El tiempo siguió corriendo hasta que las horas se convirtieron en días, sumando una semana entera en donde Juliana intentaba concentrarse lo máximo posible en su entrenamiento. Dentro de poco competirían en un gran partido en el que necesitaba destacarse debido a que irían muchas personas de universidades importantes, dispuestos a ofrecer una beca generosa al prodigio del juego... que Juliana esperaba ser.
No quería ponerle la carga a Lupe de tener que costearle también su universidad, suficiente hacía ya dándole de comer y una cama donde dormir a Michel y ella. Se sentiría como si abusara de su generosidad, así que prefería quemarse las pantorrillas y cualquier musculo de sus piernas con tal de demostrar que era suficientemente capacitada como para obtener una de esas becas.
Ella podía hacerlo, estaba segura, todos lo estaban.
"Valdés". el entrenador Camacho sonaba el silbato tan fuerte como sus pulmones le permitieran. "Tomate un descanso. No me quiero quedar sin la estrella antes del partido". La mayoría de sus compañeras bufaron o pusieron los ojos en blanco ante el apodo que el entrenador le había colocado sin importarle su consentimiento. Admitía que le gustaba que Camacho le dijera así, no era como si le fastidiaría mucho si no fuera por los obvios celos que tenían de ella... no le gustaba la enemistad entre compañeras, debían ser más como hermanas que como rivales, y era así, al menos con una de ellas: Andrea, ella definitivamente no era odiosa o tan competitiva como Nayeli, la chica que, Juliana estaba 100 % segura, la odiaba. No era como si la de ojos oscuros quisiera disimular el rechazo que tenía por una "extranjera". Podría vivir 20 años más en ese pueblo y Nayeli igual la vería así solo por no haber nacido ahí, como ella y la mayor población del sitio. Todos eran locales. Nadie se mudaría a ese pueblo por voluntad propia.
Forzó una sonrisa y, con sus pies, continuó haciendo rebotar el balón antes de patearlo con fuerza hasta la portería.
"Valdés, que te sientes!" La orden de Camacho ésta vez fue más fuerte.
Relamiéndose los labios, acallando su protesta, se sentó.
Exhalaba aire caliente mientras sentía las gotas de sudor secarse en su frente y sienes por el suave viento que había ese día. Quería seguir practicando, no podía permitirse fracasar. No habiendo tanto en juego. Todos sus años de trabajo duro se reunieron en su mente, todo ese tiempo invertido en el futbol se tenían que canalizar ese día en el campo, todo para ello. Entonces sintió esa necesidad de girar la cabeza en busca de algo... o alguien.
Valentina la miraba de una manera que Juliana no supo reconocer, pero que de todas maneras, la dejó desconcertada. La rubia estaba con su uniforme de práctica de porristas y su cabello agarrado en una coleta alta que dejaba al descubierto su cuello ligeramente sudado. Respiraba con fuerza, evidenciando que también se había dejado en cuerpo y alma en su respectivo entrenamiento.
Juliana tuvo que tragar el nudo que se formó en su garganta en cuanto sus ojos quedaron prendados en la otra, ninguna pensaba ceder la victoria de esa pacífica pelea de miradas, era agobiadora la serenidad y estremecimientos que le daba al mismo tiempo ese intercambio de mudas palabras, inentendibles para ambas.
Realmente la contemplaba en toda su esencia, era preciosa y tenía un cuerpo escultural que cualquiera envidiaria, salvo por Juliana, que más allá de envidiarlo; lo contemplaba, desde la línea de su cuello, hasta las curvas de sus redondos y llenos pechos, siguiendo por su vientre plano hasta llegar al lugar que evocaba sueños húmedos a más de uno. Juliana volvía a remojarse los labios, buscando devolver la saliva a su boca ya seca.
No habían vuelto a cruzar palabra desde aquella fiesta en la piscina de los Serna, antes de que Martín, el hermano mayor de Viviana, la tomara en brazos y la zambullera en la piscina junto a él.