De nuevo ahí estaba frente a su casillero, observándola por el rabillo del ojo y queriendo disimular todo lo posible para que nadie se diera cuenta. Mucho menos ella; Valentina Carvajal, la rubia porrista amada por todo el colegio.
Sí, todo un estereotipo.
Juliana Valdés había estado enamorada de Valentina Carvajal desde que se mudó a un pequeño pueblo de Taxco tres años atrás. Sin embargo, nunca había sido capaz de acercársele.
Ni una palabra, pero sí miles de miradas.
Valentina hablaba animadamente con sus mejores amigas, las también porristas Viviana Serna y Tessa Gonzalez, sin percatarse todavía de su mirada fija en ella.
Con la primera, Juliana hablaba un tantito ya que compartían mesa en el laboratorio. Claro, era obligatorio al ser compañeras, aunque no se llevaban precisamente mal. Era un poco presuntuosa y arisca, pero nada que no se pudiera soportar.
No solía hablar con nadie del colegio salvo por sus compañeras de equipo, y esto era únicamente en horario de entrenamiento y sus partidos... a los que las porristas siempre asistían.
A pesar de ser un pueblo pequeño, había una selección de fútbol femenino por una vieja protesta hecha por unas pocas estudiantes que se hartaron de no poder jugar profesionalmente y, por suerte, la selección pertenecía a su instituto.
Desde pequeña se había destacado en el fútbol. En su antigua ciudad era una de las más aclamadas por ser tan joven, así que cuando llegó a su nuevo hogar no se le hizo difícil que la aceptaran en el equipo.
Desde el primer día en que pisó la secundaria Taxco quedó prendada de la rubia con la que siempre se cruzaba al ir a sus clases y también en sus partidos y algunos entrenamientos. Le caía como anillo al dedo ser jugadora y ella porrista, pero la mayoría de las veces la distraía disminuyendo su rendimiento y el entrenador Camacho la reprendía con varias vueltas alrededor del campo.
Los ojos de Valentina, tan azules como el cielo, conectaron un microsegundo con los de Juliana; cafés como el color de la miel o las hojas secas de un árbol en pleno otoño. La pelinegra apartó rápidamente la mirada sintiendo como la sangre se reunía en sus mejillas.
La había pillado. De nuevo.
Cerró la puerta de su casillero después de tomar un libro y se apresuró a irse antes de que alguien notara su sonrojo.
Valentina Carvajal provocaba eso en ella desde hacía ya tres largos años.
Juliana entendió desde muy, muy joven para dónde se dirigía su orientación sexual. De hecho, tuvo una breve relación con Esmeralda, una turista que conoció dos años antes por mera suerte. Tuvo sus primeros acercamientos sexuales y amorosos con ella, de la cual realmente disfrutaba su compañía. Sin embargo, nunca lo sintió como uno de esos amores que te matan y te regresan a la vida con solo un beso. Tan solo fue una linda aventura que podría repetir sin problema. De vez en cuando intercambiaban mensajes de texto y se ponían al tanto de cómo iban con sus vidas.
Esmeralda se la pasaba viajando con sus padres, recorriendo el mundo y sus pequeñas ciudades, en cambio Juliana le hablaba sobre todo de sus partidos y estudios. Nada muy interesante.
No era de esas que hablaban mucho, aunque no por timidez, sino porque tenía el dichoso pensamiento de que todo podía quedar claro con palabras cortas y precisas, sin necesidad de divagar.
Valentina, como siempre, sintió un cosquilleo en su nuca y la imperiosa necesidad de girar su cabeza hacia la derecha, cuestión que hizo para luego percartarse de la mirada de la jugadora sobre ella.
Era lo mismo cada vez que sucedía. Todos los sentidos de Valentina se ponían en alerta y un cosquilleo la atravesaba, primero se plantaba en su nuca y luego le recorría toda la espina dorsal cuando se daba cuenta de quién era la que la observaba.
Disimulaba muy bien a ojos de los demás, tenía que admitir Valentina. Si no fuera por el cosquilleo que la mirada de Juliana le producía ni siquiera ella lo notaría.
Había averiguado su nombre en una conversación superficial con Viviana, quien compartía clase de química con ella. Por suerte, su amiga lo tomó como una pregunta cualquiera y no indagó mucho ante su curiosidad.
La primera vez que capturó su mirada dirigiéndose a ella fue en una práctica de las porristas, justo al lado de donde la deportista tenía la suya propia, pero, en cambio, esta era de fútbol. Recordaba como un hormigueo la abordó justo en el descanso luego de tres horas sin parar de movimientos atléticos que buscaban la perfección. Estaba agotada cuando se sentó de golpe en las gradas junto a Tessa que se encontraba igual de exhausta... o peor.
Entonces sintió las cosquillas y se giró instintivamente hacia las futbolistas, encontrándose directamente con la mirada de Juliana, y la mantuvo firme sobre ella durante unos cinco segundos hasta que la retiró para regresar a sus asuntos, evidentemente avergonzada. Sin importarle mucho, Valentina continuó observándola jugar sin problema alguno, solo apreciaba un partido normal de fútbol. Nada fuera de lo común.
"Llevo diez minutos hablándote, Carvajal, y tú me ignoras como si no estuviera justo a tu lado". Tessa la llamó en ese entonces, protestando.
"¿Ah?"
"No, nada". movió su mano con desdén mientras ponía una mueca. "Que ahora soy invisible, adquirí ese nuevo superpoder. ¿No te lo había contado?" El sarcasmo relucía en sus palabras.
"Veía la práctica de fútbol". explicando señaló sin ganas donde las deportistas practicaban. "Claro está". Volviendo al presente, Tessa siguió la mirada de Valentina por todo el pasillo preguntándose a quién demonios veía.
"Tierra llamando a Valentina". la latina sacudió su mano frente a ella regresándola a la realidad.
"¿Ah?"
"Déjà vu. Bieeen"
"Martín organizó una fiesta en la piscina para celebrar su victoria. ¿Vienes?" Le preguntó Viviana a la rubia distraída.
"Tu hermano es un creído. Ni siquiera ha ganado y ya anda diciéndoles a todos para que vayan a celebrar". Tessa bufó poniendo los ojos en blanco. Para ella, Martín, el hermano Viviana, era un cretino medio gracioso. No le caía mal, pero igual solo lo trataba por V.
"Irá Matthew". Viviana insinuante, movió las cejas de arriba abajo y con una sonrisa burlona.
"Claramente, yo iré. Ya sabes, a pasar el rato y eso". agregó con rapidez la morena.
"¿Y tú, Valen? ¿Irás?" Dos pares de ojos se fijaron en la rubia.
Las fiestas en casa de los Serna significaban tres cosas: mucho alcohol, diversión en exceso y a Martín intentando llamar la atención de Valentina a toda costa.
Consideraba a Martín un buen amigo, igualmente era el hermano mayor de su mejor amiga, pero jamás había sido capaz de verlo de otra manera. No se sentía atraída por él y dudaba que en algún momento lo hiciera.
"Claro".
"¡Súper!" Viviana las abrazó emocionada "Ahora, noticia rápida: irá un chico que conocí en el gimnasio del parque, es uno de los entrenadores". sus ojos cafés adoptaron un brillo inmediato.
"Uhh, ¿y está de rechupete?" Inquirió Tessa.
"De rechupete". repitió Viviana asintiendo y con gracia en su voz.
Viviana solo era así de graciosa, gentil y alegre con sus allegados, al resto los veía seria y con humores de pocos amigos. Tanto Valentina como Tessa le agradecían al cielo no estar en la lista negra de Viviana, de enemiga podía ser un verdadero dolor de culo.
"¿Cómo se llama?" A Valentina le gustó el semblante aún más alegre que Viviana adquirió al pensar en "rechupete".
"Sebastian Lletget".