Valentina sabía lo que tenía que hacer para toda su vida desde que tenía memoria, todo fue meticulosamente planeado por su madre para que ella viviera la mejor vida de la alta sociedad. Estudiaría medicina en la mejor universidad del condado, como su madre, y trabajaría en la misma clínica que ella, luego se casaría con un hombre del mismo estatus social que ella, tal vez algún político o un reconocido empresario, tendrían 2 hijos que nombrarían Stella y Ryan, se retiraría para cuidarlos y luego, cuando crecieran, viviría una vida fúnebre. La idea de pasar algunas tardes tomando café con Viviana y Tessa la aliviaban un poco.
Pero mientras ese día llegaba, Valentina podía seguir siendo ella misma entre los márgenes que permitía Lucia.
Se encontraba en el estudio de arte que su padre le había regalado cuando cumplió catorce años. Estaba ubicado fuera de la mansión Carvajal, justo al lado del taller de mecánica donde Jacobo, su jardinero y gran amigo secreto de Valentina, guardaba las herramientas.
El pincel corría por el ya muy usado lienzo dándole los toques finales a su obra. Valentina solo se dejaba llevar. Una vez que se colocaba su enorme y manchada camiseta blanca, olvidaba todo a su alrededor, era como un escudo del mundo real que la transportaba a otro universo donde sus manos eran amantes del pincel y juntos hacían el amor... hacían un arte oculto y hermoso que nadie más vería. Solo ella. No le gustaba que nadie viera sus creaciones, eran tan íntimas y personales que prefería reservarselas para sí misma. Su madre siempre estaba muy ocupada para siquiera preocuparse por verlas y su padre... su padre no era muy diferente, se la pasaba de viaje en viaje y Valentina ya se había acostumbrado a verlo cada tanto por muy poco tiempo. Los demás empleados de la casa tenían prohibido entrar al estudio de Valentina a menos de que fuera extremadamente necesario. Ese era su mundo y todos respetaban eso.
Dio dos pasos hacia atrás bajando el pincel encharcado de pintura rosa pálido y apreció el lienzo con la obra ya terminada. Sus ojos vagaban desde el color carne, negro, rosa y, finalmente, cafés...
En clases de historia, la profesora Kim, había relatado un cuento de una antigua guerrera que se convirtió en líder de un pueblo nacido de la tierra a muy temprana edad. No recordaba el nombre, pero sí la historia. Decía que su rostro estaba marcado para la guerra, pintado alrededor de los ojos por su sangre oscura debido a ser la hija de la noche y de la tierra. La profesora hablaba animadamente de lo que la historia significaba y el feminismo que había en ella, demostrando que, una mujer joven y hermosa podía ser tan fuerte como cualquier hombre, llegando a convertirse en la líder del pueblo tierra. A pesar de su fortaleza, tuvo una debilidad... el amor. Se había enamorado perdidamente del líder enemigo que correspondió a su amor muy tarde, justo antes de que la guerera falleciera por la traición de uno de los suyos. Era una hermosa historia llena de amor, aventura y tristeza que atrapó a Valentina inmediatamente, tanto, que se había sentido inspirada para crear su propia imagen de aquella guerrera.
Contempló una última vez el cuadro lleno de pintura seca antes de taparlo con una lona blanca, oculto a cualquier ojo curioso. Sabía a quién había pintado realmente y la sola idea del por qué, le aterraba.
Escuchó su teléfono vibrar a lo lejos y fue en su búsqueda. Nunca recordaba dónde lo dejaba.
Esta vez, fue encima de un pote de pintura sin abrir.
"¿Aló?" Contestó sin ver quién era, tenía esa mala costumbre.
"Oye, diva, ¿Matthew irá a la casa de la playa?" Tessa parecía estar cocinando algo porque hasta la licuadora se escuchaba por encima de la música. "Ya sabes, tengo que elegir un buen bikini de ser así".
Valentina sonrió un poco por las típicas ocurrencias de su amiga. Nunca se atrevió a contarle sobre su beso con Matthew Noszka cuatro veranos atrás, convirtiéndose él en su primer beso y viceversa. Fue en una fiesta pequeña de Nathan Miller, amigo de la familia, a la cual Tessa no había asistido porque tenía gripe, en ese entonces la fascinación de la latina por Matthew era totalmente oculta, nadie sabía de eso... hasta dos días después cuando lo confesó diciendo que odiaria a cualquier chica que estuviera con él. Valentina siendo una cría de doce años, se calló la historia miedosa a lo que Tessa haría de enterarse, la chica ya tenía un cable desconectado haciéndole cortocircuito, no quería averiarla más. Sin embargo, Viviana sí que lo sabía, ella estaba en la fiesta con Valentina y la rubia se lo dijo al momento. Ambas prometieron no decir nada para proteger a Tessa de la verdad... Matthew estaba enamorado de Valentina. Al menos lo estuvo todo ese verano y parte de las clases, no sabía si había excedido de ahí, ella le había sido clara. No gustaba de él.