Capítulo 7

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La vida de Agatha se estaba tornando intensa, como un remolino de emociones y magia que la absorbía por completo. Las dos fuerzas femeninas que la rodeaban, Wanda y Rio, eran como dos caras de una misma moneda, pero en lugar de complementarse, competían ferozmente por su atención. Wanda, con su mirada penetrante y su actitud decidida, le mostraba la realidad tal como era: dura, compleja y, a veces, aterradora. Le hablaba de enfrentar las pruebas con valentía, de no dejar que el miedo la paralizara. Con ella, Agatha aprendía sobre el poder de la verdad, la importancia de aceptarse a sí misma en un mundo que muchas veces parecía cruel.

Por otro lado, estaba Rio, quien llenaba su vida de magia y asombro, pero su conexión era más superficial y llena de tensiones. Con ella, cada día parecía un cuento de hadas: la nieve caía suavemente dentro de su habitación, los lirios en el velador florecían en colores vibrantes, y las vistas nocturnas en la cual se quedaba a su lado hasta que el sueño la reclamaba. Sin embargo, Rio no soportaba ver a Agatha con Wanda. Sabía que Agatha se juntaba con ella por un extraño magnetismo, el aroma que desprendía Wanda le resultaba asqueroso, algo que jamás podría ignorar.

A medida que los días pasaban, la rivalidad entre Wanda y Rio se intensificaba. Wanda, con su encanto natural, miraba a Agatha con una mezcla de cariño y posesividad, mientras que Rio la enfrentaba con desdén, su deseo de proteger a Agatha chocando con su aversión por Wanda. Agatha, atrapada entre estas dos fuerzas, se sentía cada vez más confundida.

Una noche, mientras la luna iluminaba la habitación de Agatha con su suave luz plateada, Wanda decidió romper el hielo, mostrando su lado más travieso.

- Agatha, ¿alguna vez has escuchado sobre los diablos que habitan en la oscuridad? - preguntó, sonriendo con picardía.

- ¿Diablos? - Agatha frunció el ceño, mirándola con escepticismo. - ¿Qué quieres decir?

- Oh, son criaturas divertidas, realmente. Te hacen reír, pero también son bastante traviesos. A veces se cuelan en las habitaciones de las brujas para jugarles bromas. - Wanda hizo una pausa, su mirada se volvió seria. - Pero cuidado, porque pueden ser un poco peligrosos si no sabes cómo manejarlos.

Agatha, intrigada pero aún con reservas, preguntó:

- ¿Y cómo se manejan?

Wanda se inclinó hacia ella, como si compartiera un secreto.

- Hay un hechizo. Escucha: "Solis et lunae, auxilium meum adesse." (Sol y luna, que mi ayuda esté presente). Repite esto tres veces y ellos no podrán hacerte daño. Pero también puede que te sorprendan con un poco de diversión.

La risa de Wanda resonó en la habitación, pero Agatha sentía que aún había algo más profundo en su mirada. La desconfianza seguía presente, y le costaba abrir su corazón por completo.

Más tarde, cuando la noche se adensó y la luna estaba en su cenit, Agatha se encontró a solas con Rio en su habitación. La luz de la luna iluminaba el lugar, proyectando sombras danzantes en las paredes.

- ¿Por qué sigues insistiendo en ver a Wanda? - preguntó Rio, su voz suave pero cargada de tensión.

Agatha se encogió de hombros, luchando con sus pensamientos.

- No sé... hay algo en ella que me atrae.

- Esa bruja es peligrosa, Agatha. - La advertencia de Rio era firme, sus ojos negros destilaban una mezcla de preocupación y celos. - No puedes confiar en ella.

Agatha sintió un tirón en su corazón. La atracción entre ellas era innegable, pero el miedo a perderse en esa conexión la mantenía a distancia. Sin embargo, la oscuridad de la habitación y la luz tenue de la vela crearon un ambiente que invitaba a la intimidad.

Solo AgathaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora