17.- Casa

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The Legend of Zelda y todos sus personajes son propiedad de Miyamoto Shigeru, Tezuka Takashi y Nintendo.
Palabras: 1504.

17.- Casa

—Iremos a Hatelia —dijo Zelda paseando la mirada por los cinco elegidos. Link que normalmente se mostraba dispuesto a ir a cualquier lugar pareció tensarse al pronunciar el nombre de su lugar de origen—. Le encargué a Prunia una investigación más a fondo de las bestias divinas. Saldremos por la mañana y nos alojaremos en la posta de Picos Gemelos.

—¿Será un viaje rápido? —preguntó Mipha.

—No. Nos quedaremos unos días. Como en el laboratorio no podemos alojarnos he pensado que podemos hacerlo en la posada de Hatelia.

La mirada de Mipha se fijó en Link, era una mirada compasiva. ¿Qué podía haber en Hatelia que fuera tan terrible como para necesitar compasión? No quiso pensar más en ello, al fin y al cabo, si fuese algo grave se lo dirían.

Por la mañana estaba todo preparado, los caballos ensillados, el equipaje distribuido entre varios asnos para que no cargasen demasiado peso y todos los elegidos junto con un puñado de miembros de la guardia real.

Llegaron a la posta sin contratiempos destacables. Algunos monstruos que habían caído rápido, un asaltante de caminos que acabó llorando como un bebé al verse rodeado de guardias y unos caballos salvajes que salieron en estampida al acercarse. Los miembros de la posta les prepararon una copiosa cena y les acomodaron en sus mejores lechos. Dejaron la posta justo después de desayunar, cuando el sol empezaba a asomar por el horizonte.

El camino entre la posta de Picos Gemelos y Hatelia era corto y tranquilo. El caballo de Link se detuvo al llegar a la imponente muralla de Hatelia, Mipha se rezagó para quedarse a su lado, Zelda continuó adelante, aunque se había dado cuenta y se preguntaba qué ocultaban. No era que le molestase especialmente, sabía que se conocían desde que Link era un niño, pero le gustaría no quedar al margen como si no fuera nadie.

A Zelda le maravillaron las arboledas, los lagos y los verdes pastos que abundaban intramuros, se moría de ganas de explorarlo todo. Pero lo primero era llegar al laboratorio, hablar con Prunia y Rotver y ver qué novedades tenían sobre las bestias divinas.

Siempre disfrutaba aprendiendo cosas, le encantaba oír hablar a Prunia y Rotver sobre ciencia, también imaginar cómo funcionaría todas las locuras que se les ocurrían. Pero esta vez estaba deseando salir del laboratorio y perderse entre las casas de Hatelia, conocer sus alrededores y, con un poco de suerte, averiguar qué era lo que le ocurría a Link. Así que, impaciente como estaba, las horas se le hicieron eternas. No hizo nada por alargar la estancia en el laboratorio como habría sido habitual y caminó alegre desandando el camino.

Zelda tiró del brazo de Link nada mas ver la primera casa, no quería acabar encerrada en la posada y tampoco que Mipha y él se esfumasen para seguir cuchicheando sus secretitos.

—Quiero hacer unas compras —soltó apresurada e incómoda por la mirada curiosa de los demás elegidos—. ¿Puedes acompañarme?

Él aceptó, aunque podría haberse negado, allí no había ningún peligro, no necesitaba un guardaespaldas ni al elegido de la Espada Maestra.

—Guíame, por favor.

Link rodeó las casas, atajando por la orilla de un lago, cuando volvieron a entrar al pueblo lo hicieron en por una ancha avenida con comercios decorados con coloridos carteles y nombres relacionados con el viento.

—¡Hay muchas tiendas! —exclamó tan emocionada que enredó su brazo con el de Link y se pegó a él—. Es el pueblo más grande que he visto nunca. Quiero decir, sé que el castillo y las dependencias para los trabajadores son como un pueblo, pero... esto es uno de verdad.

Lluvia y ruinas. Fictober 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora