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Fay:
Me quedé sentada en el sillón, sintiendo cómo el peso de todo lo ocurrido me hundía. Mis ojos aún ardían por las lágrimas que había derramado, y aunque Bridget y Ella intentaban consolarme, el dolor seguía allí, apretando mi pecho.

—No puedo creer que todo haya sido una mentira... —dije en voz baja, rompiendo el silencio que había llenado la habitación—. No sé qué hacer.

Bridget me miró, con su eterna dulzura, mientras colocaba una mano en mi hombro. —Fay, lo siento tanto... Pero estamos aquí para ti. Y no vamos a dejar que te hundas en esto.

—Sí —añadió Ella, siempre directa—. No podemos cambiar lo que pasó, pero podemos hacer algo para que te despejes un poco. Quedarte aquí, encerrada en tu dolor, no va a ayudarte.

—¿Y qué sugieren? —pregunté, intentando secar mis lágrimas con la manga de mi chaqueta.

—¡Podemos tener una pijamada! —propuso Bridget con entusiasmo, intentando sacar una sonrisa de mí—. Como en los viejos tiempos, ver películas y hablar de tonterías hasta que se nos cierren los ojos.

—O tal vez cocinar algo juntas —dijo Ella, más práctica, pero con una sonrisa—. A veces el olor a galletas recién horneadas puede hacer maravillas.

Bridget asintió con fuerza. —¡Sí! Podemos hacer tus cupcakes favoritos, esos que siempre me pides que haga cuando estás triste.

Por primera vez en lo que parecían siglos, esbocé una pequeña sonrisa. Sus ideas, aunque simples, me hicieron sentir un poco más ligera. No cambiarían lo que había pasado, pero tal vez me ayudarían a dejar de pensar en ello, aunque fuera por un rato.

—Gracias, chicas —murmuré—. No sé qué haría sin ustedes.

—No tienes que hacer nada sola, Fay. Aquí estamos, siempre —dijo Bridget, y sus palabras me reconfortaron más de lo que imaginaba.

Ella me dio un suave empujón. —Vamos, entonces. Estas galletas no se van a hornear solas.

Morgie:
Sin decir nada más, me di la vuelta y empecé a caminar hacia el edificio. Necesitaba aire, necesitaba pensar... pero, sobre todo, necesitaba estar lejos de Uliana.

Caminé sin rumbo por los jardines hasta que, finalmente, vi a James apoyado contra una pared, con esa expresión entre relajada y burlona que siempre llevaba. Al verme, se enderezó.

—Vaya, te ves fatal —dijo con una sonrisa sarcástica—. ¿Qué pasó?

Me dejé caer en un banco cercano, soltando un suspiro. No tenía energía para las bromas de James en ese momento.

—Todo está mal, James. Arruiné todo. —No me importaba cómo sonaba. Era la verdad.

James frunció el ceño, su tono más serio esta vez.

—¿Con Fay? ¿O con Uliana?

—Con ambas.

Se quedó en silencio por un momento, como si estuviera procesando lo que había dicho. Luego, cambió de tema, pero su tono seguía siendo extraño.

—¿Sabes? Bridget... —empezó, dudando por primera vez que lo había visto—. Sé que suena raro, pero... hay algo en ella. No puedo sacarla de mi cabeza.

Lo miré, sorprendido. Bridget, la chica que Uliana odiaba con cada fibra de su ser, ¿había despertado algo en James?

—¿Bridget? —pregunté, incrédulo.

James asintió, aunque su expresión mostraba su incomodidad.

—Lo sé. Es estúpido, considerando que Uliana quiere destruirla. Si se llega a enterar de esto, estoy acabado. —Suspiró, cruzándose de brazos—. Pero no puedo evitarlo. Hay algo en ella que me hace... sentir cosas que no debería sentir.

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