Capítulo 99

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Jiang Manyue inicialmente pensó que podría evitar que algunas de las cosas terribles de su vida pasada ocurrieran. No parecía ser algo difícil, así que decidió intervenir. Sin embargo, no esperaba que los acontecimientos en esta vida siempre tomaran un rumbo diferente. 

Como en este caso: una diferencia de un solo carácter entre ‘Qingchang’ y ‘Qingyang’. ¿Acaso era inevitable esta calamidad, predestinada desde el principio? 

No. Jiang Manyue no era una persona pesimista. No creía en el destino. Él creía que el esfuerzo humano podía vencer al cielo. 

Quizás solo era un individuo más, sin un poder inmenso ni influencia significativa sobre los grandes acontecimientos. Pero ignorar algo que podía hacer con facilidad sería un acto de cobardía. 

Además, aquellos soldados, que en este momento parecían desconocidos, alguna vez habían sido sus compañeros en la lucha. 

Tal vez las conexiones se habían desvanecido en este nuevo ciclo, pero los recuerdos seguían vivos en su interior: campos nevados, armaduras heladas hasta los huesos, tambores de guerra resonando, y copas de vino que traían calor al alma. 

La sangre derramada y los caminos recorridos siempre dejan huellas en el corazón. 

Aunque muchos decían que Jiang Manyue era frío y despiadado, como si su corazón fuera de hierro. Incluso cuando veía morir a sus hombres ante sus ojos, su expresión no cambiaba ni un poco. 

Sin embargo, solo Yan Cai sabía que Jiang Manyue no era tan insensible como aparentaba. Bajo esas capas de frialdad había ternura y calidez. 

Aunque pocas personas podían experimentar ese lado suyo. Solo su hijo y él habían conocido ese tipo de afecto exclusivo de Jiang Manyue. 

Pero eso no significaba que no le importaran sus soldados. Como general, debía valorar la vida de sus hombres. Ningún comandante vence solo; su éxito se construye con la sangre y el sudor de miles de soldados. 

Jiang Manyue incluso recordaba pequeños detalles. 

Una vez, una flecha enemiga lo hirió, y el joven soldado que cuidaba de él lloró sin consuelo, con lágrimas y mocos. Ese muchacho tenía solo quince años y había llegado al campamento en pleno invierno, sin un abrigo adecuado. Jiang Manyue le dio una chaqueta vieja que ya no usaba. 

Otra vez, tras una gran victoria, las sonrisas iluminaban los rostros de todos. Esa noche celebraron asando cordero y brindando con vino caliente. Aunque rara vez bebía, en esa ocasión lo convencieron para que lo hiciera. 

Al principio, los soldados temían acercarse a él. Era un comandante joven, sin aficiones conocidas y siempre con una expresión severa, manteniendo a todos a distancia. Era estricto y no mostraba favoritismos, lo que provocaba que muchos lo respetaran con temor. 

También hubo momentos de derrota, en los que muchos compañeros cayeron en el campo de batalla. Los supervivientes, con lágrimas en los ojos, cargaron los cuerpos de sus camaradas para darles un entierro colectivo sin nombre. 

En esa tumba reposaban aquellos con quienes había luchado. Sus nombres se habían perdido con el tiempo. 

Jiang Manyue se preguntó más de una vez si, tras su muerte, también acabaría enterrado en tierras lejanas, olvidado con el paso de los años. Tal vez alguien pasaría por su tumba y, al leer la inscripción, solo diría: “Ah, así que era un general.” 

Eran esos recuerdos fragmentados, que creía haber olvidado, los que le impedían cortar completamente los lazos con sus antiguos compañeros de armas, aunque pertenecieran a un tiempo pasado. 

Tener un bebé antes de casarse con un esposo malvadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora