Antes de que todo esto pasara, no podía librarme de la sensación de que algo me hacía falta, de que algo impedía que mi vida estuviera completa, aunque con veinte años de existencia no debería estarlo; algo me decía, especialmente, que yo como persona no estaba completa y jamás lo estaría.
Siempre fingía no saber de dónde venía esta sensación de extrañar algo que nunca había conocido, aún cuando sabía bien a quién quería, aún cuando la misma emoción me arrastraba a ella siempre que la recordaba, siempre que me sentía culpable, siempre que intentaba completarme.
Intenté olvidarme de ello de muchas maneras de las que ahora me arrepiento, con muchas acciones que, de haber predicho lo que ocurriría al final, nunca hubiera hecho. No me hubiera metido en la cama de esas chicas con cuerpos preciosos ni habría intentado encontrar algo bonito en las flores que los chicos que me daban, en sus besos y sexo que nunca me causaban nada. No hubiera jugado con sus corazones y tampoco con el mío; y, aunque esto no se relaciona tanto al amor o al deseo, tal vez tampoco habría deseado irme del pueblo y encontrar mi alma completa en un trabajo de oficina que ahora al pensarlo solo llega a parecerme indeseable; sí, incluso comparado a recoger café. Solo habría esperado a que pasara lo que debía pasar.
Pero arrepentirme no me parece tan malo, ni siquiera con esa pesadez en el corazón que siento cada vez que me acuerdo de todo lo que hice y todo lo que deseé, y tampoco sabiendo perfectamente que todas esas personas con las que jugué jamás me perdonarían, que ni siquiera yo perdonaría a alguien que me hiciera eso, o que no me quiero perdonar a mí misma por los sueños sin sentido que alguna vez tuve. No es tan malo, porque la vida es liviana ahora, y la siento llena de amor...
Ser amada me hace sentir como una buena persona.
En fin, la vida no ha cambiado mucho desde que Rebecca y yo nos hicimos novias y nos dimos nuestro primer beso, pero al mismo tiempo el sentimiento es completamente distinto; me da mucha más calma que al principio, después de ese amanecer en el que mi ahora novia dijo que me amaba desde siempre, en el que, sin decirlo directamente, me dijo que quería esto que ya tenemos.
Ahora todo se siente muchísimo más seguro; ya no tengo la ansiedad de hace unas semanas, cuando de vez en cuando se me ocurría pensar que todo podría ser una mentira, o que si era una verdad, nunca sería oficial; cuando pensaba que en cualquier momento se arrepentiría de confesar lo que sentía y se alejaría emocionalmente de mí, o que me diría que en realidad estaba jugando conmigo y que, habiéndose saciado de diversión, me dejaría sintiendo eso con lo que ya me encontraba familiarizada, o que simplemente no me tomaría tan en serio como yo deseaba. Pero ahora es diferente; ahora llego a casa y sé perfectamente que Rebecca me estará esperando sentada en el sofá y que se levantara de un brinco para abrazarme como si llevara años sin verme, que va a besarme en cuando lleguemos al parque por la tarde, que va a lamerme los labios llenos de helado en cuando empiece a anochecer, y que una vez que la luna esté en lo alto y mi cuarto —que ahora es en realidad nuestro— se encuentre oscuro, va a acariciarme el cabello suavemente hasta que me duerma.
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El tiempo perdido
RomansaDurante su infancia, Isabel y Rebecca fueron amigas, hasta el día en el que ésta se fue sin decir adiós. E Isabel, completamente enamorada de Rebecca, pensó que no podría tener algo más como eso en la vida. Y fue verdad, hasta el día en el que Rebec...