Juliana se desperezó en la cama, regazándose del placer que daba poder levantarse una mañana sin tener que ir a la escuela, algún entrenamiento o a hacer compras para la casa.
Le encantaba despertarse temprano esos días e ir a trotar para activar su cuerpo, era una satisfactoria sensación de estar haciendo algo por su vida sin que alguien se lo obligara. Todo fue bien hasta que sus memorias comenzaron a liberarse, llevándola a recordar la noche del día anterior donde se había sentido decepcionada por Valentina. Era algo tan estúpido que ni ella misma podía creérselo, pero le fastidiaba, le fastidiaba demasiado... saber que a Valentina no le importaba si en algún momento de su pasado tuvo algo con Sebastián, le molestaba, porque eso solo significaba una cosa: Juliana no le gustaba. Al menos no de la manera en que ella gustaba de Valentina.
Abrió de una buena vez los ojos, todavía un tanto adormilada, y solo vio la mitad de la cama vacía con la cobija desentendida. Anoche cada quien se durmió en el borde más lejano a la otra, Juliana por miedo a caer rendida y abrazar a Valentina sin darse cuenta en medio de uno de sus sueños.
Se sentó dejando caer la sabana en su regazo y frotó sus ojos buscando despertarse por completo. Pagaría lo que fuera por un café en ese preciso momento. Sus antojos pudieron con ella y, poniéndose de pie, fijó la mirada en una hoja blanca con algo dibujado, estaba encima de la solitaria silla en la esquina de la habitación. Caminó con sus pies desnudos por el frío suelo en busca de dicho dibujo, gustosa de la sensación que le ofrecía, lo agarró con cuidado. Su pecho se oprimió al mismo tiempo en que sus labios se separaron, exteriorizando su impresión al verse a sí misma dormida en ese dibujo de carboncillo. Era... hermoso. Fue como un viaje a la conversación sobre las formas que había tenido con Valentina, estaba segura que ella era la autora de semejante retrato y eso la emocionó.
Salió del cuarto luego de cambiarse a un vestuario casual y fresco para ir a la playa, lo que seguramente harían ese día también. En la sala solo estaba Valentina comiendo un sándwich mientras cambiaba los canales rápidamente, ni siquiera creía que estuviera viendo los canales, tan solo los pasaba por pasar.
"Hey". Juliana la saludó teniendo que morderse los labios para no reírse del sobresalto que Valentina tuvo, al parecer la había asustado.
"¡Juls!" Valentina maniobró para que el sándwich no se le cayera. "Buenos días..."
"Buenos días para ti también". era claro que a ella sí le hacía gracia el susto de la rubia. "Vi tu dibujo, es..."
"No tenemos que hablar de él". Valentina se ruborizó.
"Lo dejaste ahí para que lo viera". caminó hasta ella y la miró con intensidad, haciendo agradecer a Valentina estar sentada. "Gracias, Valentina, es precioso. Lo digo en serio".
Había hecho ese dibujo en la madrugada cuando se despertó y no pudo volver a los brazos de Morfeo. Tener a Juliana junto a ella en la misma cama era demasiado... tentador. Moría por acariciarla como cuando le había mostrado sus tatuajes: lento, con ternura y detallando cada centímetro que se le permitiese. Verla respirar tan calmada, sumida en un profundo sueño, la hizo adorarla con lo único que podía... su mirada. Juliana era atractiva en toda la palabra, desde sus rebeldes mechones pelinegros que a veces se veían más oscuros que otras, su precioso cuello marcado, sus regordetes labios y todo... todo en ella era hermoso. La tentación fue tanta que con todo su autocontrol, salió huyendo de la cama guardándose las manos lejos de Juliana, al final optó por hacer dos de sus cosas favoritas: dibujar y contemplar a Juliana. El resto es historia. "Siéntate, me pones nerviosa". Valentina le dio unas palmaditas al puesto al lado suyo y Juliana obedeció encantada. "Me gusto dibujarte, sabes". admitió subiendo al sofá y abrazando sus piernas.