de fuego, Agatha sentía que perdía la razón.

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