Extra 6

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"Hermano, tengo un poco de miedo", dijo Er Zai, agarrando con fuerza la manga de su hermano mayor, sin soltar el 'tanghulu' (frutas caramelizadas) que tenía en la mano.

"No tengas miedo. Estoy contigo." Respondió el mayor.

KeKe le dio unas palmaditas en la mano a su hermano menor mientras observaba el entorno con calma. Se encontraban en una habitación desconocida, completamente diferente del templo al que habían entrado.

El cartel roto del templo decía "Guanzizai Bodhi", pero estaba en ruinas, cubierto de maleza, y servía de refugio para gatos callejeros. En contraste, este nuevo lugar también parecía un templo, pero su arquitectura y decoración eran distintas, con objetos que no reconocían.

Las ventanas estaban hechas de cristal transparente, algo lujoso por su gran claridad y capacidad para bloquear el viento. ¿Un templo con tanto lujo?

"Hermano, siento un olor feo", murmuró Er Zai, lamiendo otra vez su 'tanghulu'.

Cuanto más asustado se sentía, más necesitaba comer para calmarse. Mordía la fruta con cautela, sin hacer ruido, mientras seguía aferrándose a la ropa de su hermano.

KeKe también percibió ese olor: era un hedor ligero a putrefacción, como el de un animal muerto que llevaba días sin ser retirado.

"Vamos a echar un vistazo afuera."

Aunque llevaban los 'tanghulu' en las manos y resultaba incómodo, no los tiraron. Su padre siempre les había enseñado a no desperdiciar comida, y ellos seguían fielmente esa enseñanza.

Por eso, aunque los dulces eran un estorbo, Er Zai no soltaba ninguno, llevando todos en una mano mientras la otra se aferraba a la de su hermano.

Ambos avanzaron con cuidado, sin soltarse. No sabían cómo habían llegado allí, pero al menos estaban juntos, lo que les daba algo de tranquilidad.

Cuando empujaron la vieja puerta, esta chirrió, revelando un templo desolado, silencioso al extremo, lo que aumentaba la inquietud en sus corazones.

Salieron del edificio, y el olor nauseabundo se intensificó de inmediato.

Frente a ellos había un bosque pequeño y oscuro, tan denso que parecía estar lleno de sombras fantasmales. Para salir del templo, tenían que atravesarlo.

Entre los árboles, ZaiZai creyó distinguir altas edificaciones en la distancia, pero se preguntó por qué las construcciones eran tan exageradamente altas.

Conforme avanzaban, las sombras del bosque comenzaron a tomar forma: figuras pálidas, con manchas de sangre seca y movimientos rígidos. ZaiZai frunció el ceño al ver esos seres.

Gracias a los poderes vitales que había heredado de Yan Cai, podía percibir la energía de la vida, pero de esas figuras no sentía absolutamente nada. Esas cosas no eran seres humanos, o al menos, no del todo.

Parecían similares a los "no muertos" que había leído en los libros, criaturas conocidas como 'jiangshi' (cadáveres saltarines).

El menor sudaba de los nervios y apretaba con fuerza la mano de su hermano.

"¿Son esas las cosas de las que nos habló papá?" susurró Er Zai.

"Parece que sí," respondió KeKe, recordando las historias que su padre solía contarles.

Esas criaturas se acercaban rápidamente, con una baba amarilla y apestosa escurriéndoles de los dientes. Una de ellas, la más rápida, se lanzó directamente hacia ellos.

El mayor recordó lo que su padre le había enseñado: para matar a esas criaturas, debían apuntar al centro de la frente.

De su manga salió una rama verde y vibrante, lista para atacar. Sin embargo, dudó. A pesar del peligro, su aversión a la suciedad le impidió usarla. Era igual de meticuloso que su padre, Jiang Manyue, y no podía soportar la idea de ensuciar su rama insertándola en la cabeza de una de esas cosas.

Tener un bebé antes de casarse con un esposo malvadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora