No se sentía bien. Esa mañana no era la suya, definitivamente. Tan solo quería irse a casa y dormir todo el día sin que nadie la molestase, o tal vez dibujar un poco, aunque esa no era la mejor idea sabiendo perfectamente qué rostro retrataría. Últimamente le costaba pensar en algo que fuese ella.
Rayos. ¿En qué momento se había quedado tan prendada de Juliana? La dejaba atónita su propia anhelación por la chica de excitantes ojos cafés. Es que con ella todo era tan apasionante y divertido que el tiempo se le pasaba rápido.
Aunque de algo estaba segura: sentía grandes cosas por Juliana. Algo que ahora le tocaba matar, tenía que librarse de esos sentimientos antes de que las cosas se tornaran feas para ella.
No podía enamorarse de una chica. No ahí, no en ese lugar.
Al demonio con su meta. Todo se fue al caño apenas pasó al lado de Juliana y ésta fijó su mirada en ella, desmoronándola por completo. La mirada de Juliana era especial, hechizante, venía cargada con miles de emociones y te hacía sentir que el piso se estremecía, como si pudiera abrazarte o golpearte solo con ella, a veces te querías ahogar en esos especiales ojos cafés y otras veces solo querías que te viera atenta con una de esas miradas suyas.
Existían miradas que mataban, miradas frías y miradas que cautivaban, algunas incluso podían llegar a enamorarte. Te atrapaban en una red invisible y como con una fuerte cuerda te atraían hacia ellas, imposible de negarte a la atracción que crecía en tu pecho y se extendía por todo tu cuerpo, devorándote tanto por fuera como por dentro en una incesante y gloriosa derrota en la que estarías más que dispuesto a ceder.
Eso le sucedía a Valentina cada vez que Juliana la veía de esa manera... la atrapaba, la desmoronaba y la hacía sentir más viva que nunca, pero esta vez se sintió decaer cuando esa cálida mirada se tornó fría y su ceño se frunció con obviedad.
"¿Qué harás hoy, Valen? Deberíamos hacer una tarde de películas con palomitas de maíz y algunas donas... también podríamos comprar pizzas, dos al menos, así ustedes también pueden comer un poco". les comentó Tessa pensativa, pero Valentina estaba concentrada en Juliana.
Ni siquiera intentó disimular. Verla era una adicción, su imagen una droga.
"¿Valen, hey?" Viviana chasqueó los dedos frente a ella, regresándola al mundo real. "¿Qué ves?" Iba a voltear pero Valentina logró captar su atención antes de que lo hiciese y descubriera que era Juliana la causante de su despiste.
"¡Porristas!" Gritó sin saber muy bien por qué. "Ahm... estaba pensando en el entrenamiento de hoy. La profe dijo que habría una nueva rutina, ¿no?" Sus dos amigas asintieron confundidas. "Por el partido del equipo femenino, supongo". dudó Tessa. "Según he escuchado, es muy importante. Irán varios becadores y las chicas tendrán que dar lo máximo de sí para conseguir un buen cupo en una de esas prestigiosas universidades".
Valentina sintió su corazón en un puño cuando Tessa dijo aquello. Dios, su último partido con las porristas sería únicamente para Juliana, para apoyarla mientras ella estuviera destacándose en el campo.
Sin importar qué, eran amigas. Ella misma se encargó de decírselo antes de su primera... ¿cita? Sí, cita. Su secreta cita.
"Juliana será una de ellas". dijo Viviana sin saber el estremecimiento que ese nombre causaba en Valentina. "Estoy segura de que le ofrecerán más de una beca. Tiene suerte". finalizó encogiendo un hombro y frunciendo los labios.
"¿Por qué?"
"Podrá irse lejos de este pueblo si así lo quiere". contestó a la pregunta de Tessa. "Me alegro por ella, pero no puedo evitar tenerle un poco de envidia. Quisiera poder irme también".