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Fay:
El baile avanzaba, pero la sensación de estar en una burbuja junto a Morgie no se desvanecía. A nuestro alrededor, las risas y los murmullos llenaban el aire, mezclándose con el sonido de la orquesta que parecía tocarnos una melodía solo para nosotros. La calidez de su mano en la mía era constante, un ancla suave que me recordaba que este momento era tan real como deseaba que fuera.

Observé a Ella, que reía junto a Charming. Bridget, por su parte, lucía radiante mientras bailaba con James.

Pero mi atención regresó a Morgie cuando él me acercó un poco más, sosteniéndome con una delicadeza que parecía hecha a medida para mis sueños. Había una intensidad en su mirada, algo que hacía que el latido de mi corazón se volviera aún más audible en mis oídos.

—¿Quieres salir un momento? —me susurró suavemente, inclinándose para que solo yo pudiera escuchar.

Asentí, dejándome guiar fuera del salón. La brisa nocturna nos envolvió, refrescante y cargada de ese toque de magia que parecía acompañarnos desde el momento en que llegamos juntos al baile.

Caminamos en silencio, deteniéndonos bajo un árbol de flores lilas que desprendía un suave aroma, complementando el encanto del instante.

Morgie:
Verla bajo la luz de la luna, con su vestido resplandeciendo suavemente, hacía que pareciera una visión de ensueño. Cada paso que daba junto a mí era un recordatorio de lo afortunado que era por tenerla allí. Me acerqué, tomándole la mano con suavidad, sintiendo la necesidad de confesarle lo que no había tenido la valentía de decir antes.

—Fay, he estado pensando en todo lo que pasó entre nosotros, y... —bajé la mirada un segundo, buscando las palabras adecuadas—. Nada en el mundo importa tanto como tú, y aunque ya te he dicho cuánto te necesito, quiero que esta noche sea perfecta para ti. Te lo debo.

Ella me observó en silencio, sus ojos grandes y llenos de esa luz que siempre me hacía sentirme pequeño y, al mismo tiempo, alguien mejor. Me acerqué y, sin pensarlo demasiado, le besé suavemente la mano.

—No sé cómo lograste cambiarme, pero lo hiciste —le dije, sin apartar la mirada de la suya—. Y quiero que, por esta noche, nos olvidemos de todo lo que nos separó. Que solo exista este momento.

Fay:
Sus palabras resonaban en mi mente, y por un instante, no supe qué decir. Sentía sus emociones como propias, ese anhelo que había en su voz por borrar las heridas y llenar el espacio con algo nuevo. Su mirada, intensa y sincera, era una promesa sin palabras.

Sin saber de dónde venía el impulso, rodeé su cuello con mis brazos, acercándome un poco más. Morgie pareció sorprendido, pero no tardó en corresponderme. La cercanía hizo que mis pensamientos se volvieran un susurro lejano, dejándome llevar por el calor de su presencia.

Al compás de la música lejana del baile, volvimos a movernos en un suave balanceo, como si solo nosotros existiéramos bajo el cielo estrellado. Morgie acercó su rostro al mío, y esta vez no aparté la mirada, dejando que sus ojos hablaran más allá de cualquier promesa o disculpa.

Morgie:
Bailábamos en silencio, pero no era necesario decir nada. Fay estaba en mis brazos, su respiración tranquila y su mirada llenando cada rincón oscuro de mi alma con una luz que jamás había conocido. Le acaricié la mejilla con ternura, sintiendo cómo un nudo se formaba en mi garganta. Nunca había querido a alguien tanto como la quería a ella.

—Fay... —dije suavemente, inclinándome hacia ella mientras nuestros rostros se acercaban cada vez más.

Cuando nuestros labios finalmente se unieron, fue como si el mundo se desvaneciera, dejándonos solo a nosotros dos en ese instante eterno.

Fue un beso suave, lleno de todo lo que no había logrado decirle con palabras. Sentí cómo sus brazos se aferraban a mi cuello, y el tiempo se detuvo para ambos.

Fay:
Sentí que el beso se prolongaba en una eternidad perfecta, y cada segundo parecía tener un significado profundo, como si con cada latido compartido estuviéramos uniendo las piezas de algo roto. Era una promesa en silencio, hecha de emociones tan intensas que me hacían olvidar dónde terminaba yo y comenzaba él.

Al separarnos, ambos permanecimos en silencio, mirándonos como si estuviéramos viendo el uno en el otro algo por primera vez. La luna iluminaba su rostro, suavizando sus facciones y haciéndolo ver aún más irreal. Su expresión era una mezcla de ternura y asombro que llenaba de calidez todo mi ser.

—No sé cómo explicar lo que siento ahora mismo, Morgie —susurré, con una voz tan suave que apenas la reconocí como mía—. Es como si todo lo que me preocupaba antes desapareciera.

Él sonrió, y esa pequeña curva en sus labios fue suficiente para que mi corazón comenzara a latir aún más rápido. Con cuidado, tomó mi mano de nuevo y la sostuvo entre las suyas, sus dedos cálidos entrelazándose con los míos.

—Esta noche es solo nuestra —murmuró, como si estuviera pronunciando un hechizo—. No hay preocupaciones, ni errores, ni promesas rotas. Solo tú y yo, bajo este cielo.

Esa declaración, tan simple y sincera, me llenó de una paz indescriptible. Me sentía ligera, casi como si pudiera volar. Miré hacia arriba, observando el cielo estrellado que nos rodeaba, y dejé que mis pensamientos se llenaran de la tranquilidad de saber que, al menos por esta noche, nada ni nadie podía romper ese momento.

Morgie:
La veía en silencio, maravillado por la forma en que la luz de la luna jugaba con su piel y su vestido, dándole un aspecto etéreo, casi como si ella misma fuera una de las estrellas que brillaban sobre nosotros. Había algo tan puro, tan delicado en cómo me miraba, y me pregunté cómo había tenido la suerte de que, a pesar de todo, ella estuviera aquí.

Llevé mi mano a su mejilla, acariciándola con cuidado, como si fuera lo más frágil y precioso del mundo. Fay cerró los ojos por un momento, disfrutando del contacto, y cuando los abrió de nuevo, sus ojos me decían todo lo que necesitaba saber. Había amor en su mirada, un amor que me quemaba el alma con su dulzura.

—Fay, esta noche quiero que seas feliz, más feliz de lo que hayas sido jamás —le dije en un susurro, acercándola más a mí. Luego, sonriendo, le hice una pequeña reverencia, extendiendo mi mano—. ¿Me concedes este baile?

Ella rió, una risa suave y cristalina que me hizo sonreír como un idiota.

Aceptó mi mano y nos movimos lentamente, dejando que el ritmo de nuestros corazones marcara el compás. La rodeé con mis brazos, apoyando su cabeza en mi hombro mientras nos balanceábamos, perdidos en la quietud y en la seguridad de estar juntos.

Fay:
La sensación de estar en sus brazos, rodeada de su calor y de su presencia, era indescriptible. Sus manos me sostenían con una delicadeza tan sincera que me hacía sentir que era lo más importante para él en ese momento. Me recosté contra su pecho, escuchando su corazón latir fuerte y constante, y sentí cómo todo mi ser se llenaba de paz.

Después de unos minutos, Morgie empezó a hacerme girar. Mi risa, sorprendida y alegre, resonó en el aire, y pude ver que él sonreía de la misma forma, maravillado al verme feliz.

Nuestras miradas se cruzaron de nuevo, y nos quedamos quietos, respirando el mismo aire, sintiendo la misma emoción. No necesitábamos decir nada. Todo lo que habíamos sentido, todo lo que nos había unido y separado, parecía estar contenido en ese silencio cargado de significado.

—Gracias por hacer de esta noche algo tan especial, Morgie —dije finalmente, con una sinceridad que me salió desde lo más profundo.

—Gracias a ti por darme una oportunidad —respondió, acariciando mi rostro una vez más—. No tienes idea de lo importante que eres para mí, Fay. Y prometo, con todo lo que soy, que nunca voy a hacer nada que te lastime otra vez.

Sentí un nudo en la garganta ante sus palabras, y lo único que pude hacer fue acercarme, apoyando mi frente en la suya, compartiendo ese momento en silencio. Nos quedamos así, sin necesidad de más palabras, dejando que el brillo de la luna y las estrellas nos envolviera en su manto.

La noche avanzaba, pero para nosotros el tiempo se había detenido. Era un instante robado, un recuerdo grabado en mi corazón, y sabía que, sin importar lo que viniera después, este momento siempre sería nuestro.

Beyond the wand Donde viven las historias. Descúbrelo ahora