Capítulo 119

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La oscuridad se desvaneció de repente, y ante los ojos de Yan Cai apareció la luz. Uno de sus compañeros de equipo tenía a un hombre inmovilizado bajo sus pies.

"¿Yan Cai? ¿Estás despierto?", preguntó su compañero mientras le daba otra patada al hombre en el suelo, dejándole el rostro lleno de moretones.

De no haber irrumpido en la habitación de ese hombre y atraparlo, quién sabe cuánto tiempo más habrían estado atrapados en la ilusión.

"Sí, estoy despierto," respondió Yan Cai, llevándose una mano a la frente.

Decidió no contarle a su compañero lo que acababa de ver: ese hombre y ese niño que había encontrado... eran demasiado extraños.

"¿Y los demás?"

"Algunos ya despertaron hace rato y fueron a buscar a los compañeros desaparecidos. Tú fuiste uno de los que más tardó en despertar", comentó su compañero de manera casual, antes de volver su atención al hombre atrapado, al que seguía golpeando.

Aunque notó que Yan Cai parecía algo raro, no le dio mucha importancia. La relación entre ambos no era cercana, y el simple hecho de haberle avisado ya era más de lo que debía hacer.

Así era ahora la relación entre las personas: los compañeros de equipo no eran más que alianzas temporales. Al final, cada quien debía hacerse cargo de su vida o muerte.

Pronto, los demás compañeros comenzaron a regresar. Algunos tenían rastros de lágrimas en los ojos, otros se veían agotados y unos aún estaban conmocionados. Yan Cai se dio cuenta de que faltaba gente.

"¿Dónde están?"

"Murieron", respondió uno de los que acababa de regresar, con frialdad.

Esas dos palabras, simples y sin emoción alguna, sonaron especialmente indiferentes.

En esta era, la muerte era tan común que ya no sorprendía a nadie. Sin embargo, esta vez Yan Cai se sintió extrañamente perturbado.

Aunque la ilusión había sido poderosa y aterradoramente real, seguía siendo solo una ilusión sin peligro real. ¿Cómo podía haber provocado la muerte de alguien?

Yan Cai prefirió guardar su duda para sí, pero otro de los presentes expresó lo que él pensaba.

"¿Muertos? La ilusión era real, pero no me pareció tan aterradora. Yo soñé con mis padres fallecidos...", dijo una mujer, limpiando las lágrimas de sus ojos. "¿Y ustedes? ¿Con qué soñaron?"

"Yo soñé con mi esposa y mi hijo, que aún no ha nacido."

"Yo soñé con mi mejor amigo."

Algunos compartieron sueños desagradables:

"Soñé con un ladrón", dijo un hombre que aún estaba tratando de calmarse, mientras se daba palmaditas en el pecho. "Lo recuerdo bien, él me robó dinero y me golpeó una vez."

"Yo soñé con mi exesposo. Ese hombre no era nada bueno."

También había quienes, por lo incómodo de sus sueños, preferían no contar lo que vieron. No importaba; el responsable seguía tirado en el suelo.

Después de recibir una buena golpiza, el hombre finalmente confesó.

Resultó que su habilidad consistía en sumergir a las personas en ilusiones, donde cada uno veía lo más importante de su vida: alguien que había dejado una huella profunda, para bien o para mal, y que despertaba su mayor miedo, alegría o recuerdo imborrable.

Algunos tenían secretos vergonzosos, y los que murieron dentro de la ilusión habían sido incapaces de soportar lo que vieron.

Por ejemplo, uno de los hombres que aún seguía conmocionado habría quedado atrapado en su pesadilla de ser asaltado, de no haber sido despertado a tiempo.

Tener un bebé antes de casarse con un esposo malvadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora