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Estado: Juzgó a los demás porque tengo miedo a ser juzgado.














Los bancos de la iglesia estaban llenos como cada domingo, el ambiente cargado de murmullos apagados y el murmullo suave del órgano al fondo. Mi madre, con el rosario en la mano, mantenía la cabeza inclinada, murmurando oraciones en voz baja. Mi padre, sentado a su lado, mantenía su habitual semblante severo, sus ojos escudriñando a cada persona que se acercaba a su vista.

Habíamos llegado temprano, como siempre. A mi padre le gustaba tener la mejor vista del altar, como si estar más cerca de Dios también significara estar más cerca del perdón, del camino correcto. Yo me senté entre ellos, sintiendo el peso de los días pasados aún en mi pecho, con la mente atascada en los recuerdos de la fiesta. Intentaba concentrarme en la misa, pero los recuerdos de las sonrisas libres, las risas, y el destello de las luces en la celebración de la marcha aún rondaban en mi cabeza.

La voz del padre resonó fuerte y clara devolviendome a la realidad un triste realidad, hablando sobre el pecado y la redención, pero no pude evitar que mis ojos se desviaran hacia un punto en la parte de atrás de la iglesia. Allí, sentada con aire tranquilo, estaba la familia Jeon. Era imposible no notar las miradas furtivas de varias familias a su alrededor. Todos sabían que Jungkook, el hijo menor de la familia , era un "pecador". El escándalo de su vida parecía ser un tema favorito para aquellos que se consideraban más devotos, más correctos.

Eran unos chismosos por así decirlo.

Mi madre dejó escapar un suspiro casi inaudible, pero sus palabras llegaron claras a mis oídos.

—Es increíble que aún tengan el descaro de venir a la iglesia después de todo lo que ha hecho su hijo —susurró en voz baja, pero lo suficiente para que mi padre y yo la escucháramos.

—Vergüenza deberían sentir —agregó mi padre con un tono de desprecio—. Es como si pensaran que con estar aquí, se redimen de lo que su hijo ha hecho. Pero Dios lo ve todo.

Yo bajé la cabeza, sintiendo una punzada en el estómago. Era difícil conciliar lo que había visto en la fiesta con lo que siempre me habían enseñado. Jungkook había estado allí, feliz, bailando, viviendo su vida. Y ahora, aquí estábamos, en la iglesia, condenándolo en silencio mientras él simplemente trataba de existir.

El sermón continuó, y aunque intenté centrarme en las palabras del padre, mis pensamientos seguían escapándose hacia la parte trasera de la iglesia, donde los Jeon permanecían impasibles. Sabía que en cualquier momento, la charla de después del servicio estaría llena de susurros sobre ellos, de juicios disfrazados de preocupación cristiana.

Al terminar el sermón, se anunció un breve receso antes de la segunda parte de la misa. Los adultos se dispersaron para saludar a los vecinos, mientras que algunos adolescentes aprovecharon para caminar un rato por los alrededores de la iglesia. Aún sentía la mirada de mi madre mientras me deslizaba fuera del banco, pero no dijo nada. Tal vez pensaba que estaba alejándome del "mal camino", alejándome de influencias como las de Jungkook.

Yo ya habia hasta compartido palabras y un regaño del mencionado.

Fuera de la iglesia, el aire estaba fresco y el sol de la mañana comenzaba a calentarnos. Varios de los chicos del grupo de jóvenes se dispersaron, charlando entre ellos sobre cosas que no me interesaban. Me alejé de ellos, sintiendo una especie de necesidad de estar solo. Sin embargo, mis pasos me llevaron hacia un campo abierto junto a la iglesia, donde escuché risas y gritos juguetones.

Allí, entre un grupo de niños, estaba Jungkook. Estaba inclinado hacia adelante, con las manos apoyadas en las rodillas, jugando al escondite con un grupo de pequeños que corrían a su alrededor. Su rostro estaba iluminado por una sonrisa, una sonrisa que parecía irradiar una paz y felicidad que me resultaban extrañas.

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