Dos personas. Dos bandos conflictivos y competitivos. Ella intentará odiarlo, en honor a su padre, a su familia, a su mejor amigo y a toda su comunidad, la cual quiere representar. Sin embargo, cuando se vea dentro del éxtasis en el cual él, el líde...
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Judith se lanza en mis brazos apenas llego hacia ella.
Sus pequeños brazos se rodean por mi cuello y yo aspiro su aroma a manzanilla en el pelo, recordando las noches que, antes de ir a la cama, le daba un baño mientras mi padre y Michonne limpiaban la cena.
Carl nos mira sonriendo y yo solo me enfoco en recibir su calor y el amor que siempre desprendió hacia mi.
La separo apenas, viendo sus ojos cafés, observando sus bucles rubios que caen por los costados de sus mejillas.
— Estás preciosa. — le digo, acariciando su cabello. — ¿Estabas jugando con Carl?
— Estábamos por pintarnos las manos y dejar una huella allí. — explica mi hermano, señalando la madera del porche.
Judith me señala a mi y me toma la mano.
— Oh. ¿Quieres que yo también lo haga? — la pequeña asiente con su cabeza. — Podemos hacerlo.
Observo a Carl, quien rasca su cabeza y asiente al instante.
— Voy a preparar el acrílico. — explica, yendo hacia dentro de la casa.
Tomo asiento en una silla mecedora, acomodando en mi regazo a mi hermana.
Ella juega con mi cabello y esconde los mechones que interrumpen en mi rostro, como puede, detrás de mis orejas.
— ¿Me echas de menos, pequeña patea culos? — sonriendo, mostrándome sus pequeños dientes, ella asiente y pone su cabeza en mi pecho. — Yo también lo hago.
Acaricio de su espalda y un nudo se forma dentro de mi garganta.
¿Qué hubiese sucedido si mamá seguía junto a nosotros?
Las cosas hubiesen sido tan diferentes, que de solo pensarlo se me revuelve el estómago y siento un cúmulo de sensaciones.
— Wow. ¿Y esas princesas? — Negan aparece frente a nosotras. Sube las escaleras del porche y noto como mi padre viene prácticamente corriendo por la desolada calle de su casa. — Hola, preciosa.
— Había una persona buscando de ti. — le digo, con la cabeza de mi hermana aún en mi pecho. — Spencer Monroe es su nombre.
— Lo sé. Tengo al idiota preparando una mesa de billar en el exterior. El día está jodidamente increíble y es una buena opción jugar fuera.
