Capitulo 11

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Juliana miró extrañada a Sebastián

"¿A qué te refieres?" Él encogió un hombro, sus manos agarrándose detrás de la espalda en una tranquila postura.

"Dímelo tú, Juls. ¿Qué se traen tú y Valentina?"

Juliana no podía mentirle a Sebastián, su mejor amigo. Suficiente había tenido con ocultarle su verdad, pero es que nunca había surgido la conversación... o tal vez sí y no se sentía preparada.

"¿Cómo lo supiste?" Juliana cambió la orientación del interrogatorio y ahora él era el juzgado.

"Las vi hoy en la sala sin querer". admitió sin darle muchas vueltas al asunto. "¿Te gusta

Valentina? ¿Cómo algo más que... amigas?"

"No es el momento para hablar de eso, Sebas, será mejor luego". murmuró Juliana vigilando el alrededor y cruzando sus brazos.

No le importaría admitir su sexualidad en la gran ciudad o en un lugar de mente un poco más liberal que Taxco, era algo común en esos sitios y ya no era tan reprochado. Pero en su pueblo era distinto. Sabía que tendría todas las miradas sobre ella y la juzgarían ante cualquier paso que diera, bueno o malo, no importaría. Aunque dudaba mucho que Sebastián fuera como todos en su pueblo, todavía no estaba lista.

"Juls..."

"Estamos en la playa, Sebastián. Dije que luego". su mordaz mirada y voz dejó en claro su decisión.

Sebastián, a regañadientes, dejó también el tema hasta ahí, sabiendo que Juliana no le diría nada en ese momento. La chica solía ser firme con la mayoría de sus decisiones, y era obvio que esa era una de ellas, así que no la presionó más.

***

La noche cayó acompañada de un hermoso atardecer que los chicos supieron apreciar. El cielo era hermoso, tenía un cóctel de colores y suaves nubes dispersas lo adornaban. Naranja, rojo, azul, era un espectacular cuadro que Valentina moría por pasmar en su lienzo.

Amaba el cielo, el infinito que había y las estrellas relucientes que siempre iluminaban, se podía perder durante horas viéndolas, admirándolas... como a Juliana, que en ese momento también la veía firmemente, con su mirada cargada de algo que hacía sentir a Valentina mariposas revolotear en su estómago.

Al diablo con el atardecer, quería era el hermoso rostro de Juliana en otra de sus pinturas. Pero más allá de eso, quería sentir sus labios moviéndose contra los suyos.

Estaba loca por besarla.

Y tenía el grato presentimiento de que Juliana se encontraba igual que ella. Ese tiempo en la playa le había servido para esclarecer sus sentimientos hacia la pelinegra. Ahora podía decir firmemente que amaba la playa, era un lugar mágico y divino que podía quitarle los males a cualquiera.

Valentina esperó a que las horas pasaran con rapidez y los chicos se aburrieran para poder irse a dormir... a su habitación... la que compartía con Juliana. Pero por los momentos eso no estaba en los tempranos planes. Todos estaban con sus baterías cargadas hasta el tope, preparados para divertirse todo lo que pudieran.

"Hagamos una fogata". propuso Martín

"¡Y asemos malvaviscos!" Acotó Tessa, emocionada.

A Juliana le agradó la idea de una fogata en la playa, pero estaba ansiosa por irse a la casa y poder pasar un tiempo a solas con Valentina. Igual no fue contra la corriente y aceptó la proposición de Martín con un leve asentimiento. El resto aceptó también, a todos les simpatizaba pasar un rato más entre amigos, alrededor de una danza de fuego y más si comerían los malvaviscos que Tessa encontró en la alacena.

Clásico VIII JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora