Al llegar a su casa Valentina no salía del estado de ensueño con su no-etiquetada-cita. Se sentía sumamente cómoda con el hecho de que Juliana no la presionara en lo absoluto para ponerle nombre a lo que pasaba entre ellas. De ser así, no podría responderle. No todavía que no sabía cómo enfrentar lo que sucedía dentro de ella.
A ver, sabía que los hombres le atraían, no era como si fuera inmune a sus encantos o no le llamara la atención estar con uno en un futuro, un lejano e hipotético futuro en donde Juliana no estuviera. Lo nuevo en su vida era que también le gustara... Juliana. Sí, eso era lo que nunca se esperó venir.
¿A quién quería mentirle? Claro que siempre se sintió atraída por la pelinegra de intensa mirada. Siempre queriendo desvelar los misterios de esa profunda mirada que la veía a lo lejos sin resultarle atemorizante. Juliana era diferente en el buen sentido. Al principio, mucho antes de siquiera hablarle, pensó que solo quería tener un desliz, una anécdota y nada profundo. Experimentar, se podría decir. Pero todo eso se fue al demonio con una sola palabra de Juliana, una sola conversación, un solo vistazo de cerca a la verdadera Juliana que la cautivaba más que ninguna otra persona. Si en la playa empezó a tener fuertes sentimientos hacia ella, después de esa salida estaba completamente inmersa en la chica de ojos cafés. Le encantaba cada aspecto de ella, desde el color de su cabello hasta la manera en que tenía sus uñas, cortas pero delicadas. Y eso era solo hablando físicamente. Si profundizaba en el interior de Juliana no le alcanzarían las horas del día para describir lo mucho que le gustaba. Le hacía sentir adrenalina por lo oculto y peligroso que era eso en su pueblo y vida. Encanto; por la sencillez con la que se daban las cosas. Ternura; por la forma de ser de Juliana... Y amor; por sentirse tan especial bajo su mirada llena de palabras silenciosas que la hacían sentir única.
"Valentina, ¿dónde estabas?" La inesperada pregunta de su madre la hizo paralizarse en el primer escalón de las enormes escaleras que daban al segundo piso de la mansión Carvajal. No es que fuera una pregunta fuera de lugar. Para nada. Es solo que no se esperó que su madre estuviera en casa por una buena parte de la noche. Ni siquiera la había visto cuando entró al lugar llamado hogar, menos cuando pasó de largo la extensa sala para dirigirse a su habitación ubicada en el segundo piso.
"Madre". intentó sonreír lo mejor posible para disimular antes de darse la vuelta. "Estás en casa". afirmó tragando saliva y pensando con cuidado qué responder.
Lucia siempre iba impecable de pies a cabeza, con su cabello suelto y arreglado, vestida elegantemente y con pequeñas joyas que valían más que una casa promedio. La herencia de su familia materna era exuberante, ni se diga si se le unía el dinero de los Carvajal. Lucia podía darse todos los lujos que quisiera sin miedo a quedar alguna vez en la pobreza. Había sus excepciones para el inmaculado estilo de su madre, que era cuando tenía turno en la clínica y cambiaba el peinado por una coleta o una trenza. La mayor era dura, imponente y demasiado exigente, pero también tenía sus cosas buenas. Pudo haber escogido ser una mantenida por sus padres y esposo, no tenía la mínima necesidad de trabajar, pero igual lo hacía porque, según sus propias palabras, las mujeres no son inútiles. Pero tampoco permitiría que nadie de su familia trabajase en algo tan "pobre" como ser artista. A Lucia le gustaba la seguridad y ser artista no era nada seguro, verdaderamente, por eso primero tendrían que pasar sobre su cadáver si su hija quería estudiar algo "tan bajo" como arte.
"Sí, Valentina. Creo que es más que obvio que estoy en casa". ahí estaba su tono autoritario que erizaba el vello de los brazos de su hija. "Mi pregunta fue dónde andabas tú".
Tenía que poner de excusa que estaba con alguien con el que su madre no tuviera el más mínimo contacto, pero que pensara que era buena junta para ella. Tessa y Viviana no eran una opción, si su madre les preguntaba por eso, ellas la alcahuetearían, lo sabía, pero luego le preguntarían a Valentina con quién estaba realmente y no podía contarles lo de Juliana. Decidió irse por la única persona con la que su madre estaría complacida: un chico de clase social alta y el primero que se le vino a la mente.