Extra 2

335 73 8
                                    

KeKe se levantó y dijo que sabía recitar. El estudiante que había sido llamado primero, pero no logró hacerlo, sintió que su cara ardía de vergüenza y se llenó de ira, convencido de que había sido humillado.

¿Cómo podía ser que él no supiera recitar y ese mocoso sí? A pesar de que solo tenía dos años más que KeKe, se consideraba ya un adulto y veía a KeKe como un niño ignorante.

"Seguro estás mintiendo. No te creo."

KeKe lo miró de reojo, sin responder, pero en su interior bufó: '¡Qué infantil!'

El maestro, temiendo que no supiera recitar, estaba pensando en cómo resolver la situación, pero en ese momento, Jiang Qingke empezó a recitar en voz alta.

Su voz aún tenía un tono infantil, dulce y fresca, como una sandía fría cortada después de pasar toda la noche en agua helada.

Al oírlo recitar correctamente, el maestro se sintió aliviado y empezó a mover la cabeza al ritmo del contenido que Qingke recitaba, siguiendo el texto mentalmente.

Sin embargo, cuando llegó a la primera parte: "El rey anterior enseñó que el amor universal puede transformar al pueblo, por lo tanto lo promovía..." Qingke se detuvo.

El maestro, sorprendido, dejó de mover la cabeza y de recitar en su mente. "¿Por qué no sigues, Jiang?", preguntó.

KeKe sacudió la cabeza con naturalidad y respondió con voz clara: "Maestro, solo leí hasta esta parte."

El mensaje era evidente: no sabía recitar el resto porque no lo había estudiado. Después de todo, jugar con su hermano era mucho más divertido que leer.

Por más maduro que pareciera, KeKe seguía siendo un niño de siete años, para quien jugar era lo más importante... aunque sus juegos podían ser un poco salvajes.

¿Acaso el hermano menor no estaba para jugar con él?

KeKe: 'Si no es para jugar, ¿entonces para qué sirve?'

Sí, sin duda eran hermanos de verdad.

El maestro, sin embargo, quedó satisfecho.

Aunque no recitó todo, KeKe había memorizado mucho más de lo que esperaba, sobre todo en comparación con los demás estudiantes. Y en ese grupo, donde nadie había podido recitar nada, Jiang Qingke sobresalía con creces.

Sus alumnos venían de familias acomodadas, y no era raro que estos jóvenes mimados no tuvieran interés en estudiar.

Durante los descansos, el maestro solía pasar cerca y oía cómo los chicos hablaban de peleas de grillos o apuestas con gallos, lo que siempre lo hacía negar con la cabeza, lamentando que fueran tan despreocupados.

Sin embargo, nunca había visto a Jiang Qingke mezclarse con ellos en esas conversaciones. Siempre estaba en su rincón, tranquilo, con un libro en una mano y su hermano en la otra. El pequeño no causaba problemas y escuchaba con atención mientras Qingke le leía.

Ver esa escena le calentaba el corazón al viejo maestro; eso era lo que él esperaba ver: hermanos unidos.

Al mirar al otro lado de la clase, el contraste era evidente. Los otros muchachos, que aún no habían madurado del todo, hablaban de cosas como las criadas que sus familias les habían asignado.

Todo empezó porque el estudiante más grande, de trece años, contaba con orgullo que ya tenía una, disfrutando de la envidia de los demás.

La diferencia entre Qingke y el resto era clara: por un lado, había armonía fraterna; por el otro, caos y decadencia. El maestro estaba cada vez más satisfecho con Qingke.

Tener un bebé antes de casarse con un esposo malvadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora