Capítulo 27: La Sombra del Dragón

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Escena 1: El Abismo del Dolor

La oscuridad se cernía sobre Orm, una oscuridad más profunda que la que la rodeaba, una oscuridad que se extendía desde el interior de su cuerpo hacia su alma. El dolor, agudo y punzante, la envolvía como una mortaja. La sangre, caliente y viscosa, se deslizaba por su piel, manchando su ropa y el suelo de la bodega. Cada latido de su corazón era un eco de la agonía que la consumía.

Sus ojos, húmedos y llenos de lágrimas, se abrieron con dificultad. La visión borrosa, el mundo se distorsionaba en manchas de color, la sangre se mezclaba con el polvo y la humedad. El aire se sentía denso, pesado, como si la bodega se estuviera cerrando sobre ella, ahogándola en su propia desesperación.

Los hombres de la Serpiente Negra, sorprendidos por su propia brutalidad, se quedaron paralizados. La violencia que habían desatado se había convertido en un espectáculo macabro, un reflejo de su propia oscuridad. El líder, con el rostro pálido y los ojos húmedos, observaba a Orm con una mezcla de horror y culpa.

"No... no queríamos...", balbuceó, su voz temblorosa. "No fue nuestra intención..."

Orm, con un esfuerzo sobrehumano, intentó hablar, pero solo logró un jadeo que se perdió en el silencio de la bodega. La sangre le llenaba la garganta, cada intento de respirar se convertía en un tormento.

Escena 2: La Llegada del Dragón

En ese momento, un rugido ensordecedor resonó en la bodega. Las puertas se abrieron de golpe, y un torbellino de furia irrumpió en el lugar. Thanawat, el Dragón Dorado, entró como un huracán, su rostro contorsionado por la ira, sus ojos ardiendo con una intensidad que congelaba la sangre.

"¡Orm!", gritó, su voz resonando con una mezcla de dolor y furia. "Orm, mi hija..."

Sus ojos se posaron en Orm, tendida en el suelo, rodeada de un charco de sangre. La visión de su hija, débil y agonizante, lo llenó de una rabia incontenible. La furia del Dragón Dorado se desató con la fuerza de un volcán en erupción.

"¡Ustedes, escoria! ¡Ustedes, gusanos! ¡Pagarán por esto!", bramó, su voz resonando como el trueno.

Sus hombres, que habían seguido a Thanawat con una mezcla de miedo y admiración, se lanzaron sobre los hombres de la Serpiente Negra. La bodega se convirtió en un campo de batalla, un torbellino de acero y fuego. Los golpes, los disparos, los gritos, todo se mezclaba en un caos ensordecedor.

Escena 3: El Fuego Cruzado

La bodega se convirtió en un infierno. La visión de Orm, pálida y agonizante, llenó de desesperación a sus amigas. Engfa, con la voz quebrada, susurró: "Orm, por favor...". Freen, con los ojos húmedos, se arrodilló junto a ella, tomándole la mano. "Resiste, Orm. Resiste por favor...".

Becky, con su mente fría y calculadora, se unió a la batalla, su arma disparando con precisión, eliminando a los hombres de la Serpiente Negra que se interponían en su camino. Charlotte, con el corazón en la garganta, se aferraba a la esperanza, rogando a los dioses que Orm no muriera.

Thanawat, el Dragón Dorado, con la furia de un volcán en erupción, se abalanzó sobre los hombres de la Serpiente Negra. Sus hombres, leales y valientes, lo siguieron, convirtiendo la bodega en un campo de batalla. La furia del dragón se desató, su espada brillando bajo las luces parpadeantes, dejando un rastro de sangre y muerte a su paso.

Engfa, con movimientos ágiles y precisos, esquivaba los ataques de los hombres de la Serpiente Negra, mientras disparaba con una precisión mortal. Freen, con la valentía de un soldado, se enfrentaba a los enemigos cuerpo a cuerpo, su espada brillando con una luz mortal. Becky, con una frialdad implacable, eliminaba a los enemigos uno por uno, su arma disparando sin descanso. Charlotte, con la desesperación en sus ojos, se movía entre el caos, buscando a Orm y protegiéndola de cualquier daño.

La bodega se convirtió en un torbellino de acero y fuego. Los golpes, los disparos, los gritos, todo se mezclaba en un caos ensordecedor. La sangre se derramaba por el suelo, manchando las paredes y las herramientas de la bodega. Los casquillos de las balas se esparcieron por el suelo, junto a los cuerpos de los hombres de la Serpiente Negra, inertes y sin vida.

Finalmente, el silencio se apoderó de la bodega. La batalla había terminado. Los hombres de la Serpiente Negra yacían en el suelo, sin vida, sus cuerpos cubiertos de sangre. Thanawat, con el rostro bañado en sudor y la respiración agitada, se arrodilló junto a Orm, su mirada llena de dolor y alivio.

"Orm, mi hija...", susurró, tomándole la mano. "Resiste, mi hija. Resiste por nosotros."

Engfa, Freen, Becky, y Charlotte, con los ojos llenos de lágrimas, se reunieron alrededor de Orm, sus manos temblorosas acariciando su rostro. La esperanza, aunque frágil, aún ardía en sus corazones.

Con cuidado, la cargaron, llevando su cuerpo delicado fuera de la bodega, hacia la luz del amanecer. La bodega, ahora un lugar de horror y muerte, quedó en silencio,  un testimonio de la batalla que había tenido lugar allí.

En el hospital, los médicos luchaban por salvar la vida de Orm, mientras sus amigas y su padre se mantenían a su lado, llenos de esperanza y preocupación. Thanawat, con el rostro cansado y las manos temblorosas, se aferraba a la mano de Orm, sus ojos húmedos y llenos de amor. "Resiste, mi hija. Resiste por nosotros."

Engfa, Freen, Becky y Charlotte se turnaban para cuidar a Orm, sus voces susurrando palabras de aliento, sus manos acariciando su rostro. La esperanza, aunque frágil, aún ardía en sus corazones.

En la oscuridad de la bodega, Orm había luchado contra la muerte. Ahora, en la luz del hospital, la lucha continuaba, una lucha por la vida, una lucha por la esperanza.

Escena 4: La Esperanza en la Oscuridad

El hospital era un remolino de luces blancas y el zumbido constante de las máquinas. El aire olía a desinfectante y a la tensión palpable que impregnaba el lugar. Orm yacía en una cama, conectada a una serie de cables y tubos que la mantenían con vida. Su rostro, pálido y demacrado, reflejaba el dolor que la consumía.

Thanawat, el Dragón Dorado, se sentaba a su lado, su rostro endurecido por la preocupación. Sus manos, acostumbradas a empuñar espadas y a luchar contra enemigos, ahora se aferraban con delicadeza a la mano de su hija. Sus ojos, que en batalla ardían con furia, ahora estaban húmedos y llenos de amor.  "Resiste, mi hija", susurró, su voz ronca por la emoción. "Resiste por nosotros."

Engfa, la más impulsiva del grupo, se paseaba de un lado a otro, su impaciencia reflejada en sus movimientos nerviosos. Sus ojos, llenos de una tristeza profunda, no se apartaban de Orm. Cada tanto, se acercaba a la cama y acariciaba el rostro de su amiga con una ternura que contrastaba con la furia que había mostrado en la bodega.

Freen, la más serena y calmada del grupo, se sentaba junto a la cama de Orm, su mano acariciando con suavidad el cabello de su amiga. Sus ojos, llenos de compasión, reflejaban la profundidad de su amistad.  "No te preocupes, Orm", susurraba con voz suave. "Estamos aquí contigo."

Becky, con su mente fría y calculadora, se mantenía al margen, observando con atención a los médicos que trabajaban con diligencia para salvar la vida de Orm. Su rostro, normalmente impasible, ahora mostraba una preocupación inusual.  "No te preocupes, Orm", decía con voz firme. "Vamos a sacarte de esto."

Charlotte, la más soñadora del grupo, se sentaba en una silla junto a la cama, su mirada fija en Orm. Sus manos, pequeñas y delicadas, se aferraban a un pequeño oso de peluche, un amuleto de su infancia que siempre la acompañaba en momentos difíciles.  "Por favor, Orm", susurraba con voz temblorosa. "No nos dejes."

Las amigas de Orm, cada una con su propia personalidad y forma de afrontar la adversidad, se unían en un solo propósito: proteger a su amiga, cuidarla y apoyarla en su lucha por la vida. La esperanza, aunque frágil, aún ardía en sus corazones.

En la oscuridad de la bodega, Orm había luchado contra la muerte. Ahora, en la luz tenue del hospital, la lucha continuaba, una lucha por la vida, una lucha por la esperanza. La batalla por la vida de Orm, una batalla que no se libraría con espadas o balas, sino con la fuerza de la amistad, el amor y la esperanza.

Fin del Capítulo 27

Orm y Lingling: La mafia y la leyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora