Capítulo 117

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De repente, el silencio envolvió el lugar.

Tras un momento de quietud, se escuchó un sonido ahogado: era Xieli intentando reír. Sin embargo, con la boca amordazada, no podía emitir carcajadas, solo lograba producir esos sonidos sofocados.

‘¿Acaso el cielo ha hecho justicia? Ja, ja, ja. Veamos quién ríe al final’, pensó Xieli, riéndose frenéticamente en su interior, hasta que Yan Cai le dio una bofetada.

Inmediatamente, varios guardias lo golpearon hasta dejarlo inconsciente, sumiéndolo en completo silencio. Fue solo entonces que los presentes reaccionaron ante lo sucedido y se acercaron apresurados.

“¡Llamen al médico! ¡Rápido, traigan al médico!”, gritaba alguien en medio del caos.

Otros, sin saber qué pasaba, también se arremolinaron por instinto alrededor de la escena.

Afortunadamente, lograron contener la situación. La flecha había atravesado la espalda de Jiang Manyue en diagonal, y debido al temor de empeorar la herida, ni siquiera podían moverlo fácilmente hacia la tienda médica.

Finalmente, idearon un plan: unieron unas tablas de madera y crearon una camilla con un hueco en el centro para evitar que la flecha tocara el cuerpo. Así lo trasladaron cuidadosamente al campamento.

Yan Cai lo siguió en silencio, sin decir una palabra.

Zhu Hua, que estaba sosteniendo a Zaizai, vio que llevaban a alguien y se asustó, sin poder distinguir al principio quién era el herido. Acto seguido, los médicos militares llegaron apresurados, seguidos por el silencioso Yan Cai. Zaizai, sensible a lo que ocurría, estiró los brazos hacia Yan Cai.

Yan Cai tomó a su hijo en brazos. El contacto con su cuerpo helado pareció devolverle algo de calidez.

“Papá, ¿dónde está papá?”, preguntó el niño sin entender.

Zhu Hua, entonces, reconoció al herido y, horrorizado, se tapó la boca. Los médicos lo sacaron de inmediato, ordenándole que fuera a hervir agua.

“No se permite la presencia de personas ajenas aquí”, dijeron los médicos. Aunque notaron la presencia de Yan Cai con el niño en brazos, no se atrevieron a decirle nada.

Sabían que, además de ser su familia, Yan Cai era el príncipe, la persona de mayor rango en el lugar. El sudor corría por sus frentes, temerosos de que, si no lograban salvar al herido, no vivirían para regresar a sus hogares.

Sin prestar atención a Yan Cai, los médicos comenzaron a dar órdenes: “¡Preparen agua caliente, traigan gasas limpias...!”

Sin embargo, tratar la herida de Jiang Manyue no era tarea fácil: la flecha había atravesado su pecho desde la espalda.

“Por suerte, no estaba envenenada ni atravesó el corazón”, dijo uno de los médicos.

Esa era la única noticia alentadora. Si la flecha hubiera perforado el corazón, no habría ninguna esperanza. Aun así, la situación era crítica.

La pérdida de sangre era severa y, si no retiraban la flecha de inmediato, Jiang Manyue podría morir. Los médicos quisieron advertir a Yan Cai de que la escena sería muy sangrienta, pero él no apartó la vista ni un momento. Solo sostuvo la cabeza del niño contra su pecho para que no viera lo que ocurría.

Zaizai, normalmente travieso, permanecía sorprendentemente callado.

Al no recibir respuesta de Yan Cai, los médicos dejaron de intentar persuadirlo. Cortaron la ropa de Jiang Manyue, dejando al descubierto su piel. Uno sostuvo su cuerpo, otro preparó las gasas y el medicamento, mientras el tercero se dispuso a extraer la flecha.

Tener un bebé antes de casarse con un esposo malvadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora