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Fay:
La víspera del Castle Coming estaba llena de movimiento, entre preparativos y detalles finales. Bridget, Ella y yo estábamos organizando las decoraciones, mientras yo intentaba ayudar con mi magia. Con algo de duda, saqué mi varita.

—Bien... esta vez tiene que salir bien —susurré, intentando llenarme de confianza.

Levanté la varita y apunté hacia las guirnaldas que aún faltaban por colgar.

—¡Bibbidi bobbidi boo!

Para mi sorpresa, las guirnaldas se elevaron suavemente y comenzaron a posicionarse en las paredes. Me sonreí a mí misma, un poco aliviada. Pero entonces, en un parpadeo, las guirnaldas empezaron a cambiar de colores de forma caótica, iluminando el salón con una explosión de tonos intensos.

—¡Oh, no! —me llevé una mano a la frente, algo avergonzada.

Bridget soltó una carcajada y se acercó para tranquilizarme.

—Tranquila, Fay. Me gusta tu estilo. Todo esto hace que el lugar se vea especial —dijo con una sonrisa, mientras intentaba enderezar algunas de las guirnaldas.

—Sí, además, las cosas siempre son más divertidas contigo alrededor, Fay —añadió Ella con un guiño alentador.

Al ver sus sonrisas, me sentí más tranquila. Sus palabras y su apoyo me recordaron que, aunque no fuera perfecta, ellas siempre estarían ahí para mí.

Morgie:
Quedaba apenas un día para el baile y cada vez me resultaba más claro que no podía seguir retrasando la conversación con Fay. Había intentado todo, desde notas hasta pequeños regalos, pero nada parecía llegar a ella. A pesar de todo, sabía que tenía que hablar con ella en persona, incluso si no estaba listo para enfrentar lo que podría escuchar de su parte.

Aprovechando un momento de tranquilidad, me dirigí hacia el salón donde se estaban dando los últimos toques a la decoración después de haber dejado en el casillero de Fay una pequeña nota.

Ahí estaba ella, junto a Bridget y Ella, riéndose mientras acomodaban las decoraciones. Vi cómo sacaba su varita y hacía un encantamiento; las guirnaldas comenzaron a flotar, aunque con un toque caótico. Me encontré sonriendo sin darme cuenta. Esa era Fay, única y llena de vida, incluso cuando las cosas no salían según el plan.

Fay:
Esa tarde, al abrir mi casillero, encontré una nota doblada con cuidado, escrita en una caligrafía que reconocería en cualquier lugar. Me quedé mirando el papel, con el corazón latiendo con fuerza mientras lo desdoblaba y leía:

"Fay, ¿puedes verme en el jardín a la 1 pm? Por favor.

La firma estaba al final, junto a un pequeño dibujo de un corazón.

Con cariño, Morgie."

Mis pensamientos se atropellaban mientras leía y releía la nota. Todo me decía que debía ignorarlo, que no debía darle la oportunidad de hacerme sentir vulnerable de nuevo. Pero, por alguna razón, me descubrí a mí misma sin poder resistir el impulso. Me decía a mí misma que era solo una conversación, nada más... no tenía que perdonarlo. Así que, cuando llegó la hora, me dirigí al jardín, mis pasos inciertos pero mi determinación creciente.

Cuando llegué, lo vi esperándome junto a un seto de flores, sosteniendo un ramo de peonías moradas, mis favoritas. En sus ojos se veía una mezcla de ansiedad y tristeza que, sin quererlo, me hizo sentir una punzada de nostalgia.

—Gracias por venir, Fay —dijo, con una voz suave pero cargada de emoción, extendiéndome el ramo con timidez.

—¿Qué quieres, Morgie? —pregunté, manteniendo una distancia prudente, aunque tomé las peonías, incapaz de rechazar algo tan significativo.

Él respiró hondo, y pude ver cómo sus manos temblaban un poco. Luego, clavó su mirada en la mía y dijo:

—Fay, sé que probablemente no tienes ninguna razón para creerme después de todo lo que te hice... pero tenía que verte, tenía que intentar explicarte lo que significas para mí.

Morgie:
Cada palabra era difícil, y ver la duda en sus ojos hacía que todo doliera más. Pero ya no había marcha atrás; no podía guardarme lo que sentía, no después de todo lo que había pasado.

—No quiero a nadie más, Fay —dije, en voz baja, acercándome con cuidado—. No existe ninguna otra persona para mí. Es que yo te quiero a ti, cariño mío, solo a ti. Eres perfecta.

Ella me miró, y aunque no decía nada, algo en sus ojos me dio valor para continuar.

—Tú eres mi todo —continué, y la voz me tembló un poco—. Aquel día no solo te perdí a ti... perdí mi mundo entero. Sin darme cuenta, te volviste lo más importante en mi vida, la única persona que me hizo querer cambiar para bien. No hay "yo" sin ti. Tú viste en mí algo que nadie más ha visto... y recordarte a ti es lo único que me da esperanza en esta vida.

Me tomé un momento para respirar y dije, con cada palabra cargada de sinceridad:

—Fay, tú eres el rayito de sol en mi vida oscura. Todo este tiempo, he intentado, de alguna forma, demostrarte que no soy el mismo que antes, porque... te quiero a ti. Ahora. Aquí. En todo momento. En todo lugar.

Fay:
Cada palabra que decía resonaba en lo más profundo de mí, y aunque parte de mí quería abrazarlo y decirle que todo estaba bien, sabía que no era tan sencillo. Mis sentimientos seguían siendo un torbellino. Quería perdonarlo, pero otra parte de mí seguía dolida.

—Morgie... es que... me lastimaste demasiado. —Mi voz apenas era un susurro, y vi cómo él cerraba los ojos, asintiendo, casi como si hubiera esperado esas palabras.

—Lo sé, y entiendo que nada de lo que diga va a borrar lo que hice —me miró con el rostro lleno de tristeza, una lágrima deslizándose por su mejilla—. Pero, cada día que pasa, siento que pierdo una parte de mí, y esa parte eres tú. Sin ti, Fay... mi vida no tiene sentido. Tú eres el aire que respiro, mi sueño hecho realidad, y, cuando estoy en medio del caos, eres la única que me hace querer seguir adelante.

Traté de ordenar mis pensamientos, pero la intensidad en su mirada me desarmaba.

—Morgie, no sé si estoy lista para perdonarte —dije al fin, queriendo ser honesta con él—. Todo esto sigue siendo muy confuso para mí.

Él asintió, pero aún no se movía. Después, como si fuera un impulso inevitable, dijo:

—Mañana es el Castle Coming, y... quería invitarte. Quiero que seas tú mi acompañante, aunque entiendo si no es posible.

Sus palabras me dejaron en silencio, y sentí cómo el tiempo parecía detenerse mientras nuestros ojos permanecían fijos el uno en el otro. Sabía que Morgie estaba dispuesto a esperar la respuesta que fuera, y aunque no estaba segura de cuál sería, en ese momento algo en mi corazón comenzó a sanar, lentamente, dándome una esperanza pequeña pero persistente.

Beyond the wand Donde viven las historias. Descúbrelo ahora