20.- Desnudo

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The Legend of Zelda y todos sus personajes son propiedad de Miyamoto Shigeru, Tezuka Takashi y Nintendo.
Palabras: 1171.

20.- Desnudo

La tensión entre ellos estalló. No es que fuera sorprendente e inesperado porque llevaban meses saliendo a solas, saltándose todos los protocolos, compartiendo confidencias, abrazos, besos y discretas caricias. Pero la intensidad les pilló desprevenidos.

A solas en su laboratorio, Zelda, le pidió que se le acercara. Había discutido con su padre, una vez más, por sus investigaciones. Necesitaba un poco de consuelo, eso era lo único que buscaba. Un beso, una pequeña caricia y la chispa entre ellos estalló en un intenso incendio.

Las manos de Zelda se colaron por debajo de la túnica del elegido, ascendiendo por su espalda y descubriendo nuevos espacios de piel. Se atrevió a tirar de la túnica hacia arriba y él le permitió quitársela. La prenda cayó al suelo y los dedos de Zelda volvieron a explorar su piel. Acarició la cicatriz que una flecha del Clan Yiga había dejado en su hombro.

Link se movió haciéndola retroceder hasta que su muslo tocó la mesa del laboratorio. La alzó con suavidad para dejarla sentada sobre ella. Un bote lleno de piezas metálicas se volcó produciendo un tintineo, ninguno de los dos hizo nada por recogerlas. Las manos de Link abandonaron su cintura y recorrieron su cuerpo por encima de la tela. Zelda se estremeció y jadeó, enredó las piernas en su cintura para pegarlo a ella tanto como pudo. Ella misma se deshizo de su propia camiseta dándole permiso para explorar su piel a placer y Link lo aceptó.

Durante unos minutos en aquella sala sólo hubo besos, caricias y jadeos, hasta que Link se apartó todo lo que pudo con las piernas de Zelda todavía enredadas en su cintura. Ella le miró confusa y decepcionada por haberle puesto fin a aquel torbellino de maravillosas sensaciones nuevas. El rostro de Link estaba totalmente enrojecido y su respiración estaba tan entrecortada como la de ella.

—Lo siento —susurró él avergonzado por haber cedido a su propia necesidad de sentirla cerca.

—No, yo lo siento —respondió desenredando las piernas y permitiéndole poner distancia entre ellos.

Se habían dejado llevar y eso era algo que no deberían de hacer con la vida de tanta gente dependiendo de ellos.

Link le devolvió su camiseta y Zelda se la puso a regañadientes. Observó el pecho desnudo de Link, había algunas cicatrices, casi todas de los entrenamientos, también había alguna dejada por el Clan Yiga. Se vistió y se apresuró a salir.

—Link —le llamó. Él se detuvo en el paso de la puerta sin atreverse a girarse para mirarla—. Cuando hayamos solucionado lo del Cataclismo... no quedará nada que nos impida estar juntos.

Estaba el rey, su padre, pero Zelda no iba a permitir que eso pasase. No importaba a lo que tuviera que renunciar, lo haría sin arrepentirse, no se sacrificaría nunca más.

—Cuando toda esta pesadilla acabe, seguiremos donde lo hemos dejado.

—Sí, me gustaría —musitó antes de marcharse cerrando la puerta tras él.

Zelda se quedó sentada sobre la mesa, con la respiración aun alterada y el corazón latiéndole con fuerza, deseando poder cumplir aquella promesa pronto.

º º º

Estaban a solas en la casa de Hatelia que Link había comprado y que, aunque no lo recordase, había pertenecido a su familia cien años atrás. El fuego crepitaba en la chimenea y un silencio extraño pesaba sobre ellos.

Era la primera vez que estaban a solas desde que Ganon cayó. Cien años atrás le prometió que cuando solucionasen lo del Cataclismo ya no habría nada que se interpusiera entre ellos. No sabía si Link lo recordaba. De hecho, no estaba segura de que recordase lo que había entre ellos y le daba pánico preguntar y averiguar que lo que hubo ya no estaba allí.

