Capítulo 2

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La brisa suave de la tarde se filtraba a través de las ramas de los árboles, creando un suave murmullo que acompañaba la cena en el aquelarre. Agatha se sentaba a la mesa, su corazón se sentía pesado, como si cada bocado que tomara tuviera un sabor amargo. Las demás brujas, agrupadas en torno a la mesa, reían y compartían secretos, mientras ella se sentía como una sombra, siempre al margen de la alegría que las rodeaba. Sus risas eran como ecos lejanos, recordándole su soledad.

Hoy, sin embargo, había algo en el aire que la hacía sentir diferente. Quizás era la promesa de la luna medio llena, colgando en el cielo como una manzana comida pero brillante, o el sonido del agua del lago cercano que la llamaba. Pero en su interior, una voz le susurraba que las cosas no cambiarían, que seguiría siendo la burla de las demás.

- Agatha, con las chicas vamos a hacer una fiesta en la orilla del lago. Queremos que asistas - anunció Circe, sus ojos verdes centelleando con un brillo que le hizo sentir escalofríos. Era la líder del grupo, siempre armada con una sonrisa afilada y un sarcasmo que hacía que todos temieran su juicio.

- ¿Vendrás, Gatita? - interrumpió Morgana, que se recostó sobre la mesa, su cabello castaño enmarcando su rostro con un halo de picardía. Su mirada gris no era más que un reflejo de la burla que siempre sentía hacia Agatha, un recordatorio constante de su estatus.

- No la molestes, la espantarás - susurró Freya, la más amable del trío, aunque su risa todavía resonaba en el aire. Tenía ojos cafés que, a veces, parecían brillar con empatía, pero incluso ella no podía evitar unirse al espectáculo.

La presión de sus miradas hizo que Agatha se sintiera atrapada, como un ratón en un laberinto. - No... yo... - tartamudeó, su voz temblando como una hoja en un vendaval. - No lo sé. - Se aclaró la garganta, intentando encontrar la confianza que le faltaba, pero las risas que siguieron la hirieron profundamente.

- Vamos, será divertido - insistió Freya, tocando su hombro con un gesto que pretendía ser alentador, pero que solo reforzaba su inseguridad.

Agatha respiró hondo, sintiendo cómo el miedo se apoderaba de ella. - Está bi-en - susurró, las palabras escapando de sus labios como un eco de desesperación. Nadie nunca la había invitado a ninguna fiesta, como si llevar su presencia significara arruinar la diversión.

- Vamos, chicas - dijo Circe, levantándose con un aire de victoria que la hizo sentir aún más insignificante. Las otras dos sonrieron, y la risa se desvaneció en la distancia, dejándola sola una vez más.

Morgana se inclinó hacia ella y susurró: - Adiós, gatita. - Su voz era un murmullo seductor, pero el gesto que hizo, imitando un movimiento de sus manos que Agatha había visto tantas veces, la llenó de incomodidad. Freya tomó del brazo a Morgana y se alejaron, dejando a Agatha en su silencio.

En la penumbra de su habitación, las sombras parecían cobrar vida. "No confíes en ellas" susurraban de lo más lejano. "El poder de la luna es un aliado, pero también un espejo." Agatha se sintió un poco loca al escuchar aquellas voces. Se preguntaba si su madre o sus compañeras las escuchaban también, pero al parecer no. Nunca había escuchado a nadie hablar de aquello.

- No quiero ir a esa fiesta - susurró para sí misma, asustada. Su desconfianza hacia los demás la mantenía alejada, pero no podía evitar preguntarse por qué, de repente, parecían tan simpáticas.

"No vayas," susurraron de la oscuridad nuevamente. Pero como siempre, Agatha quiso ignorarlas. El lirio posado en su velador seguía vivo y brillante. Se acercó y lo olfateó; el aroma dulce, a miel y tierra mojada, evocaba una presencia familiar en su mente. Era un ser que vagaba en su conciencia.

Se vistió con su camisa de dormir larga, la misma que todas solían usar a la hora de las fiestas, y cepilló su cabello lentamente, dejándose llevar por la nostalgia. Cuando apagó la luz de la vela encendida, su corazón latía con nerviosismo e inseguridad. Con un último suspiro, se dirigió hacia el lugar de la fiesta.

A medida que se acercaba, las risas de brujas jóvenes flotaban en el aire como un eco de maldad. Al llegar, el lugar estaba repleto de ellas, y a lo lejos divisó al grupo que la había invitado. Temía hacer algo que pudiera darles motivos para burlarse de ella.

- ¡Gatita! Eres tan pura que siento tu virginidad por todo tu ser. Si quieres, puedo arreglar eso - la recibió Morgana con una sonrisa burlona, su tono ácido como el veneno. Pero Freya, con un gesto firme, le puso la mano en el brazo para silenciarla.

- Qué bueno que viniste - dijo Freya, con una seriedad que le pareció extraña. Había algo en ella que la hacía desconfiar aún más.

- Agatha - Circe apareció detrás de ella, analizándola de arriba abajo con una mirada que parecía descifrar todos sus secretos.

La atmósfera era densa, como si el aire mismo estuviera cargado de energía maligna. A medida que las brujas la rodeaban, Agatha sintió que la presión aumentaba. Sus risas, que al principio sonaban como un canto de bienvenida, pronto se transformaron en un murmullo conspirador. Era como si estuvieran planeando algo en su contra.

Cuando la noche avanzaba, Agatha escuchaba a las brujas contar historias de magia y engaños, risas entrelazadas con susurros de hechizos antiguos. Mientras tanto, ella, apartada, se limitaba a comer cerezas y uvas, que estaban sobre la manta en donde se encontraban, se veían muy comentibles, brillantes, que invitaban a comerlas, pero pronto comenzó a sentirse mal. Su estómago se volvía pesado, y una inquietante revelación se instaló en su mente: había sido envenenada.

Confundida y asustada, miró a su alrededor, intentando discernir si las risas eran en su contra, pero todo se volvió confuso. Fue entonces cuando Circe, con una sonrisa torcida, se acercó a ella.

- ¿Te encuentras bien, Agatha? - preguntó Circe, su voz un susurro seductor lleno de veneno.

- No... nada, solo un poco de sueño - respondió Agatha, tratando de mantener la compostura.

Pero Circe no se detuvo y, con un gesto brusco, tomó a Agatha del pelo y la arrastró hacia el lago.

- ¡Déjame! - gritó Agatha, luchando por liberarse, pero la fuerza de Circe era implacable, además su cuerpo se sentía cansada para pelear.

- No te preocupes, Gatita, esto es solo un juego. - Circe rió, disfrutando de su poder.

El agua fría la envolvió de inmediato, y sus gritos se ahogaron en la superficie. "No, por favor!" suplicó, pero el agua la mantenía sumergida.

Finalmente, Circe la sacó del lago y la dejó caer sobre la tierra, donde el frío la hizo estremecer. Allí, las otras brujas la rodearon, y la sensación de vulnerabilidad se apoderó de ella.

- Mira, la pequeña Agatha está temblando de frío. - burló Morgana, con una sonrisa maliciosa. - ¿Te gustaría que te abrigáramos?

- ¡Basta! - gritó Agatha, aunque sabía que no podría hacer nada.

Con un gesto cruel, comenzaron a destruir su pijama, dejándola desnuda y expuesta, el aire helado acariciando su piel. Podía sentir las risas de todas las brujas a su alrededor, una sinfonía de burla y desprecio.

- ¿Eres tan pura que siento tu virginidad por todo tu ser? - bromeó Morgana, acercándose peligrosamente. - Si quieres, puedo arreglar eso.

Agatha sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras el miedo se apoderaba de ella.

- Por favor, no me hagan esto... - susurró, sus ojos llenos de terror.

En un acto final de humillación, Circe tomó una estaca, miró a Agatha con desprecio, la tomó del cabello mirándola fijamente a los ojos y, con un movimiento despiadado, se la clavó desde el pecho hasta la altura de sus senos, dibujando una línea de la cual se desprendía sangre.

- Adiós, Gatita. - susurró Circe, su risa resonando en la oscuridad.

Agatha sintió un dolor agudo atravesar su cuerpo, y en un instante, todo se volvió oscuro. Se desplomó en la fría tierra, adolorida, mientras el mundo a su alrededor se desvanecía. La risa de las brujas se alejaba, mientras el silencio se apoderaba de su conciencia, Agatha sintió que su vida se escurría entre sus dedos, dejando solo un eco de traición y sufrimiento en su mente.

Solo AgathaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora