Escena 1: La Persecución Incesante
La ciudad de Bangkok se extendía ante Orm como un laberinto de calles oscuras y húmedas. La lluvia había cesado, pero la humedad seguía impregnando el aire, y el viento frío se colaba por debajo de su ropa, haciéndole sentir un escalofrío que recorría su cuerpo.
Los hombres del Tigre de Siam la perseguían sin descanso. Cada callejón, cada esquina, cada sombra parecía esconder una amenaza. Su cuerpo estaba cansado, su mente aturdida. El dolor de las heridas que había recibido durante la pelea la atormentaba, pero el miedo a ser capturada la impulsaba a seguir corriendo.
No podía permitirse que la atraparan. No podía permitirse que el Tigre de Siam se apoderara de ella. Su padre, Thanawat, el Dragón Dorado, no lo permitiría. Él la protegería, pero para eso, debía llegar a él.
La adrenalina que la había mantenido en movimiento comenzó a disminuir. Sus piernas temblaban, sus pulmones ardían. La visión se le nubló, y el mundo a su alrededor se desvaneció en un borrón de colores.
Cada vez qué sé giraba para mirar hacia atrás, veía las siluetas de los hombres del Tigre de Siam, acercándose con pasos firmes y silenciosos. Sus caras, ocultas bajo capuchas, parecían sombras amenazantes.
Se aferraba a la esperanza de llegar a un lugar seguro, a un lugar donde pudiera esconderse y llamar a su padre. Pero el miedo la consumía, y la sensación de que la estaban alcanzando se hacía cada vez más fuerte.
La ciudad, que normalmente era un hervidero de vida, se había convertido en un escenario de miedo y tensión. La gente se alejaba de ella, sus miradas llenas de miedo y confusión.
"No puedo detenerme", se dijo a sí misma, tratando de encontrar fuerzas para seguir corriendo. "No puedo dejar que me atrapen."
Pero sus piernas se negaban a obedecer. El dolor sé intensificó, y la visión se le nubló aún más. La oscuridad la envolvió, y la ciudad se desvaneció a su alrededor.
Escena 2: La Caída en la Oscuridad
Orm se tambaleó, sintiendo que la fuerza la abandonaba. Trató de aferrarse a la realidad, pero la oscuridad la envolvió como una ola. Sus piernas cedieron, y se desplomó en el suelo frío y húmedo.
El asfalto áspero raspó su piel, y el dolor punzante se extendió por su cuerpo. La visión se le nubló, y el mundo se convirtió en un torbellino de colores oscuros. La lluvia, que había cesado, parecía volver a caer en su rostro, fría y despiadada.
Un miedo visceral la invadió. No podía permitirse que la atraparan. No podía permitirse que el Tigre de Siam se apoderara de ella. Su padre, Thanawat, la encontraría, pero ¿cuánto tiempo tardaría?
Su mente se llenó de imágenes: la furia de su padre, la sonrisa cruel de los hombres del Tigre de Siam, la cara de Lingling, llena de preocupación.
Un sollozo escapó de sus labios. La soledad y el miedo la consumían. No podía dejar de pensar en Lingling. La cena, las palabras, las lágrimas, la huida. ¿Habría estado bien? ¿Habría logrado escapar?
La oscuridad se apoderó de ella, y la última imágen qué vió fué la de un hombre corpulento con una mirada amenazante, acercándose con una sonrisa cruel.
Escena 3: La Búsqueda Desesperada
Thanawat, el Dragón Dorado, estaba furioso. Su oficina, una fortaleza de acero y vidrio en el corazón de Bangkok, se había convertido en un remolino de actividad. Hombres entraban y salían sin cesar, sus rostros preocupados.
Thanawat se paseaba de un lado a otro, su rostro endurecido por la ira. Su hija, su mano derecha, su heredera, estaba en peligro. No dudó ni un segundo en movilizar a sus hombres, ordenando una búsqueda exhaustiva por toda la ciudad.
"Busquen por todas partes", ordenó a sus hombres, su voz resonando con autoridad. "No se detengan hasta encontrarla. Sí le hacen daño, se arrepentirán de haber nacido."
Su mente se llenó de imágenes de Orm: su sonrisa, su mirada penetrante, su determinación. Era su hija, su sangre, su orgullo. No podía permitirse perderla.
La ciudad, que normalmente era un hervidero de vida, se había convertido en un escenario de miedo y tensión. Los hombres de Thanawat se dispersaron por las calles, buscando cualquier rastro de Orm. Cada callejón, cada calle, cada edificio era inspeccionado con meticulosidad. La presión era enorme, y la tensión se palpaba en el aire.
Thanawat se sentó en su silla de cuero, sus manos apretadas sobre el escritorio. El miedo, la furia, la desesperación lo consumían. No podía permitirse qué el Tigre de Siam le arrebatara a su hija.
"Encuéntrenla", dijo, su voz apenas un susurro. "Encuéntrenla, o la ciudad arderá."
Sus palabras resonaron en la habitación, llenándola de un silencio pesado. Los hombres de Thanawat se apresuraron a cumplir sus órdenes, sabiendo que el destino de la ciudad estaba en juego.
Fin del capítulo 23
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Orm y Lingling: La mafia y la ley
FanfictionEn una historia con tus personajes favoritos de GL Tailandesa Tiene drama, romance, con un toque de peligro y misterio.