Juliana caminaba a trote ligero hasta la casa de Valentina. La chica le había pasado la dirección por mensaje, acordando una hora de ida. Cuando Juliana le preguntó sobre su conversación con Matthew, ella solo le dijo que tenían muchas cosas que discutir, poniendo inmediatamente nerviosa a la pelinegra que no sabía si serían cosas buenas o malas. El mensaje no revelaba mucho más que lo dicho, lo que era muy frustrante.
Intentaba calmarse en su caminata hasta la residencia de la rubia, pero cada minuto que pasaba la ponía más ansiosa por saber qué rayos hablaron.
Cuando llegó hasta su destino, revisó de nuevo su teléfono extrañada por la casa que veía frente a ella. ¿Casa? Mansión, mejor dicho. Sabía por la zona que Valentina le mandó en el mensaje que su casa sería ostentosa como las demás que se encontraban en esa calle, pero no que fuera como esa. Ni siquiera creía posible que en el pequeño pueblo en que vivían hubiera una casa así.
Era una preciosidad de construcción con bastantes arboles a su alrededor y una serenidad que embargaba a cualquiera. A Valentina debía de encantarle su hogar, tanto como ella apreciaba su recatada casa donde vivía tranquila con Michel y Lupe.
Nunca pensó que Valentina fuera tan rica como su casa decía a gritos que era. Todos sabían que los Carvajal tenían muchísimo dinero, así la hija de la familia quisiera aparentar que no era tanto, era algo bien sabido que ellos estaban posicionados en la alta cuna de su pueblo, pero Juliana no se esperó que fuera tanto así. Aunque sinceramente, no le importaba tanto... pero sí le intimidaba un poco, extrañamente. Respiró profundamente y se acercó hasta un señor que parecía ser el jardinero por sus pinzas de jardín, su sombrero y que estaba arrodillado frente a unas hermosas flores rojas. No había que ser un genio para adivinar su labor en esa casa. "¿Disculpe?" Lo llamó con suavidad y él se giró hasta ella antes de quitarse el sombrero. "Soy Juliana. ¿Aquí vive Valentina? Carvajal, Valentina Carvajal". corrigió como si fuera sumamente necesario.
"Un placer. Jacobo". se presentó el señor con un ligero asentimiento de cabeza. "¿La señorita Valentina la espera?"
Madre mía, que elegancia hasta para hablar.
Juliana asintió y el hombre la escoltó hasta la casa luego de abrir el portón de rejas negras. El señor era alto y robusto, daría miedo si no fuera por su pequeña sonrisa que irradiaba calma y decía que no era mal hombre, al menos eso era a simple vista. De todos modos, Juliana no era de las que se confiaba a la primera o segunda.
"La señorita está en su estudio detrás de la casa. Vayamos por acá". la guió hasta una pequeña cerca blanca justo al lado de la casa donde había una puerta para entrar.
El hombre no la dejó sola en todo el camino, siempre a su lado y en silencio, llevándola hasta la rubia que estaba en un estudio anexo de la casa, pasando la enorme piscina de piso azul y alrededores blancos, luego el verdoso césped cortado a la perfección y por fin el estudio de fachada blanca sin ventanas al frente y una puerta del mismo color.
Jacobo tocó la puerta dos veces con sus nudillos cuando se escuchó un estruendoso ruido de algo cayéndose y un pequeño "auch" antes de que se abriera solo un poco la puerta mostrando a una agitada Valentina con una mancha negra en su mejilla izquierda. Juliana retuvo sus ganas de reír.
"¡Juls!" Dijo Valentina sorprendida.
"¿Esperabas a alguien más?" Repuso la pelinegra con su inevitable sonrisa.
"Bueno, hasta aquí llego yo. Si me disculpan..." Jacobo se despidió de ambas y se fue por el mismo camino en que llegaron.
Juliana y Valentina se quedaron viéndose a los ojos unos segundos, la rubia dentro del estudio todavía y la pelinegra afuera esperando hasta que ésta última carraspeó sacando a la menor de su estado de aturdimiento.