—Link...

—¿Tienes hambre?

Ella sacudió la cabeza.

—¿Por qué estás tan lejos de mí? —Había elegido sentarse en la punta opuesta de la mesa, lo más lejos que podía estar de ella—. Podías haberte ido a donde quisieras, ya te lo dije, no hace falta que me acompañes.

—Quiero. Lo siento.

—¿Estás incómodo conmigo? ¿Es por qué no me recuerdas?

—Te recuerdo —aseguró, aunque era una verdad a medias, había demasiadas lagunas en su memoria.

—Dime que no sólo recuerdas cuando fui desagradable contigo —rogó.

La recordaba cargando contra él a causa de la frustración. También recordaba compartir secretos, besos, caricias, el tacto de su piel, el sabor de sus labios y al rey Rhoam diciéndole que si se atrevía a tocar a su hija ordenaría su ejecución. El rey ya no estaba y él quería volver a besarla y tocarla, pero no estaba seguro de en qué punto se encontraba su relación antes de ir a por Ganon la primera vez. Así que prefería mantener la distancia.

—No. Éramos... somos amigos.

Una risa amarga escapó de entre los labios de Zelda. Amigos, ese era el eufemismo del siglo.

—¿No lo somos?

—Lo somos —susurró. Se levantó y se sentó a su lado—, pero no éramos sólo eso. ¿No lo recuerdas?

—Recuerdo los besos —admitió con las mejillas encendidas.

Respiró aliviada.

—Unas semanas antes de enfrentarnos a Ganon te prometí algo.

«Seguiremos donde lo hemos dejado» recordó junto con el ardor de los besos y el cosquilleo de los dedos de Zelda sobre su piel. Se atrevió a besarla y se relajó cuando ella le correspondió.

La temperatura subió rápido. Era un poco extraño, sabía que no era la primera vez que ocurría, pero todo se sentía como si fuera la primera vez. Zelda se sentó en su regazo reduciendo drásticamente la distancia entre ellos, buscó a tientas el dobladillo de la túnica hyliana que llevaba puesta, él le dejó quitársela y la observó mientras se deshacía de la propia. Zelda asaltó de nuevo sus labios y él se permitió acariciar su piel desnuda. Era suave y cálida, se moría de ganas de tocar cada milímetro de ella.

Zelda acarició su pecho desnudo y sintió las cicatrices bajo las yemas de sus dedos. Se apartó de sus labios y abrió espacio para poder ver lo que sentían sus dedos. Su pecho estaba lleno de cicatrices. La imagen de Link desangrándose entre sus brazos la asaltó anudando la angustia en su garganta. Tembló al sentir las costillas ligeramente hundidas bajo la gran cicatriz del centro de su pecho, aquella herida era la que casi le mata.

—Lo siento —sollozó, las lágrimas le nublaron la vista y las cicatrices se volvieron borrosas—. Si hubiese sido más fuerte. Si hubiese sabido cómo despertar mis poderes. Ahora no...

—No es culpa tuya —replicó. Tomó sus manos y las besó con suavidad—. No es nada.

Habría dado su vida con gusto para salvarla. Sólo eran unas cicatrices. No era nada importante. Ella estaba bien, eso era lo importante.

La abrazó y la meció con suavidad, acarició su cabello y la besó en la mejilla.

—Te quiero —le susurró al oído.

Zelda le abrazó con fuerza, quiso decirle que ella también le quería, pero las palabras se negaron a abandonar su garganta.

Fin

Notas de la autora:
¡Hola! Cuando empecé a escribir esto me dije a mí misma que no iba a meter smut, pero casi se me revelan este par de bobos, así que ha subido un poco de tono. Aunque parezca mentira ya sólo quedan once para el final.
Mañana más.


Lluvia y ruinas. Fictober 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora