Capítulo 18

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Mientras Agatha y Wanda resolvían el caso, Rio y Cordelia decidieron salir a beber algo. Ya habían terminado con su propio caso, y una salida a un bar cercano parecía la forma perfecta de celebrar. El ambiente estaba cargado de música relajada, humo de cigarro, y luces tenues que le daban un toque íntimo al lugar.

Rio, siempre seria, fumaba en silencio mientras jugaba con el vaso de whisky en su mano. Cordelia, en cambio, era todo lo contrario: habladora, suelta, y con una sonrisa siempre lista, aunque con una sutil picardía que no pasaba desapercibida para nadie.

— Te lo juro, Rio, casi me muero en ese maldito callejón. — exclamó Cordelia, soltando una risa ligera, claramente exagerando para hacerla reír.

Rio la miró con una expresión neutral, aunque sus ojos brillaron brevemente con una chispa de humor negro.

— No creo que te dejara morir tan fácil. — respondió Rio, llevándose el cigarro a los labios. — Si algo te pasara, iría al infierno a buscar tu alma, aunque sea solo para terminar el trabajo.

Cordelia soltó una carcajada, acercándose un poco más a ella.

— Qué ruda. Me alegra saber que te importo tanto. — dijo, con una sonrisa coqueta, sus ojos heterocromáticos brillando bajo la luz tenue del bar.

Rio alzó una ceja, sin quitarle la mirada de encima, antes de sonreír ligeramente, aunque intentaba mantener su aire despreocupado.

— No te hagas ilusiones, Foxx. Es solo porque me gusta terminar lo que empiezo. — replicó, bebiendo de su vaso.

Cordelia la observó por unos segundos, apreciando la forma en que Rio mantenía esa actitud ruda pero misteriosamente atractiva. Sabía que Rio no era fácil de leer, pero tampoco era del todo inmune a los coqueteos sutiles que Cordelia lanzaba de vez en cuando.

Después de un momento de silencio, Cordelia decidió ir al grano, siempre con esa mezcla de confianza y sutileza que la caracterizaba.

— Sabes, no pensé que te molestara tanto trabajar conmigo. — comentó con un tono despreocupado, como si no le diera demasiada importancia, pero sus palabras tenían una clara intención.

Rio frunció el ceño y apagó su cigarro en el cenicero. No era de las que se andaban con rodeos, y mucho menos cuando alguien tocaba temas sensibles.

— ¿Por qué lo dices? — preguntó, bebiendo otro sorbo mientras le hacía una señal al bartender para que le trajera otro trago.

Cordelia se inclinó un poco hacia ella, sonriendo con suavidad.

— Porque te vi salir bastante molesta de la oficina de Jay el otro día. Parecía que no querías que te separaran de tu compañera habitual. — explicó con un tono tranquilo, aunque su mirada mostraba algo más de curiosidad.

Rio suspiró, apartando la vista por un momento antes de responder.

— No fue por ti. — dijo finalmente, su voz manteniendo ese tono serio y directo. — Es solo que me gusta trabajar con mi esposa. Me gusta protegerla, ¿entiendes? Está embarazada. No me gusta dejarla sola, sobre todo ahora.

Cordelia la miró, comprendiendo de inmediato el trasfondo de lo que Rio decía. Sabía que detrás de esa fachada dura y distante, Rio tenía un lado protector, especialmente cuando se trataba de su esposa. Sin embargo, no podía evitar notar la tensión que existía entre ellas. Era imposible negar que había algo en Rio que la atraía, quizás por esa vibra masculina y coqueta que Rio tenía sin siquiera intentarlo.

— Lo entiendo. — dijo Cordelia, suavizando su tono. — Pero aún así, no me molesta que disfrutes de mi compañía de vez en cuando. — añadió, con una sonrisa ladeada y una mirada que sugería algo más.

Solo AgathaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora