Capítulo 15

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La pancita de Agatha ya se notaba, como si estuviera hinchada de manera permanente. Lucía tan tierna, y para ella, era motivo de una dicha inmensa, siempre había anhelado un hijo. Rio también estaba feliz, pero su felicidad se reflejaba más en el cuidado que le brindaba a Agatha, temiendo perderla. La salud de su esposa se había convertido en su prioridad, y el bienestar de Agatha era ahora lo que definía su propia alegría.

Mientras Agatha revolvía una olla de estofado de carne con verduras, el aroma llenaba la cocina, mezclándose con la tenue luz que entraba por la ventana. Era uno de sus platos favoritos, cálido y reconfortante. De repente, Wanda aprecio atravesando las paredes como bruja, estaba de pie junto a la mesa, una sonrisa traviesa en sus labios. Su presencia era casi como una sombra, siempre apareciendo cuando Rio no estaba en casa, como si esperara el momento perfecto para intervenir.

— Vamos, Agatha, solo es una salida entre amigas. — Wanda ofreció su propuesta habitual mientras observaba con detenimiento los movimientos de Agatha en la cocina. — Tomaremos helado, será rápido.

Agatha sonrió, dándole la espalda, mientras removía el estofado. El embarazo la agotaba, pero encontraba cierta gracia en la persistencia de Wanda. Le parecía como una niña caprichosa, que no aceptaba un no como respuesta, algo que incluso le resultaba un poco cómico.

— No, Wanda. — Dijo Agatha, sacudiendo la cabeza. — Además, deberías irte. Sabes que a Rio no le gusta verte aquí.

— ¿Y tú? — preguntó Wanda, acercándose lentamente.

— ¿Yo qué? — Agatha se dio la vuelta, mirándola con una ceja levantada.

— ¿Tú me quieres ver aquí? — Wanda la miraba con esa expresión segura de sí misma, desafiando sus palabras con el simple hecho de estar presente.

Agatha frunció el ceño, intentando ignorar la tensión en el aire. ¿Realmente quería a Wanda allí? Su presencia no le molestaba, pero no podía ignorar cómo Rio detestaba la cercanía entre ellas. Decidió cambiar de tema, girando hacia la olla nuevamente.

— ¿Por qué tú y Rio se llevan tan mal? — preguntó Agatha, intentando comprender lo que había entre ambas.

Wanda se rió suavemente, un sonido casi burlón.

— Porque ambas estamos enamoradas de la misma mujer. — declaró Wanda con desparpajo.

Eso hizo reír a Agatha, aunque el comentario la dejó pensativa. ¿Acaso Wanda la amaba realmente? Era difícil de creer, pero la chispa en los ojos de Wanda decía más de lo que sus palabras podían expresar.

— Wanda, no me importa si te gusto o no. Mi mujer es Rio, y le debo lealtad a ella. No estoy para jugar con niñas. — Dijo Agatha, mientras lavaba sus manos y las secaba con un paño.

Wanda se acercó aún más, hasta quedar detrás de ella.

— Soy una mujer como tú, Agatha. — replicó Wanda, cruzando los brazos y sonriendo con arrogancia. — Bastarían unos días conmigo a solas y no querrás abandonarme.

Agatha soltó una carcajada amarga. — Esos días ya los tuviste, ¿recuerdas? — Su voz era más seria ahora. — Cuando éramos jóvenes, tú preferiste unirte a las chicas que me molestaban.

Wanda bajó la mirada un momento, como si reconociera su error. — Lo sé, fui una estúpida. Pero, créeme, siempre te cuidé desde la distancia.

— Mientras tú intentabas ser la chica popular, Rio me buscó por décadas. — replicó Agatha, clavando su mirada en los ojos de Wanda. Sentía cómo la conversación tomaba un giro inesperado. Ya no era solo una charla casual. Era como si cada palabra destapara un viejo resentimiento entre ambas.

Solo AgathaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora